Querida Hermana te Daré un Hijo

74

 

Final

 

                   Cinco años después...

 

El aroma a humo se filtró por la rendija de la puerta, provocando que Zoe arrugara la nariz, preguntándose qué nuevo invento habría hecho su padre esta vez. Se levantó del suelo con precaución para no arruinar su dibujo y se apresuró por el pasillo, descendiendo las escaleras rápidamente. Tapó su nariz debido al desagradable hedor que invadía la casa.

 

—Papá —llamó, pero nadie respondió.

 

Confundida, se acercó a la cocina en busca de su progenitor, pero solo encontró un caos. El humo llenaba el ambiente por todas partes y el pavo estaba completamente carbonizado. Miró a su alrededor, sorprendida al ver que las ventanas estaban abiertas.

 

De repente, Jeremiah emergió entre la neblina de humo, luciendo un delantal y sosteniendo un extintor. Su rostro estaba cubierto de harina. Al darse cuenta de la presencia de su hija, apretó los labios en una fina línea. Se rascó nerviosamente la nuca, presentía que sería el hazmerreír en la cena.

 

—Oh, princesa... Esto... no le digas a nadie, ¿vale? —suplicó Jeremiah al ver a Zoe petrificada—. Tu madre no debe enterarse, ha sido solo un pequeño accidente.

 

—¿Un pequeño accidente? —repitió la niña mientras observaba el pavo carbonizado en la encimera—. ¡Casi incendias la casa de nuevo, papá!

 

Un suspiro escapó de Jeremiah, sintiéndose inútil por no poder cocinar algo decente por sí mismo. Además, se había negado a aceptar la ayuda de Nora para demostrar que podía valerse por sí mismo y no preocuparla.

 

—Sí, lo sé. Aunque he logrado salvar un poco de esto —señaló el pavo—. Cocinar no es fácil, ¿sabes? Pero con un poco más de práctica, podría lograr platos tan deliciosos como los de tu tío Elliot y tu madre.

 

Se acercó a la encimera y cortó un trozo de pavo. Zoe lo observaba atentamente, sintiendo cierta compasión por su padre.

 

—No creo que a los invitados les guste eso —hizo una mueca de asco.

 

—No te preocupes, solo se pasó un poco de cocción. Aunque sigue siendo comestible —dio un mordisco y lo escupió de inmediato—. Bueno, quizás no tan comestible.

 

—¿Qué harás ahora, papá? Debes encontrar una solución rápida antes de que mamá llegue —dijo la niña con una sonrisa maliciosa en los labios.

 

Jeremiah se dio cuenta de que ella quería aprovecharse de la situación.

 

—Seguro querrás algo a cambio, ¿cierto? —su hija asintió, provocando que Jeremiah soltara un suspiro sonoro—. Bueno, adelante, dime qué quieres. Pero déjame decirte que no podrás ir a ese concierto de K-pop.

 

Apuntó con el tenedor hacia Zoe, quien bufó molesta.

 

—¡Pero papá! —protestó—. Todas mis compañeras de escuela han hecho planes para ir. 

 

—No te permitiré viajar a otro continente para verlos cantar, Zoe. Apenas tienes nueve años...

 

—Tengo diez —corrigió la niña—. Y prometiste hacerlo.

 

—No, no lo prometí. Y tendrás que esperar a ser mayor de edad para viajar sola, ¿entendido? —ordenó su padre, tratando de no ser demasiado brusco pero sin querer ser demasiado permisivo—. Después me lo agradecerás.

 

—Papá, eso no es justo...

 

—Ya lo he decidido, Zoe. Y ese tema está fuera de discusión —dijo firmemente y la niña hizo un puchero para manipularlo—. ¿Qué tal si te llevo a algún lugar? ¿Qué te parece el parque? 

 

Sugirió él al no llegar todavía a un acuerdo, pero Zoe negó con la cabeza mientras cruzaba los brazos sobre el pecho.

 

—Le diré a mamá que has quemado todo —corrió de vuelta a su habitación en busca de su tablet y llamó a su madre, quien respondió unos segundos después.

 

Jeremiah la siguió, intentando evitar que su orgullo resultara herido.

 

—Zoe, no lo... —su frase quedó interrumpida al ver la tablet en manos de su hija—. ¿Qué estás haciendo? No llames a tu madre...

 

Intentó quitarle el dispositivo, pero la niña fue más rápida y lo esquivó, subiéndose a la cama. El rostro de Nora apareció de repente en la pantalla.

 

—Hola, pequeña. ¿Qué sucede? —preguntó curiosa por la videollamada de su hija—. ¿Estás bien? ¿Le pasó algo a tu...?

 

—¡Mamá! ¡Papá ha quemado todo...! —su boca fue cubierta por la mano de Jeremiah, quien sonrió inocentemente hacia la pantalla.

 

—Hola, cariño. ¿Cómo va todo? ¿Dónde está Marlon? —preguntó sin borrar la sonrisa de su rostro.

 

Zoe se quejó mientras su padre intentaba sostener el teléfono con la otra mano para que Nora no se diera cuenta del humo que aún se desprendía en la cocina.

 

—Está con Sofía, se lo ha llevado a ver el acuario. Hemos estado tanto tiempo en pie que me duelen las piernas de tanto esperar. Ya ha pasado más de media hora y Elliot aún no llega —respondió Nora, enfocando sus ojos en el rostro de su esposo—. Oye, ¿Qué tienes en la mejilla...? ¿Qué? No me digas que quemaste el pavo.

 

La voz de Nora sonó amenazante a través del teléfono. 

 

—¿Qué? No, no...

 

—¡Se ha carbonizado, mamá! —intervino Zoe asomándose a la pantalla.

 

Jeremiah logró quitarle la tablet y la miró con enojo. Su esposa lo encontró tan divertido que apretó los labios para evitar reír.

 

—Sí, pero por suerte he preparado dos pavos más, será suficiente para todos —se defendió—. Ya verás que les encantará, no te preocupes.

 

—Terminarán intoxicados —murmuró Zoe en voz baja, pero su madre alcanzó a escucharlo.

 

—Cariño, ¿por qué no le pides ayuda a tu hermano? —propuso Nora, pero Jeremiah negó con la cabeza—. Estaría encantado de ayudarte, lo sabes.

 

—No, arruinaría la sorpresa, cariño. Confía en mí, me hago cargo. Te amo, adiós —aseguró Jeremiah, colgando la videollamada y luego mirando a Zoe—. Oye, pensé que estabas en mi equipo.




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