Querido Diario

Día Uno

13 𝔇𝔢 𝔈𝔫𝔢𝔯𝔬

𝔔𝔲𝔢𝔯𝔦𝔡𝔬 𝔇𝔦𝔞𝔯𝔦𝔬:

Supongo que así se comienza. Tenía este cuaderno guardado en mi armario, enterrado bajo un montón de ropa. Fue un regalo de una amiga de mi hermana mayor, quien ya no está con nosotros debido a algunas personas que solo sabían hacer el mal.
Sé de lo que hablo.
Sin embargo, esa no es la historia que quiero contar en la primera página de este cuaderno.

●●●

Tenía 12 años en ese momento. Estaba parada junto a la ventana de la cocina de mi casa, sosteniendo un vaso de agua en mi mano. Detrás de mí, mis padres conversaban sobre el trabajo de mi papá y los cambios que se avecinaban. Mientras tanto, yo observaba el terreno que se extendía frente a la ventana, sin poder apartar la mirada. Podía ver su reflejo atraves de esta en el pequeño charco de agua a sus pies. Una rama de árbol cubría gran parte de su rostro, pero no su cuerpo.
De repente, escuché la voz de mi padre detrás de mí, lo que me hizo saltar un poco.
—¿Qué estás mirando tanto, Sophie? ,—me preguntó.
Señalé con la barbilla hacia afuera.
—Estoy viendo a alguien allí. ¿Cómo es que no se cae? ,—respondí.
Mi padre me apartó suavemente y se inclinó para ver lo que yo veía. Entrecerró los ojos para enfocar mejor, una cualidad que heredé de él, ya que ambos necesitábamos gafas.
—No veo nada ,—me dijo, sus ojos marrón verdosos mirándome.
Le señalé nuevamente.
—Estoy viendo a un hombre parado en el borde de ese pozo. Por la forma en que está parado, sé que nos está mirando, o a la casa, no importa qué, pero está mirando hacia aquí ,— expliqué.
Mi padre se inclinó de nuevo, pero después de sacudir la cabeza, se alejó.
—No veo nada.
Pero yo sí lo veía.
Aun así, me alejé con la sensación de que aquel hombre me estaba mirando directamente.
●●●

Días después estaba sentada en la barra de la cocina, con mis cuadernos de la escuela frente a mi, la señora que nos ayudaba a limpiar la casa estaba lavando los platos de la comida.

¡¿Sophie?!.

¡En la cocina, mamá!.

Me encantaba la casa, era herencia de una tía de mi madre, era vieja, detrás de las paredes alisadas con semento había adobe, los pisos eran de estilo español, rojo descolorido con flores en la parte de en medio de cada cuadro, los techos de la sala, comedor, biblioteca y recibidor eran altos. La cocina era antigua combinada con lo moderno, rodeada de hoyas de cobre, algunas colgadas en la pared eran de barro, tenia un fogón, al igual que una estufa de aceró inoxidable, un refrigerador moderno, como baldosas antiguas contextura rasposa, en resumen me encantaba.

Mamá entró con una hoja en su mano, sus labios pintados de rojo carmesí estaban tensos, pensé que quizá su día había sido malo en el restaurante del que es propietaria y en sus días de juventud una excelente chef.

Sus pasos titubearon cuando vio a Fiora lavando los trastes.

Hola, Fiora, pensé que ya estabas en casa.

El cuerpo delgado de Fiora se volvió un poco para ver a mi madre.

Hola, Dalia, solo término esto y me voy.

Esta bien —me miró—. Cuando termines de hacer tu tarea, quiero que vengas a buscarme.

Claro, ya casi termino.

Se fue, Fiora regreso con su trabajo y yo con el mío o al menos eso intente, cuando estaba por leer el siguiente texto del libro de historia de reojo noté a alguien parado en el mismo sitió de hace algunos días.

Deje mi libro en la isla y me puse de pie, la ventana estaba justo por encima del fregadero, tuve que hacer a un lado a Fiora la cual protestó un poco, pero no le puse atención, en su lugar mis ojos conectaron con los del hombre, ahora podía ver su rostro.

Rasgos delgados, piel blanca, cuerpo alto, esbelto, con un pantalón color caqui, camisa blanca y un sombrero elegante del mismo color que el pantalón. Parecía molesto, triste, quizá incluso un poco confundido.

Mi primer pensamiento fue que estaba guapo y joven.

¿Ángel?, ¿Qué estas viendo?

A Fiora le encantaba hablarme por mi primer nombre, a mi me parecía un poco molesto.

¿No lo estas viendo?.

¿A quién?

Me hizo a un lado con sus manos arrugadas, pero algo dentro de mi me dijo que no lo vería así estuviera parada en el mismo lugar que él.

A ese hombre, parado del otro lado.

Yo no veo nada —me miró como si estuviera un poco loca, pero estaba nerviosa —. Ahora deja que termine, ya me quiero ir, me siento un poco cansada.

Claro.

Me hice aún lado y continúe con mi tarea.

Ese mismo día, pero en la tarde noche, mamá se acercó de nuevo, en esta ocasión yo estaba parada frente a la ventana.

No veía a nadie.

Angel Sophia Lombardi, te estuve esperando y nunca me fuiste a buscar.

Parpadee, pero no me alejé.

Lo siento.

Quiero que veas algo —me quede en el mismo lugar, mamá se acerco, invadió mi vista cuando coloco frente a mi una fotografía, una que me hizo saltar— Su nombre era Daniel, tenia 25 años y era novio de la hija mayor del hombre que construyó esta casa.

Pensé que la casa era de la familia.

Mamá sacudió su cabeza, yo tome la foto.

Al principio no lo fue, paso a la familia para cubrir una deuda del dueño original —sacudió su mano—. Eso no importa. Lo que te quiero contar es que el chico de la foto fue novio de la hija del primer dueño. Investigue y supe que paso en una de las últimas fiestas que se hizo aquí, él chico era guapo, pero humilde por lo tanto no fue aceptado por la familia de la novia. En esta fiesta se planeo anunciar el compromiso de la hija mayor con otro hombre, para eso se le invitó, con la intención de que escuchara cuando lo hizo salió de la casa, su ahora ex detrás de él y detrás de ella su prometido. Supongo que fue una pelea, no se como paso, pero el prometido junto con unos amigos golpearon al pobre chico, uno de ellos azotó su cabeza justo en esa roca, murió al instante y muchos dicen que incluso se sospecha que su cuerpo sigue ahí. El prometido era hijo de alguien importante, nadie quería verse involucrado en algún problema con gente de la alta sociedad en ese entonces.




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