Querida Hermana te Daré un Hijo

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Jeremiah había salido del elevador en cuanto las puertas se abrieron. Mientras caminaba hacia su oficina, sentía intriga por descubrir la identidad de aquel individuo que se había infiltrado en el evento benéfico.

 

Su secretaria se puso de pie en el instante en que lo vio llegar, pero Jeremiah la detuvo con un gesto de su mano antes de que pudiera informarle sobre lo que estaba sucediendo.

 

—Estoy al tanto —fue lo único que dijo antes de entrar a su oficina.

 

Dentro, estaban Jong, Joseph y un hombre arrodillado en el suelo mientras sus guardias lo sujetaban con fuerza.

 

—Jeremiah —se acercó su amigo.

 

—¿Qué ocurre? ¿Por qué está Joseph aquí? —preguntó, dirigiendo su mirada hacia Joseph, quien permanecía tenso en su lugar.

 

—Bueno, dile por qué estás aquí —instó Jong.

 

—Antes que nada, quiero asegurarle que mis acciones no tenían ninguna otra intención. Espero que crea en mis palabras, señor —habló el gerente.

 

Jong soltó un bufido.

 

—Sí, claro. No justifiques tus acciones y cuéntale lo que hiciste de una vez por todas.

 

—¿De qué estás hablando, Joseph? —quiso saber el director, mirándolo solo a él—. ¿A qué se refiere Jong?

 

El gerente ingirió saliva con nerviosismo. Empezó a narrar detalladamente sus acciones, sin omitir ningún aspecto. Además, reveló que Dylan había intentado sabotear el evento benéfico al contratar al individuo presente, quien tenía la intención de causar daño.

 

Sin embargo, los planes no se habían desarrollado como se esperaba, ya que Jeremiah había descubierto al intruso de aspecto amenazante antes.

 

—El señor Geoffrey no es el único que ha cometido un error, yo también —confesó, evitando la mirada de Jeremiah—. Fui cómplice y me quedé con la mitad del sueldo de los empleados y los ingresos del hotel. Alteré las cifras para que no se dieran cuenta.

 

Jeremiah frunció el ceño, sorprendido por las revelaciones de Joseph. La traición de su gerente de confianza lo dejó sintiéndose traicionado y enojado. Sus ojos se desviaron al sujeto de rodillas en el suelo quien parecía indiferente con lo que estaba sucediendo.

 

—Háganse cargo de él —le ordenó a sus hombres de seguridad y estos lo sacaron enseguida de la oficina.

 

Luego se acercó lentamente al gerente y lo miró fijamente, tratando de comprender sus motivos.

 

—Dime ¿Qué te llevó a cometer semejante acto de deslealtad? —preguntó Jeremiah con voz firme pero llena de decepción.

 

Joseph se echó hacia atrás, incapaz de sostener la mirada de su jefe.

 

—Lo siento mucho, señor. Pero no entendería por lo que estaba pasando, nunca le ha faltado nada y ha tenido todo con facilidad. Sé que lo que hice estuvo mal, me dejé llevar por la codicia. Creí que podía salirme con la mía sin que nadie se diera cuenta. Pero estaba equivocado, y ahora me doy cuenta de lo irresponsable y egoísta que fui —respondió Joseph con voz temblorosa.

 

Jeremiah se pasó la mano por el cabello, intentando procesar la información. La idea de que su propio gerente pudiera engañarlo de esa manera era algo difícil de aceptar. Pero sabía que tenía que actuar con calma y de manera justa.

 

—¿Por qué lo hiciste?

 

Joseph se disponía a hablar, pero cerró la boca bruscamente al sentirse abrumado por la dificultad de la situación. Sentía una profunda vergüenza al tener que revelar que su familia estaba atravesando problemas económicos y que él mismo se había endeudado, sin tener ni la más mínima idea de cómo saldar la gran cantidad de dinero que debía.

 

Bajó la mirada al suelo.

 

—Quería darle lo mejor a mi familia. Pero sin darme cuenta las deudas comenzaron a crecer cada vez más y no tuve el control de la situación. 

 

—Joseph, te conozco desde hace años y siempre te he tratado como una parte integral de este hotel. ¿Por qué no me pediste ayuda si estabas pasando por dificultades económicas? —inquirió Jeremiah, buscando una explicación a la traición de su empleado más confiable.

 

Joseph suspiró y finalmente levantó la mirada para encontrarse con los ojos del director.

 

—Tenía miedo de decepcionarlo, señor. Me sentía avergonzado por mi situación y no quería que pensara menos de mí. Fui cegado por mi negatividad y no supe ver todas las oportunidades que me brindaba este trabajo —confesó Joseph, la culpa reflejada en su rostro.

 

Jeremiah suspiró, sintiendo compasión por su gerente. Sin embargo, la confianza que tenía hacia él había desaparecido. 

 

—Joseph, entiendo que lo hayas hecho por tu situación, pero eso no justifica tus acciones. Has traicionado la confianza que te había otorgado y has afectado a todos los empleados quienes te respetaban. Lo siento, pero no podré dejarlo pasar, deberé tomar las medidas necesarias para corregir esta situación y asegurarme de que no vuelva a suceder —dijo Jeremiah con un tono de voz que mostraba pesar.

 

Le pesaba tener que despedirlo, Joseph había sido de gran ayuda para él. 

 

—Lo entiendo, señor. Haré todo lo posible para enmendar mis errores y recuperar su confianza. Soportaré las consecuencias de mis acciones —afirmó Joseph, aceptando su responsabilidad.

 

—No, Joseph, podrás enmendar tus errores pero jamás recuperar mi confianza. Lo mejor es que renuncies —se alejó de Joseph y se dirigió a Jong, quien había estado escuchando en silencio —. Jong, necesito que investigues a fondo este asunto. Asegúrate de que todo quede en orden y de que se tomen las medidas necesarias para garantizar que esto no vuelva a suceder. Y por favor, manténme informado de cualquier novedad.

 

Jong asintió dispuesto a poner manos a la obra de inmediato, sabiendo que como abogado de Jeremiah tendría que solucionar aquel asunto cuanto antes.




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