Querida Hermana te Daré un Hijo

50

—Estarían orgullosos de ambas —agregó Jeremiah.

 

—Sí —afirmó ella.

 

Hubo un breve silencio hasta que Jeremiah habló nuevamente.

 

—Ahora entiendo por qué Dylan se quedó esos cuatro años en Londres, perderte fue el peor error que pudo haber cometido en su miserable vida —sus palabras provocaron una risa divertida en Nora, quien lo miró con diversión.

 

—Creo que deberíamos volver a la cocina, la comida no estará lista a tiempo si no nos apuramos —se levantó de la cama, pero antes de dirigirse a la puerta, miró a su jefe—. Ah, y lamento no haberle hablado de la relación que tuve con Dylan. La verdad es que no vi relevante hablar del pasado.

 

Jeremiah se puso de pie, luciendo mucho más alto ahora que estaba cerca de ella.

 

—No, yo soy el que debería disculparse —se atrevió a decir, dispuesto a ser completamente franco con Nora, o de lo contrario nunca lo haría—. Siento mucho haberlos oído a escondidas, además debo ser sincero, al principio mis intenciones contigo eran otras. Me había acercado a ti para probar si aún le importabas a Dylan y así vengarme de él.

 

—¿Qué? —le dedicó una mirada de estupefacción —. No tiene sentido.

 

—Sí, lo sé. Créeme que me siento tan estúpido por haberme cegado por el rencor y... Usarte para llevar a cabo mi venganza —no fue capaz de mirarla a los ojos al decir aquello.

 

—¿Usarme? —repitió Nora, evidenciando el efecto que habían causado en ella sus palabras —. ¿Es decir que todo este tiempo me has estado utilizando?

 

Jeremiah comenzó a negar repetidas veces. Temeroso de su reacción.

 

—¿Qué? No, no. Por supuesto que no es así, o sea, esa era mi intención pero nunca he fingido, todo lo que te he dicho es cierto. Eres una mujer increíble, talentosa que merece estar en mi hotel y si te he dado el trabajo es porque te necesito —tomó ambas manos de Nora entre las suyas y le dirigió una mirada llena de sinceridad —. He sido un tonto, y entiendo si estás enojada por lo que hice...

 

Nora llevó sus manos al rostro de él y acarició suavemente la mejilla de Jeremiah. En ese momento, Jeremiah la miró intensamente, perdiéndose en sus ojos claros.

 

—Has sido un tonto, pero agradezco tu sinceridad y franqueza. Así que lo pasaré por alto, no debe afectar nuestro presente —le aseguró ella en un susurro.

 

Jeremiah sintió el corazón latir con fuerza en su pecho mientras las palabras de Nora resonaban en su mente. Una chispa de felicidad surgió en su interior al darse cuenta de que ella sentía lo mismo por él.

 

—¿No estás enojada? —inquirió él.

 

—¿Por qué habría de estarlo? No has estado fingiendo nada. Sé que sus sentimientos eran auténticos. Lo pude percibir en sus ojos —señaló, observándolo detenidamente.

 

—¿De veras? ¿Y qué era lo que veías en mis ojos? —se acercó lentamente hacia ella.

 

—¿No lo sabes? Pensé que eras más astuto, pero me has decepcionado, señor —bromeó, colocando las manos en su pecho para apartarlo.

 

No obstante, Jeremiah envolvió sus brazos alrededor de su cintura.

 

—No me llames señor cuando estamos solos. Utiliza mi nombre y, por favor, debes tutearme. Tenemos confianza —pidió él.

 

—De acuerdo, señ... Jeremiah —corrigió rápidamente—. Supongo que me costará acostumbrarme.

 

—Intenta no verme como tu jefe cada vez que estamos solos. Piensa en mí como un hombre común y corriente, como cualquier otro —sugirió Jeremiah y ella asintió.

 

—Supongo que es más fácil así, ¿no?

 

—Hay algo más que podría funcionar —su mirada bajó a sus labios y luego regresó a sus ojos.

 

—¿A qué te refieres? —ella pareció no comprender nada.

 

—Esto —eliminó la distancia entre ellos, permitiendo que sus labios se encontraran nuevamente.

Esta vez en un suave beso que sellaba el comienzo de algo nuevo. El mundo a su alrededor desapareció mientras se sumergían en ese beso cargado de deseo y anhelo.

 

El tiempo se detuvo para ellos en ese momento, y fue en ese beso donde encontraron la confirmación de sus sentimientos. Se separaron lentamente, pero sin alejarse demasiado, queriendo estar cerca el uno del otro.

 

Jeremiah acarició el rostro de Nora con ternura, maravillándose de poder tenerla tan cerca. Ella sonrió, contagiándolo con su propia alegría y dejando atrás cualquier rastro de enojo que pudo haber sentido.

 

—Nora, anhelo explorar lo que hay entre nosotros y descubrir la felicidad en conjunto —susurró Jeremiah, acercándose lentamente a ella para sellarlo con un nuevo beso.

 

No obstante, Zoe irrumpió en la habitación a toda prisa y se detuvo en seco al descubrir a su madre junto a Jeremiah. Frunció el ceño, evidenciando su descontento al verlo allí. Se adelantó hacia ellos, con los brazos en jarras, y preguntó en un tono desafiante.

 

—¿Qué hacen ustedes solos? —su voz los separó de manera abrupta.

 

Nora miró a su hija con una mezcla de sorpresa y enfado. Era consciente de que Zoe no era la mayor admiradora de Jeremiah, pero también sabía que su astuta hija comprendía más de lo que aparentaba.

 

—Cariño, ¿qué te he dicho acerca de no entrar a ninguna habitación? —le recriminó su madre.

 

—Dijiste que solo entraría si estabas allí, pero te busqué por todas partes y no te encontré —le reprochó la niña.

 

Jeremiah se agachó para estar a la misma altura que Zoe y le ofreció una sonrisa amable. Sin embargo, la pequeña no respondió de la misma manera, sino que cruzó los brazos sobre su pecho.

 

—Princesa, tu madre y yo estábamos simplemente... hablando y aclarando algunas cosas. ¿Hay algo que quieras saber? —preguntó, tratando de ser lo más amable posible.




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