Habían transcurrido tres días desde la partida de Jeremiah y Nora todavía no había recibido ninguna comunicación de parte del director. Se sentía desilusionada cada vez que miraba su pantalla y no encontraba ningún mensaje, pero supuso que él estaría ocupado y no había tenido tiempo de escribirle. Intentaba no pensar en lo que Dylan le había revelado aquel día, pero era imposible no sentirse abrumada por la situación en la que se encontraba.
Ansiaba poder confesarle la verdad a Jeremiah, revelarle que Zoe era su hija biológica. Sin embargo, ahora se encontraba atrapada entre la espada y la pared.
Aquella mañana, había estado indecisa sobre si debía contarle a alguien más lo sucedido en aquella clínica. Pensó en alguien confiable que pudiera ayudarla a tomar una decisión acertada, pero no se le vino a la mente nadie en particular. Aunque Elliot había sido un buen amigo, se encontraba en una situación difícil en ese momento y no quería agobiarlo aún más. De hecho, él necesitaba su apoyo y compañía, pero Nora lo había olvidado por un instante.
Antes de dirigirse al trabajo, decidió pasar por la clínica donde estaba hospitalizada la madre del Chef. Consideró apropiado llevarle algo de comida, tenía la sensación de que aún no lo había hecho. Tomó un taxi que la condujo hasta la clínica y no tuvo problemas para encontrar la habitación donde se encontraba la madre de Elliot. Sin embargo, al estar frente a la puerta, dudó si llegar en ese momento era lo correcto.
Estuvo a punto de tocar la puerta cuando esta se abrió, revelando a un hombre cansado con una barba incipiente. Elliot se sorprendió al verla.
—¿Nora? ¿Qué haces aquí? —preguntó con voz ronca.
Parecía haber estado llorando.
—Hola —murmuró ella—. Lamento no haber venido antes, se me han presentado varios inconvenientes. Pero he venido a verte, saber cómo has estado.
—No te preocupes, lo entiendo —respondió él, mirándola comprensivo—. Y para responder a tu pregunta, bueno, estos últimos días han sido completamente agotadores. A pesar de todo, lo estoy sobrellevando.
—Comprendo, no debe ser fácil para ti —emitió mientras le daba una palmada en el hombro, sintiendo su piel delgada debajo de la tela—. He traído algo de comer.
Nora alzó las bolsas de comida.
—Oh, gracias. Aunque no tengo apetito todavía —hizo una mueca y Nora asintió entendiendo.
—No te preocupes, prueba algo cuando tengas ganas. Pero recuerda hacerlo, es importante que te alimentes bien para no enfermar —dijo entregándole la bolsa de comida—. ¿Quieres caminar un rato?
Propuso al ver que Elliot parecía no haber salido de la habitación en días. Su piel lucía mucho más pálida de lo normal, y Nora le preocupó que se enfermara. Él asintió en acuerdo.
Echaron a andar por el pasillo de la clínica, en dirección al balcón, dónde se ubicaron mirando hacia la ciudad. El cielo se encontraba encapotado, sin una sola muestra de luz o color, reflejando así el estado de ánimo de Elliot.
El silencio que reinaba era desolador. Solo se escuchaban los susurros de los pacientes que, como Elliot, buscaban cierta paz en medio de la tormenta emocional que les había golpeado. Su mirada perdida y apagada reflejaba la tristeza profunda que había experimentado, como si cada lágrima derramada hubiera dejado una huella imborrable en sus corazones.
Elliot, con su aspecto desaliñado y ojos enrojecidos por el llanto, se aferraba al barandal del balcón como si fuera su única conexión con el mundo exterior. Suspiraba con pesadez, inhalando el aire contaminado de tristeza que impregnaba el lugar. A su lado, Nora permanecía en silencio, con la mirada perdida en el horizonte, como si tratara de encontrar alguna respuesta que le ofreciera cierta paz.
Luego de unos minutos, el Chef rompió el silencio.
—¿Cómo están las cosas en el hotel? Escuché que jeremiah se ha ido de viaje en busca de un inversionista, ¿Tan grave es la situación? —indagó mostrando preocupación.
Un suspiro escapó de sus labios. Nora no estaba segura de lo que sucedía en el hotel, pero algo le decía que Dylan no mentía en cuanto a la complicada situación del negocio.
—Muy poco sé, pero si no logra encontrar un inversionista que ofrezca la cantidad que se necesita, se verá obligado a cerrar el hotel —comentó, lo último llamó la atención de Elliot.
—No imagino cómo debe se sentirse jeremiah, el hotel lo es todo para él. Su abuelo lo construyó especialmente para mantener el legado de su familia —murmuró con pesar—. Debe ser difícil estar cargando con todo él solo, es tan cerrado y desconfiado que seguro está intentando solucionarlo por sí mismo. No le pedirá ayuda a otros.
Nora ladeó la cabeza, observando a Elliot quién parecía conocer a jeremiah mejor que nadie. Se preguntó si habían sido cercano algunas vez o simplemente decía esas cosas del director por el tiempo que llevaba trabajando en el hotel.
—¿Por qué lo dices? ¿De no pedir ayuda a otros? —indagó curiosa.
—¿Aún no te has dado cuenta? —la miró fijamente—. Si ha tenido que viajar es porque no ha optado por la opción más sencilla. Prefiere renunciar a todo antes que confiar en las soluciones que su madre le ha ofrecido. Ella no es la mujer que todo el mundo cree.
Aquellas palabras despertaron la curiosidad de Nora. Detrás de ellas se ocultaba una razón que la llevó a preguntarse si Elliot sabía algo al respecto.
Minutos después, Nora se despidió de Elliot, prometiendo volver pronto y llevar a Zoe con ella. Sabía que conforme pasaran los días, la salud de su madre empeoraría hasta el punto de tener que tomar una decisión difícil. Debía estar ahí para Elliot en ese momento y esperaba ser un gran apoyo para su amigo.