Nora se encontraba sumida en sus quehaceres domésticos, dedicándose a limpiar a fondo su hogar durante el fin de semana. Cuando de pronto, el timbre sonó anunciando que alguien había llegado. Se dirigió a la puerta y al abrirla,
Nora se quedó petrificada al ver a Jeremiah frente a ella. Observó su atuendo desordenado y se sintió incómoda por la imagen que debía dar. Vestía una ramera blanca holgada y unos shorts desgastados, reflejo de su actitud relajada en casa. Sin saber qué hacer, pasó una mano por su cabello desprolijo intentado aplacar su melena castaña.
—Hola, Nora —saludó él luciendo perfectamente vestido en un traje negro que le quedaba como un guante.
Sus ojos lo recorrieron de pies a cabeza, sintiéndose abrumada por el perfume que emanaba su jefe.
—H-hola, ¿Qué haces aquí? No sabía que vendrías —apenas fue capaz de pronunciar, tratando de parecer relajada.
—Disculpa, no te avisé. Quería verte —confesó dedicándole una mirada profunda que la dejó sin aliento. Pero Nora se recompuso de inmediato—. ¿Puedo pasar?
Dio una rápida ojeada a la sala, el lugar aún se encontraba sin arreglar. Aunque Nora no quería darle a entender que era una persona desordenada, sería descortés no invitarlo a pasar.
—Oh, sí claro. Adelante —a pesar de todo, no tuvo más remedio que hacerse a un lado para dejarlo entrar.
Cerró la puerta tras ella, y se adelantó para esconder el montón de ropa interior que había dejado encima del sofá. No había tenido tiempo de doblar la ropa que lavó en la mañana, y se arrepintió de no haberlo hecho.
—No sabía qué te gustaba así que compré varias tartas de frutas... —dijo Jeremiah deteniéndose a mitad de camino, percatándose del montón de cosas que estaban fuera de lugar—. Espero no haber llegado en un mal momento. Parece que estás ocupada.
Nora llevó las manos a su cuello, incómoda ante la situación en la que se encontraba.
—Oh, no te preocupes, solo estaba... terminando de limpiar un poco. ¿Quieres tomar algo?
—No, gracias. De hecho, he venido a traerte esto y ha invitarte a salir esta noche —le entregó la caja con dulces.
—No debías molestarte. Pero gracias, a Zoe le encantará —le regaló una sonrisa—. Y en cuanto a tu invitación, la verdad
es algo inesperada. Déjame ver si puedo organizarme esta noche y...
De repente, Zoe irrumpió en la sala. La niña, había pasado la mañana entretenida coloreando. Había dado rienda suelta a su imaginación, creando un vibrante dibujo de Jeremiah, quién de repente se había presentado en su casa sin previo aviso, tomándola por sorpresa.
—Mamá, ¿quién ha llegado...? —su ojos se posaron en el hombre junto a su madre—. ¡Jerem!
Corrió a su encuentro, abrazando sus piernas ya que no alcanzaba su altura. Aquel gesto conmovió a Nora al presenciar la felicidad en el rostro de su hija. Le sorprendió verla contenta cuando creyó que su jefe no le agradaba a su hija.
Jeremiah se inclinó hacia delante, para estar a la altura de la niña.
—Hola princesa, que bueno verte —acarició sus mejillas con cariño—. ¿Qué llevas allí?
Señaló la hoja que tenía detrás de su espalda.
—Es para ti, he hecho otro dibujo —mostró los garabatos y figuras extrañas.
—Wow, es... —buscó las palabras para describir lo que sus ojos percibían, aunque no era el dibujo más elaborado que había visto, agradeció por el lindo gesto—. Es un dibujo increíble. Gracias, princesa.
La niña mostró sus dientes, en una sonrisa que se extendió por todo su rostro.
—Zoe, debo conversar algo con Jeremiah. ¿Puedes ir a jugar a tu habitación por un momento, por favor? —habló su madre y
Zoe asintió con la cabeza, retirándose a su habitación—. Creo que le gustas, nunca es así con los demás.
—Nos llevamos bien, es una niña encantadora —comentó mientras doblaba cuidadosamente la hoja y la guardaba en su chaqueta. Luego dirigió su mirada a la castaña—. ¿Y a ti?
—¿A mí qué? —preguntó confundida.
—¿También te gusto? —preguntó con voz suave, esperando ansiosamente una respuesta que confirmara sus sentimientos.
Jeremiah se acercó lentamente a Nora, con la mirada fija en sus ojos.
—Jeremiah, yo... —murmuró mientras jugueteaba con su collar.
Sin embargo, antes de que Jeremiah pudiera insistir, él colocó una mano en su cintura y la atrajo hacia su cuerpo, quedando a solo unos centímetros de su rostro. A pesar de su nerviosismo, Jeremiah no se atrevió a dar el siguiente paso.
—¿Tú...? —le instó a hablar.
Bajó su mirada sintiéndose nerviosa, sin poder controlar sus emociones. Y balbuceó sin ser capaz de formar palabras coherentes.
—Creo que es obvio, ¿no? —lo miró.
Jeremiah iba a preguntar qué era obvio,
pero antes de que pudiera hacerlo, Nora acortó la distancia entre ellos y lo besó. Por un instante, el mundo pareció desaparecer a su alrededor, dejando solo la suave sensación de sus labios contra los suyos. Fue un simple roce, pero causó que su corazón se detuviera por un segundo.
Cuando se separaron, Nora bajó la mirada, ruborizada. Sin embargo, Jeremiah no se conformó con aquel beso fugaz, asi que con determinación volvió a estampar sus labios con los de Nora. El beso duró un poco más esta vez, y mientras se abrazaban, Nora sintió un cálido cosquilleo que le recorrió el cuerpo. La presencia de Jeremiah la llenó de una sensación de calma y alegría que no había experimentado antes. Por su parte, Jeremiah se sintió abrumado por la emoción y la conexión que compartía con Nora.