Querida Hermana te Daré un Hijo

38

 

Jane, que se encontraba en el pasillo, absorbía la imagen que había presenciado unos minutos antes. No pudo evitar detenerse a observar a Jeremiah desde lejos, junto a una mujer castaña que apareció de repente.

 

No sabía exactamente de qué hablaban, pero pudo leer los labios de él y adivinar las palabras que salieron de su boca. Intuyó que Jeremiah se había ofrecido a llevar a la mujer que vestía el uniforme del hotel.

 

¿Era ella una empleada? ¿Por qué el director de un hotel tan importante estaba siendo tan atento con una simple empleada?

 

No entendía nada, por más que reflexionara sobre el asunto.

 

Después de ver a Jeremiah subir al auto con esa mujer castaña, a quien nunca había visto antes en su vida, Jane los perdió de vista. Sin embargo, parecían tener una conexión cercana. Pudo presenciar el cambio en la expresión de su ex novio y el interés que mostró al ofrecer llevar a Nora.

 

Jane no tenía idea de quién era Nora ni por qué sentía de repente intriga por conocer a una desconocida.

 

—Señorita Russell —dijo su guardaespaldas, apareciendo de repente en el pasillo —. Su padre quiere hablar con usted.

 

Le entregó el móvil con la llamada entrante de su progenitor, quien estaba al otro lado.

 

—¿Hola? —contestó.

 

—Querida, he intentado comunicarme contigo y no has respondido. ¿Está todo bien? —preguntó su padre, preocupado.

 

—Disculpa, papá. Fui al baño y olvidé llevarme el móvil —respondió ella ocultando algunos detalles —. Y sí, todo va bien. Aunque no creo que sea posible reunirme con el señor Jeremiah...

 

—No te preocupes, querida. He decidido reunirme con él y tengo una propuesta que estoy seguro de que no podrá rechazar —intervino su padre, convencido de su idea.

 

Jane frunció el ceño, ajena a los planes de su padre. Nunca sabía qué estaba tramando, siempre iba un paso por delante y eso la frustraba de alguna manera.

 

—¿En serio? No sé nada al respecto — replicó, ocultando su molestia.

 

—¿Por qué deberías saberlo? Es un asunto de empresarios, no tienes nada que ver en esto —dijo su padre sin tacto en sus palabras.

 

Esto afectó un poco a su hija, quien a pesar de todos sus esfuerzos en la empresa de su padre, sentía que él no reconocía su valía y no le daba el reconocimiento que esperaba.

 

—Claro, olvidé que no soy nadie para ti. No entiendo por qué me molesto en hacer todo lo que me pides si al final no lo valoras —murmuró ella sintiéndose estúpida por no ser más que un títere de su padre, quién la manejaba a su gusto —. Debo colgar, hablamos en casa.

 

Él no tuvo tiempo de responder, ya que su hija colgó la llamada y devolvió el móvil a su dueño. Dirigiéndose al salón, fue seguida de cerca por el guardaespaldas, quien parecía decidido a no dejarla ni un momento sola.

 

Su padre se encargaba de brindarle protección, a pesar de que ella se había negado argumentando que no era necesario. Sin embargo, al ser hija única y futura heredera del negocio familiar, debía lidiar con un alto nivel de seguridad para evitar cualquier peligro. Según su padre, cualquiera podría acercarse a ella con malas intenciones y lastimarla, como ya le había sucedido en el pasado.

 

Se sentó en una mesa apartada de la tarima, alejada de los engreídos que solo habían venido a presumir la cantidad de dinero que podían donar a las fundaciones. Jane no soportaba a esas personas que, solo por tener unos cuantos millones en el bolsillo, se creían superiores a los demás.

 

Además, sabía que a ellos no les importaba la situación de los huérfanos y solo buscaban ganar fama y popularidad en los medios. Es lo que hacía su padre. Además, había crecido en ese mundo lleno de individuos egoístas y codiciosos que solo aparentaban frente a los demás, especialmente ante la gente común. Ellos creían que los más importantes y poderosos de ese mundo se preocupaban por el bienestar de ellos.

 

Pero todo era para beneficio de su propia imagen. 

 

—¿Jane? —una voz familiar la hizo girar la cabeza —. ¿Cuándo llegaste? Creía que tu vuelo se había retrasado.

 

Dylan, el hombre que había destrozado su relación con Jeremiah, se encontraba frente a ella pareciendo más maduro. Tenía el cabello más corto y una incipiente barba en su mentón, pero su sonrisa seguía en su rostro. Sus rasgos parecían más definidos, añadiéndole más edad y volviendo su aspecto más intimidante.

 

Aunque solo habían pasado cuatro años desde entonces, él se veía diferente a como lo había conocido antes. Siquiera parecía afectado de verla a pesar del daño que le causó no solo a ella, sino también a su primo. 

 

—Me trajo el avión privado de mi padre —dijo Jane.

 

—Ah, comprendo. Por cierto, ¿Cómo está él?—preguntó interesado.

 

—Cada vez más terco, pero bien. Se está recuperando poco a poco —respondió sin dar más detalles sobre la rehabilitación de su padre, quien había sufrido un accidente unos meses atrás que le causó una lesión en el fémur izquierdo.

 

La operación había sido un éxito gracias a los contactos que su padre tenía con los mejores médicos de la ciudad. No le había tomado más de cuatro meses poder levantarse de la silla de ruedas y caminar con ayuda de unas muletas.

 

—Me alegra saber que está bien. Dígale que cuando tenga un hueco en mi agenda, lo invitaré a tomar un café —ella asintió —. Bueno, está a punto de empezar. ¿Nos sentamos?

 

Jane simplemente asintió de nuevo y se dirigieron a una de las mesas que se encontraban cerca del escenario. Dylan retiró la silla para que ella pudiera sentarse y luego se ubicó en la silla a su lado.

 

—Señor —se acercó una de las empleadas del hotel —. Todo está listo.




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