Querida Hermana te Daré un Hijo

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El avión finalmente aterrizó, Jeremiah había reservado el primer vuelo en la madrugada para llegar a la ciudad lo más rápido posible. Una sensación de alivio se apoderó de su cuerpo, sintiéndose tranquilo por haber logrado resolver el problema a tiempo. De lo contrario, el negocio habría sufrido graves consecuencias. El hotel había estado perdiendo más dinero de lo esperado y no había forma de cubrir esas pérdidas a menos que consiguiera un gran inversor.

 

Jeremiah se había sentido tan desesperado y al borde de un colapso emocional que había considerado la posibilidad de cerrar el hotel y comenzar de nuevo en otro lugar. Sin embargo, su abuelo Malcom le había dejado una lista de contactos para situaciones como esa. Fue así como logró encontrar al inversionista que había recibido un préstamo de su abuelo hace muchos años. El hombre no dudó en ofrecerle ayuda al nieto de su amigo y resolver el problema financiero.

 

De repente, recibió una notificación en su teléfono del abogado. Sacó el móvil de su pantalón y leyó el mensaje de Jong en la pantalla. Le informaba que tenía un asunto importante que discutir en persona.

 

Jeremiah suspiró y decidió responderle más tarde. En ese momento, ansiaba estar con la persona que más había extrañado en días. Después de ducharse, Jeremiah salió de su habitación dispuesto a dirigirse a la casa de Nora. Ni siquiera había tenido tiempo de despedirse de ella cuando ya estaba en camino al aeropuerto y en parte se sentía culpable por no haberle escrito. Pero en ese momento no tenía la cabeza para pensar en otra cosa y solo había estado buscando la solución a la crisis financiera.

 

Se subió al automóvil y condujo hacia la casa de Nora, haciendo una parada en el camino para comprar una tarta de fresa. Era una costumbre que tenía cuando visitaba a alguien, no le gustaba llegar con las manos vacías a ningún sitio.

 

Mientras tanto, Nora estaba concentrada en la pantalla de su móvil, revisando algunos números que aún no había registrado. Después de varios meses sin tener un teléfono propio, había decidido comprar uno para devolver el móvil que Jeremiah le había prestado temporalmente. Desde que lo había conocido, se había sentido en deuda con él. Había estado pendiente de ella y eso era algo que siempre agradecería.

 

Sin embargo, las palabras de Sheyla seguían resonando en su cabeza una y otra vez. No dejaba de dar vueltas al asunto que la había mantenido despierta. Había estado tan concentrada en lo que debía hacer con respecto al padre de su hija, que había pasado por alto un asunto mucho más importante.

 

¿Qué tenía que ver Jeremiah en el incidente ocurrido hace cinco años? ¿Sabía él que Nora era familiar de las víctimas que murieron aquella noche?

 

Miles de preguntas inundaron su mente, pero era incapaz de encontrar respuestas. Se sentía tan abrumada que no podía pensar con claridad.

 

De repente, escuchó unos golpes en la puerta. Curiosa, se levantó para ver quién era, no recordaba haber esperado a nadie a esa hora de la mañana. Era tan temprano que el sol aún no había salido por completo. Se preguntó quién podría ser, pero al abrir la puerta se quedó paralizada en su lugar.

 

—¿Jeremiah? —lo miró de pies a cabeza, como si fuera un sueño.

 

Le parecía irreal verlo allí frente a ella, tuvo que parpadear varias veces para confirmar si era real.

 

—Hola —susurró en medio de una sonrisa ladeada—. ¿Puedo entrar? Me estoy congelando afuera...

 

Hizo una mueca y Nora asintió torpemente.

 

—Oh, sí, sí. Adelante —se apartó para dejarlo entrar a la cálida casa.

 

Pero antes de dar un paso adentro, Jeremiah se acercó a su rostro y le dio un rápido beso en los labios como saludo.

 

—Te he echado de menos —le susurró mientras se alejaba de ella.

 

Nora se quedó sosteniendo la puerta, procesando lo que acababa de suceder. Sentía que sus mejillas ardían y no podía evitar tener el rostro completamente rojo como un tomate.

 

Caminó hasta la sala, donde Jeremiah había tomado asiento en uno de los sofás. Se veía cansado y su semblante indicaba que no había descansado bien.

 

—¿Quieres algo de beber? —ofreció Nora y él asintió—. ¿Café? ¿Jugo? ¿Té?

 

—Un té estaría bien, gracias —le sonrió.

 

—De acuerdo. Vuelvo enseguida.

 

Nora se dirigió a la cocina para preparar el té y soltó el aire que había estado conteniendo sin darse cuenta. Ver a Jeremiah después de tres días sin saber de él la había sorprendido, y aunque lo había extrañado, el estar lejos de él la habría ayudado en ese momento en que sentía que su mundo estaba a punto de derrumbarse.

 

Enterarse de que Jeremiah era el donante de esperma había sido difícil de aceptar, por más que buscara respuestas no lograba encontrar la razón por la que él había decidido hacer una criopreservación de semen. Y por otro lado, estaba el hecho de querer saber si él tenía algo que ver con la muerte de Irena y Oliver. Se negaba a creer en las palabras que había leído en aquel artículo en internet, pero para confirmar que se trataba de un malentendido, debía hablar con él.

 

No podía seguir viviendo con la incertidumbre de qué había pasado aquella noche y por qué el nombre de Jeremiah aparecía en todos los artículos. 

 

Tomó una bocanada de aire antes de regresar a la sala. Nora se acercó a él entregándole la taza de té y se sentó a una distancia prudente. Su presencia la hacía sentir intimidada.

 

Jeremiah se dio cuenta de que algo pasaba, y se atrevió a preguntar la razón de su lejanía.

 

—¿Por qué pareces distante? ¿Ocurre algo?

Nora se despertó aquella mañana con una determinación inquebrantable. Sabía que era el momento de hablar con Jeremiah, y las circunstancias parecían haber conspirado a su favor aquel día.  Habían planeado salir juntos a un lugar especial. Aunque se trataba de una cita romántica, pero sería especial pues  también llevarían consigo a Zoe. 




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