Querida Hermana te Daré un Hijo

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—¿Dobles? —repitió Zoe, sin entender a qué se refería.

 

Nunca antes había escuchado esa palabra, era muy extraña.

 

—¿Sabes qué es un doble? —negó la niña y Luca se inclinó hacia ella para que pudiera escucharlo—. La palabra significa una persona que se parece mucho a otra, y se refiere a una teoría que afirma que todos tenemos un doble en alguna parte del mundo.

 

—¿En serio? —los ojos de la niña se abrieron llenos de sorpresa.

 

—Sí, es verdad.

 

—¿Mamá, escuchaste? Tengo un doble —dijo emocionada, como si eso fuera algo increíble—. ¡Espero poder conocer a mi doble!

 

—Oh no, cariño, créeme que eres única —dijo la señora Katherine—. Pero ¿Quieres ver a alguien que se parece mucho a ti?

 

—¡Sí, sí quiero verla! —chilló entusiasmada.

 

—Entonces vamos a conocerla —hizo señas hacia las escaleras, pero antes de irse, miró a Nora—. ¿Puedo llevarla conmigo?

 

Nora pareció pensarlo. Hacía apenas unos minutos que los había conocido, así que sería imprudente dejar a su hija con una señora a la que apenas conocía. Sin embargo, si estaban allí, era porque eran muy cercanos a Jeremiah y parecían personas confiables.

 

—Bueno...

 

—No te preocupes, tía Kathe la devolverá enseguida. No planea llevársela —alguien habló detrás de Nora, y al voltear la cabeza, reconoció a quién pertenecía esa voz.

 

Su corazón latió aceleradamente al verlo. Las mariposas en su estómago volvieron a aparecer sin ser invitadas.

 

—Oh no, cariño, ya tengo suficiente con mis tres nietos. Uno más me volvería loca —bromeó Katherine al notar las dudas de Nora.

 

La desconfianza de Nora se disipó y, antes de que Zoe pudiera irse con la señora Katherine, su madre le recordó lo que habían hablado en casa.

 

—Sí, mamá. Me portaré bien —aseguró su hija, dándose la vuelta para seguir a la señora Katherine.

 

—Bueno, yo iré a descansar. Los veo más tarde. Con permiso —dijo Luca retirándose de la sala y dejándoles solos.

 

—No sabía que vendrías con tu hija —habló Jeremiah.

 

—Disculpe si no le avisé. No tenía con quién dejarla, espero que no haya problema que esté aquí —respondió y él simplemente negó con la cabeza.

 

—No te preocupes, no tengo problema con que se quede —su mirada permaneció más tiempo en Nora, haciéndola sentir nerviosa. Luego añadió—. Sígueme, te mostraré lo que debes preparar para el almuerzo.

 

Se dirigieron hacia la cocina, el lugar donde Nora solía estar la mayor parte del tiempo que trabajaba en la mansión. No había explorado la casa desde que había empezado a trabajar allí, no quería parecer entrometida y curiosear en ese lugar tan grande y elegante.

 

—¿El señor Esteban no está? —preguntó al ver que el mayordomo no estaba presente.

 

—No, ha viajado a Canadá para ver a su familia —respondió él brevemente—. Bueno, hablando de comida, la verdad es que no me apetece caviar y no creo que a los Miller les guste tampoco... ¿Tienes alguna idea?

 

La pregunta desconcertó a Nora por un momento, parpadeó confundida.

 

—Eh, ¿Yo?

 

—Sí, no hay nadie más aparte de nosotros aquí —dijo, apoyando todo su peso en el umbral de la puerta—. ¿Qué harías de comer para tus invitados?

 

—Bueno, prefiero algo sencillo. Mi gusto difiere del suyo, señor. No creo que mi opinión sea de gran ayuda —comentó con respeto.

 

—¿Dices que nuestros gustos son diferentes? —la miró frunciendo el ceño y Nora asintió—. Tonterías. Debe haber algo que nos guste a ambos.

 

—Lo dudo —murmuró ella.

 

Capítulo: Conexión Especial 

 

Jeremiah soltó un chasquido.

 

—Estoy seguro de que nos debe gustar al menos una misma cosa a los dos.

 

Ella negó, convencida de que no había nada en común entre ellos, eran muy diferentes en todos los sentidos y eso era evidente.

 

—Eso sería imposible.

 

—¿Por qué? —su pregunta parecía tener otro significado—. Yo creo que no lo es.

 

Lo miró fijamente, dándose cuenta repentinamente de lo cerca que estaban, a pesar de lo espaciosa que era la cocina. El aire empezó a faltar y Nora sintió su cuerpo tensarse ante la cercanía de Jeremiah.

 

—P-por... —balbuceó, sintiendo cómo su corazón latía rápido al darse cuenta de que él se estaba acercando peligrosamente a ella. Bajó la mirada hacia el suelo, nerviosa—. ¿Q-qué hace?

 

Jeremiah tomó uno de los delantales negros que estaba en los cajones de arriba y se apartó de Nora.

 

—Te ayudaré —respondió él.

 

—¿A cocinar? —cuestionó ella, observando cómo él se colocaba el delantal.

 

—¿A qué si no? También me gusta cocinar —se encogió de hombros —. ¿Al final si tenemos algo en común, no?

 

Una sonrisa apareció en sus labios, haciéndolo lucir más joven y relajado. Era una faceta completamente desconocida para Nora.

 

—Pero puedo hacerlo yo misma, no nece...

 

Su oración quedó suspendida en el aire cuando Jeremiah puso uno de sus dedos en los labios de Nora.

 

—Shh, no te he preguntado si necesitas mi ayuda porque estaba seguro de que la rechazarías —alejó su mano, dejando una sensación en la zona donde estaba antes—. Mis empleados no están y te echaré una mano, sería demasiado trabajo para ti si no lo hiciera.

 

—Pero...

 

Abrió la boca para replicar, pero la cerró inmediatamente al ver la mirada de advertencia que le lanzaba su jefe.

 

Suspiró, resignada.

 

—Empecemos —ordenó él dándole la espalda, sin evitar sonreír internamente ante el efecto que causaba en Nora.




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