Querida Hermana te Daré un Hijo

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—Entiendo. No debe ser fácil para ti. Y es por eso que quería verte, para hablar de... —buscó las palabras correctas, pero en ese momento no estaba seguro de qué hacer ni de qué decir —. Aunque no sea muy bueno consolando, creo que es importante permitir que todo salga. No es saludable guardar todo lo que se siente, solo te hará daño. Y si necesitas tomarte unos días para estar con tu madre, descansar, no te preocupes, lo entenderé.

 

—Le agradezco —murmuró Elliot, y una ligera sonrisa apareció en su rostro, pero se desvaneció inmediatamente al recordar por qué había venido—. Yo... También tengo algo que decirte...

 

—Claro, ¿de qué se trata? No te cohibas —intentó relajar el ambiente al ver que Elliot estaba haciendo un gran esfuerzo para expresar en voz alta lo que le angustiaba.

 

Elliot abrió la boca, pero no salió ni una palabra. Sentía que debía explicar por qué no le había contado antes.

 

—Bueno, verás, es difícil para mí hablar de algo tan complicado y, aunque he buscado la oportunidad perfecta para contártelo, no he tenido el valor de hacerlo. Sin embargo, creo que ahora es el momento de que lo sepas —sus ojos verdes se encontraron con los de Jeremiah, quien lo miraba con expectación —. Hace algunos años, descubrí una verdad que me llevó tiempo asimilar. No podía creer que mi madre me hubiera ocultado la existencia de esa vida que llegó antes que yo. Nunca supe qué había pasado realmente con el bebé, y mi madre nunca habló del tema. Temo que sea un recuerdo doloroso para ella, pero no es justo que... se vaya sin haberlo conocido.

 

La confusión se reflejó en el rostro de Jeremiah.

 

—¿A qué te refieres? 

 

—No soy el único hijo de mi madre —reveló.

 

—¿Estás diciendo que tienes un hermano? —su pregunta hizo que Elliot lo mirara fijamente, asintiendo segundos después—. ¿Y sabes quién es? ¿Lo has encontrado?

 

—He estado más cerca de lo que crees. Pero no he tenido la valentía suficiente para decirle que su madre se está muriendo mientras él ha estado viviendo una vida llena de mentiras —dijo Elliot, la amargura tiñendo su voz —. ¿Cómo crees que reaccionará cuando sepa todo? ¿lo aceptará? ¿Qué harías en mi situación?

 

—Bueno, creo que lo correcto sería... —su oración quedó suspendida en el aire al sentir vibrar su móvil en el bolsillo de su pantalón. Miró la pantalla y leyó el nombre que se mostraba en ella—. Discúlpame un momento, debo atender esta llamada.

 

Elliot asintió con comprensión mientras Jeremiah se levantaba de la silla y salía de la cafetería para responder al teléfono.

 

—¿Bueno? —pronunció Jeremiah al contestar.

 

—Hola, Jeremiah. Es bueno volver a escuchar tu voz —habló una voz conocida al otro lado de la línea, haciendo que él se tensara al reconocerla.

 

—Señor Russell —dijo Jeremiah con intriga.

 

—Pensé que me habías olvidado, muchacho. Pero veo que no es así —comentó el señor Russell con una risa alegre—. Quizás te estés preguntando a qué se debe mi llamada, ¿cierto?

 

—¿Cómo consiguió mi número? —quiso saber Jeremiah.

 

—Ah, se lo pedí a tu madre. Está encantada de recibirme en su casa mientras estoy en la ciudad —respondió el señor Russell—. Me preguntaba si podíamos reunirnos hoy, me encantaría conversar contigo de negocios.

 

Jeremiah miró el reloj y dudó por un momento.

 

—Hoy fue un día muy ocupado —empezó a decir, pero fue interrumpido por el señor Russell.

 

—Es un negocio importante y nos traerá beneficios. Deberías sacar unos minutos de tu tiempo para reunirnos, ¿qué dices?

 

Jeremiah suspiró, considerando su respuesta.

 

—Está bien. Nos veremos allá.

 

—De acuerdo, entonces cenaremos los cuatros en el lugar de siempre —comentó el señor Russell y colgó, sin darle tiempo de responder.

 

Una vez que la llamada terminó, Jeremiah regresó a la cafetería. Sin embargo, al entrar, se percató de la ausencia de Elliot en la mesa donde habían estado sentados. No había rastros de él por ningún lado. Confundido, Jeremiah decidió llamar al Chef, pero su móvil parecía estar apagado.

 

Le resultó extraño no saber por qué Elliot se había ido de repente sin avisar. Consideró la posibilidad de que le hubiera surgido un imprevisto y por eso se había ido.

 

Preocupado, Jeremiah decidió enviarle un mensaje para asegurarse de que todo estaba bien. Pagó por el café que no había ingerido y salió apresuradamente de la cafetería, con la incertidumbre flotando en su mente.

 

Jeremiah caminaba con paso seguro por el lujoso bar, rodeado de hombres y mujeres que exudaban riqueza y poder. Mientras se adentraba en el local, pudo divisar a su madre sentada en una mesa apartada al fondo. A su lado, se encontraba el señor Russell, un magnate de la industria, y a su vez, el padre de su ex novia, Jane.

 

Cuando se acercó a ellos, el señor Russell se levantó con una sonrisa cálida y extendió sus brazos en un gesto amistoso.

 

—¡Jeremiah! Qué alegría verte. Ha pasado mucho tiempo.

 

Jeremiah apenas pudo contener su incomodidad, siempre se había sentido torpe y desapegado al mostrar afecto hacia los demás.

 

—Señor Russell, es un placer. Sí, ha pasado bastante tiempo —dijo separándose de aquel efusivo abrazo, y luego miró a su madre—. Hola mamá.

 

Besó su mejilla.

 

—¿Por qué nos hiciste esperar tanto, cariño? —reprochó Sussan—. Giovanni tenía tantas ganas de verte.

 

—Oh no, descuida. Lo importante es que ya está aquí con nosotros —habló el señor Russell.

 

La mirada de Jeremiah se posó en la pelirroja que parecía igual de incómoda que él. Sus ojos azules no mostraban ninguna emoción en particular, como si el pasado compartido entre ellos fuese solo un recuerdo distante.




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