Querida Hermana te Daré un Hijo

72

 

Al llegar al hospital, Nora fue ingresada de inmediato a la sala de emergencias. Al despertar, sus ojos recorrieron el lugar sintiéndose desorientada. Pero los recuerdos llegaron a su mente cayendo como un balde de agua fría.

 

Intentó levantarse de la cama, pero Jong se lo impidió.

 

—Nora, tranquila —la detuvo por los hombros haciendo que ella volviera a recostarse en la cama.

 

Sus ojos miraban hacia todos lados, en busca del dueño de sus pensamientos.

 

—Je-jeremiah, ¿Cómo está él? —balbuceó.

 

Jong apretó los labios en una línea fina, sin estar seguro de decirle la situación complicada en la que estaba su mejor amigo. 

 

—Lo han llevado a emergencia, aún no sabemos nada, Nora—se limitó a decir sin entrar en detalles.

 

La desesperación la embargó, Nora comenzó a sollozar imaginado lo peor. Se sentía culpable por lo que había sucedido, y de solo pensar en lo que podría pasarle a Jeremiah le causó terror. 

 

—Dime que estará bien, por favor... Él debe vivir —pidió en medio del llanto—. Prométeme que estará bien...

 

—Jeremiah es fuerte, él va a estar bien. Te lo prometo —emitió Jong mientras acariciaba su cabello para tranquilizarla.

 

Después de algunos exámenes y cuidados, Nora fue declarada estable y se le permitió descansar. Mientras tanto, en otro sector del hospital, los médicos luchaban por estabilizar la condición de Jeremiah, a quien habían llevado directamente a cirugía debido a la gravedad de su lesión. La vida de Jeremiah pendía de un hilo y los doctores hacían todo lo posible por establecer su recuperación. Su estado crítico tenía preocupados a todos.

 

Elliot y Jong le habían sugerido a Nora que fuera a casa a descansar, pero ella se había negado a abandonar la clínica a pesar de haber recibido el alta. Finalmente, la puerta de la sala de espera se abrió y los doctores salieron para darles noticias. Los corazones de Elliot, Jong y Nora se aceleraron, anhelando escuchar las palabras que tanto esperaban.

 

—Tenemos buenas noticias —comenzó el médico, y un suspiro colectivo de alivio escapó de los labios de los presentes—.  Jeremiah ha mostrado signos de mejoría y su estado ya es estable. Ya no corre peligro de vida.

 

—Oh, gracias —murmuró Nora.

 

Las lágrimas de alegría llenaron sus ojos mientras un abrazo de alivio se apoderaba de todos. La tensión y el miedo que habían cargado durante horas se liberaron en ese momento, dejando paso a la esperanza.

 

Elliot miró al doctor agradeciéndole por su esfuerzo.

 

—Gracias, doctor, muchas gracias —murmuró con voz temblorosa. Finalmente, podía respirar, sabiendo que su hermano estaba en camino hacia la recuperación—. ¿Cuándo podremos verlo?

 

—Ahora mismo pueden pasar a su habitación. Todavía está inconsciente, su recuperación será lenta, pero estamos seguros de que saldrá adelante —respondió el doctor—. Por eso es importante su cuidado y reposo.

 

—Por supuesto. Haremos todo lo que esté a nuestro alcance para cuidarlo —habló Jong.

 

Mientras Nora caminaba apresuradamente hacia la habitación de Jeremiah, Elliot y Jong se acercaron al doctor en busca de más detalles.

 

—Doctor, ¿puede decirnos qué fue lo que le sucedió exactamente a mi hermano?

 

—Jeremiah sufrió un fuerte golpe en la cabeza, al parecer debido al impacto que recibió al caer al suelo. Afortunadamente, no encontramos ninguna lesión grave en su cráneo, pero sí hay rastros de contusiones y hematomas. Lo más importante es que su cerebro no ha sido afectado, lo cual es una buena señal —explicó el doctor y ambos asintieron.

 

—¿Y cuánto tiempo tardará en recuperarse por completo? —indagó Jong.

 

—Es difícil determinar un plazo exacto, pero estimo que con el debido descanso y seguimiento médico, Jeremiah podría estar de regreso a sus actividades normales en unos meses —aseguró el doctor—. Sin embargo, es fundamental que siga todas nuestras indicaciones al pie de la letra.

 

Ambos asintieron, y Jong habló esta vez.

 

—Entiendo. Haremos todo lo necesario para que se recupere completamente. Gracias por su atención, doctor —extendió su mano y la estrechó con la suya.

 

El doctor asintió con una sonrisa y se alejó para atender a otros pacientes. Por otro lado, el largo camino hacia la habitación se convirtió en un pálido recuerdo mientras Nora se aproximaba a la puerta, su corazón latiendo con prisa. La emoción y el alivio se mezclaban dentro de ella, creando una tormenta emocional imposible de contener. Su única preocupación era llegar a su lado, envolverlo con su presencia y asegurarse de que se sentía amado y cuidado en cada momento a pesar de no estar consciente en ese instante. 

 

Al llegar, empujó la puerta suavemente y entró en la habitación, dejando que sus ojos recorrieran cada detalle de Jeremiah. Su mejilla estaba pálida, pero parecía más tranquilo y limpio, ya no mostraba rastros de sangre en su rostro. 

 

Nora se acercó a la cama con pasos silenciosos, su mano rozando suavemente la de Jeremiah. Podía sentir los latidos de su corazón aún débiles pero estables, dándole la esperanza de que todo saldría bien.

 

—Cariño, has pasado por tanto —susurró con tristeza, un sollozo entrecortado brotó de su garganta—. Pero ahora estás a salvo. Estaré aquí contigo, no me apartaré de tu lado en ningún momento.

 

Jeremiah, aún inconsciente, pareció responder de alguna manera, como si su subconsciente pudiera sentir el amor y el cuidado de Nora que trascendían las palabras. Durante horas interminables, Nora permaneció al lado de la cama de Jeremiah, observando con atención cada respiración entrecortada, cada máquina que emitía pitidos. No se permitía apartar la mirada, aferrándose a la esperanza de que él pudiera despertar en algún momento.




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