Epílogo
Había pasado una hora, el tiempo le había parecido eterno a Nora y Sofía quienes habían ido a buscar a Elliot al aeropuerto. El Chef había estado de viaje debido a un proyecto de trabajo que finalmente había culminado, y apenas estuvo listo tomó el primer avión de regreso a su hogar.
El proceso de duelo de Elliot tras la muerte de Marlene lo llevó a viajar a Italia en busca de paz y tiempo para sanar. Pero le surgió una oportunidad para ampliar sus conocimientos, haciendo que se quedara dos años más en la ciudad. Sin embargo, cuando se enteró de la alegre noticia del matrimonio de su hermano, no pudo evitar regresar a Nueva York de inmediato. Aunque había tenido sentimientos románticos hacia Nora, sabía que no debía interferir en el amor que ella y Jeremiah compartían.
Decidió superar esos sentimientos y enfocarse en su sueño de abrir su propio restaurante, el cual se encontraba cerca del hotel de su hermano. Quería apoyar a Jeremiah de todas las formas posibles y después de la muerte de Marlene, ambos habían construido una relación sólida.
En cuanto a la vida amorosa de Elliot, había conocido a una mujer que le había robado el corazón.
—¡Campeón! ¡Qué alegría verte! —exclamó Elliot, sosteniendo a Marlon entre sus brazos—. ¿Me has echado de menos?
—Solo estuviste una semana fuera, apenas se dieron cuenta de que no estabas —dijo Sofía, llamando la atención del chef.
Elliot observó a la amiga de Nora, sintiendo un cosquilleo en su interior. Lucía mucho más hermosa con su cabello corto, que le llegaba un poco más arriba de los hombros.
—Ya, ya. Pero seguramente estuve en tu mente todo este tiempo, ¿verdad? —le guiñó un ojo con picardía.
—Ya quisieras —masculló ella, mientras Nora los observaba con diversión.
—Pues qué triste, yo no lograba concentrarme. Estuviste en mis pensamientos todo el tiempo, preciosa —susurró en su oído, provocando que Sofía se tensara.
De repente, sus mejillas se volvieron rojas. Elliot sonrió triunfal y se dirigió a su sobrino.
—¿Cómo te has portado, pequeñín? —preguntó.
—Supongo que bien, ¿verdad mamá? —miró a Nora y ella pareció pensarlo.
—Solo un poco, pero le has tirado del caballo a tu hermana y no has obedecido a papá —le recordó su madre, y el niño sonrió con inocencia.
—Entonces no lo hiciste —reprochó Elliot—. Te he traído un regalo, pero estarás a prueba durante unos días para ver cómo te portas, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —respondió el niño sin queja alguna.
Los cuatro se dirigieron a la salida del aeropuerto, donde los esperaba el chófer de Jeremiah, quien les ayudó a subir el equipaje al maletero.
—Subiré adelante —dijo Sofía, como una excusa para no viajar al lado de Elliot.
Nora los miró divertida, pero no objetó nada y decidió subir atrás junto a su hijo y cuñado. Durante el viaje, Elliot no apartó la mirada de Sofía y solo esperaba llegar a casa para ver su reacción ante el regalo que le había traído. Por otro lado, Sofía se concentró en la pantalla de su móvil, evitando el contacto visual con Elliot. Le costaba mantener la mirada, pues lo había extrañado mucho a pesar de haberle demostrado lo contrario, pero no se lo haría saber.
Los recuerdos vinieron a su mente, recordando cómo se habían conocido, lo cual le daba nostalgia. Los dos habían terminado trabajando juntos en la decoración de la boda de Jeremiah y Nora. Aquel tiempo compartido había hecho que ambos terminaran perdiéndose el uno por el otro, pero Sofía no se lo había puesto fácil, lo cual le hacía comprender a Elliot que el amor no siempre era sencillo y que necesitaba luchar por ella.
No les llevó mucho tiempo llegar a la residencia. Descendieron del coche, pero Elliot se disculpó por tener algo importante que discutir con Sofía. Ella intentó liberarse de su agarre, pero el chef lo impidió, alejándola de Nora. La castaña tomó la mano de su pequeño hijo y se alejaron de la pareja, sin prestar atención a las miradas reprobatorias de Sofía al no ayudarla. Con una sonrisa jugueteando en sus labios, Nora y Marlon entraron en el acogedor hogar que emitía un extraño olor a humo en su interior.
—¡Cariño, hemos vuelto! —anunció Nora mientras colgaba el abrigo en el perchero.
Jeremiah apareció junto a Zoe, ambos cubiertos de harina, lo cual provocó un poco de risa en el ambiente.
—¡Papá! —chilló Marlon emocionado, corriendo hacia él.
—Hola, campeón —revolvió su cabello suavemente. Frunció el ceño al ver solo a los dos—. ¿Dónde has dejado a tu tío Elliot?
—Se ha ido con la tía a dar un paseo por el jardín —dijo su hijo, sus ojos mirándolo con la inocencia que lo caracterizaba.
Jeremiah compartió una mirada llena de complicidad con su esposa, pero ella hizo como si no se diera cuenta y encogió los hombros.
—No seas tonto, Marlon. Seguro que se están dando besitos de amor —canturreó Zoe, haciendo que su padre se ahogara con la saliva.
Comenzó a toser, volviendo la mirada hacia su hija.
—Zoe —le miró desaprobadoramente por su comentario.
—¿Besitos de amor? —repitió el niño, confundido—. ¿Como papá y mamá?
—Sí —afirmó Zoe sin importarle la fulminante mirada de su padre.
—¡Puaj! ¡Qué asco! —expresó Marlon frunciendo la nariz y el ceño.
Sus padres rieron ante la desaprobación del niño y decidieron darse un casto beso en los labios, lo que hizo que ambos niños se cubrieran los ojos.
—¡¡Aaaj!! —gritaron los dos al unísono.
—Vamos, que los vamos a llenar de besos —dijo Nora acercándose a Zoe.