Nora, tras llevar a su hija al jardín de infantes, decidió tomar un taxi para llegar a tiempo al trabajo. Una vez que se bajó del automóvil, se dirigió hacia el hotel y subió hasta el segundo piso, donde se encontraba el área de cocina. Al entrar, se percató de que sus compañeros estaban reunidos, murmurando entre ellos. Movida por la curiosidad, se acercó para averiguar de qué se trataba, pero una de sus compañeras, Hellen, la vio y abrió los ojos sorprendida, lo que provocó que los demás guardaran silencio al voltear y encontrarse con la presencia de Nora.
—Buenos días —saludó Nora, intentando romper con la extraña tensión que se había instalado en el ambiente—. Eh ¿Qué... Sucede?
Preguntó, sin embargo, los demás la miraban de forma extraña, lo que hizo que Nora se cuestionara si había algo en su rostro o si su ropa estaba arrugada. Pero la razón de las miradas de desaprobación y asombro de sus compañeros era el rumor que Sam, había estado esparciendo.
Sam había contado a todos que Nora y Jeremiah habían tenido una cita, y hasta les mostró la fotografía que había tomado con su celular como supuesta prueba de ello.
—¡Oh, Nora, allí estás! —exclamó la pelirroja—. ¿Cómo te fue anoche?
Nora frunció el ceño.
—¿Anoche? —inquirió confundida.
—Ajá. ¿Cómo estuvo la cena con el director? —mencionó Sam, dedicándole una mirada furtiva al resto de sus compañeros.
Nora sintió como si el aire se volviera denso a su alrededor. Sus ojos recorrieron rápidamente la cara de cada uno de sus compañeros, buscando algún indicio de incredulidad o complicidad. Pero lo que encontró fue desconfianza y rechazo.
—Ah, ahora entiendo —musitó para sí misma.
—Bien, entonces explícate —instó Sam, mientras cruzaba los brazos encima de su pecho—. ¿Al menos pensabas decirnos?
Todos la miraron expectantes, pero Nora se tomó su tiempo antes de responder.
—¿Por qué les diría? No creo... —comenzó a decir pero corrigió de manera calmada—. No, no tengo que explicar lo que sucede en mi vida. Este tema nos concierne solo a nosotros dos...
—¿No es egoísta de tu parte? —interrumpió Sam—. Es decir, desde el primer día que llegaste te tratamos como otra más de los nuestros. Pensé que éramos tus amigos, pero claro, tus intenciones eran otras, ¿no?
—Eso no es cierto —dijo Nora, luchando por mantener la calma y el control de su voz—. Nunca tuve otras intenciones, así que por favor no estés insinuando nada.
—¿Entonces qué es esto? —preguntó Sam, mostrándole el celular con la imagen.
Nora tomó el celular entre sus manos, sintiendo como si el peso de la realidad se estrellara contra ella. En la pantalla, se veía claramente a ella y a Jeremiah, sentados en una mesa íntima de aquel restaurante elegante. La luz tenue del lugar los envolvía, mientras sus risas y miradas cómplices llenaban el ambiente. Era una imagen comprometedora, una prueba evidente de algo que ella nunca había imaginado que sucedería.
—¿Pero qué...?
Las palabras se atascaron en la garganta de Nora mientras intentaba encontrar una forma de explicar lo que veían sus compañeros. Pero, ¿cómo podía hacerlo? ¿Cómo podía mentir y decir que solo se trataba de una simple velada? ¿Cómo podría explicarles que estaba enamorada de un hombre poderoso y atractivo como Jeremiah, sin tener la menor idea de las consecuencias que aquello traería?
Desvió la mirada de la pantalla y miró a Sam, quien parecía estar disfrutando de la situación. Ella le arrebató el celular de las manos.
—Pensé que no te ibas a involucrar con ninguno, pero ya veo que hiciste la elección correcta, la que más te convenía —emitió tajante—. Quizás pienses que el director es buen partido, lo tiene todo, dinero, belleza, poder. Pero créeme que no perteneces a ese mundo, nosotros somos diferentes a ellos y eso no cambiará.
—¿Por qué estás haciendo esto, Sam? —quiso saber Nora, en su rostro se reflejó una expresión dolida.
—Es injusto que recibas un trato mejor que el nuestro solo porque le agradas al director. Todos nosotros nos hemos esforzado durante años para obtener lo que queremos, pero en cambio tú, ¿qué has hecho? —emitió con desprecio—. Apenas llevas pocos meses trabajando en el hotel y ya te has ganado el favor del director. Incluso, te dio la responsabilidad de ser la encargada de cocina.
—¿Qué? ¿De qué hablas? —la confusión apareció en su rostro.
—No intentes fingir que no sabías. El director nos informó esta mañana a todos. ¿Acaso no leíste el mensaje? —señaló el móvil pero Nora parecía perdida.
—Yo no...
Antes de que pudiera articular una respuesta coherente, Nora observó cómo la desconfianza se transformaba en juicio. Las miradas acusadoras de sus compañeros la hacían sentir como una criminal, como si hubiera cometido un delito imperdonable.
—Revisa tu celular y míralo tú misma.
Nora sacó su móvil de la cartera, lo encendió notando inmediatamente la notificación que aparecía en pantalla. Al leerlo, se dio cuenta de que Sam tenía razón, Jeremiah le había dado el cargo de cocina mientras Elliot se tomaba unos días. Aunque no explicaba las razones del Chef, Nora supo enseguida que se trataba por el grave estado de salud de su madre.
—No sabía nada —murmuró Nora, con voz temblorosa—. De verdad no tenía idea...
Pero sus palabras parecieron evaporarse en el aire, sin encontrar eco alguno. Sabía que cualquier intento por defenderse sería en vano, porque las apariencias eran más fuertes que la verdad. Sam había creado una historia que había calado hondo en el corazón de sus compañeros, y Nora se veía atrapada en medio de ese torbellino de rumores y juicios.