Querida Hermana te Daré un Hijo

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—No sé a qué se refiere, pero créame, mi objetivo no cambiará —aseguró con convicción.

 

—¿Entonces estás aquí solamente por el trabajo? —continuó Sussan alzando una de su delgadas cejas, como si intentara ver más allá de las intenciones de Nora —. Es inevitable que las mujeres se fijen en Jeremiah, con todo lo que tiene, nadie puede resistirse. Pero lo que debes saber, querida, es que debes mantener ese objetivo hasta el final.

 

—Madre, es suficiente —intervino Jeremiah, harto de tener que escuchar a su madre.

 

Sussan se giró hacia él, su expresión había transformado en una de inocencia y sorpresa. 

 

—¿Qué? Simplemente estoy asegurándome de que no tengas que pasar por lo mismo de nuevo, cariño. ¿Acaso has olvidado lo que aquella mujer hizo...?

 

—No, no lo he olvidado —replicó Jeremiah con contundencia, aunque suavizó su semblante al percatarse de que sus palabras habían sido excesivamente severas —. No es menester que realices esta acción con mis nuevos empleados. Aprecio enormemente tu inquietud, madre, pero soy capaz de valerme por mí mismo. Además, si Nora se encuentra aquí, es debido a que considero que es una persona sin maliciosas intenciones y deposito mi confianza en ella.

 

Sussan, al escuchar las palabras de su hijo, sintió una mezcla de decepción y preocupación. Aunque apreciaba la independencia y confianza que demostraba Jeremiah en los demás, se sentía triste al percibir que Jeremiah ya no necesitaba tanto su protección y apoyo como antes.

 

Endureció su rostro, ocultando lo que sentía en ese instante. 

 

—Bueno, como prefieras. Pero después no te lamentes por no haberme hecho caso —dijo despectivamente antes de entrar a la habitación, haciendo resonar sus tacones en el suelo.

 

Nora bajó la mirada hacia la bandeja, lamentando haber accedido a venir cuando su jefe se lo pidió. Se sintió afectada por las palabras de la señora Sussan. Si su intención había sido insultarla, sin duda lo había logrado. Nunca antes la habían humillado de esa manera.

 

Se sintió patética al ver su reflejo en la bandeja, su aspecto descuidado no ayudaba en nada.

 

—Lo siento, debí haber evitado que conocieras a mi madre. No le agrada ninguna persona, excepto ella misma —alzó la mirada al escuchar la voz de su jefe.

 

Sus penetrantes ojos azules la observaron en silencio, como si intentara asegurarse de que creyera lo que le decía.

 

—No te preocupes, siempre tengo la desgracia de conocer personas parecidas a ella. Supongo que estoy acostumbrada a escuchar cosas similares —forzó una sonrisa y extendió la bandeja hacia él —. Espero que sea de su agrado, no estoy segura de si el pastel de zanahoria cumple las expectativas de su exigente paladar.

 

—Gracias. Estoy seguro de que es exquisito —emitió su jefe sintiéndose apenado por la actitud de su madre.

 

Jeremiah tomó la bandeja y en el acto, su mano rozó ligeramente el dorso de Nora, lo que la hizo apartarse unos metros de él al sentir esa familiar sensación de cosquilleo en su interior. Sus miradas se conectaron, como si ambos hubieran compartido la misma sensación.

 

De repente, el nerviosismo se apoderó de ella.

 

—Bueno...esto... Voy a limpiar el desorden que he hecho en la cocina —se excusó, deseando perderse de su vista cuanto antes.

 

Él asintió y la vio alejarse por el pasillo.

 

Nora descendió las escaleras casi corriendo y cruzó la cocina, donde se refugió de toda esa tensión que se había creado segundos atrás en el ambiente. Estando sola, finalmente pudo soltar el aire que no se había dado cuenta de que había estado reteniendo.

 

Cerró los ojos mientras llevaba la mano a su pecho, sintiendo lo acelerado que estaba su corazón.

 

Tomó tres respiraciones profundas, volviendo a estar serena.

 

Después de limpiar el desorden en la cocina, Nora se dispuso a tomar su bolso y dirigirse a la salida de la mansión. Sin embargo, en el salón se encontraba Jong, quien al verla se levantó del sofá para saludarla.

 

—Qué coincidencia encontrarnos en cualquier lugar, ¿no? —le regaló una sonrisa que Nora correspondió.

 

Le agradaba lo espontáneo que era él.

 

—Si creyera en el destino, diría que está intentando reunirnos —comentó en tono de broma.

 

—Umm, si no es el destino, entonces ¿quizás el universo? —le guiñó un ojo con picardía, pero Nora negó divertida.

 

Sabía que no estaba coqueteando con ella, al menos no de la misma forma en que alguien interesado en conocerla lo haría. Jong era un hombre encantador, pero no existía una atracción romántica entre ellos. Eran simplemente conocidos.

 

—¿Has venido por trabajo? —inquirió, notando lo que parecían ser unos documentos en sus manos.

 

—Si te refieres a encargarme de los desastres de aquel idiota, sí, así es —respondió con ironía, señalando tras de ella. Nora giró la cabeza hacia las escaleras, donde se encontraba Jeremiah junto a su madre.

 

—Desde que te contraté como mi abogado personal, tu sueldo ha aumentado considerablemente, a pesar de tener otros clientes —comentó el director mientras se acercaba a ellos.

 

—Señora —saludó Jong con un leve asentimiento de cabeza.

 

Sussan hizo lo mismo, aunque no ocultó el desagrado que sentía hacia el amigo de su hijo. Siempre había desaprobado la amistad entre ambos debido a la actitud más liberal y rebelde de Jong, quien había influido en Jeremiah para seguir el mismo camino.

 

No le sorprendía que fuera así. Después de todo, había crecido sin una madre que lo educara y disciplinara. Su progenitor no había cumplido adecuadamente su papel como padre, dedicándose a llevar una vida desordenada y sumergiéndose en el alcohol tras la muerte de su esposa.




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