Querido Diario

Día ocho

9 𝓓𝓮 𝓕𝓮𝓫𝓻𝓮𝓻𝓸.
 


𝒬𝓊𝑒𝓇𝒾𝒹𝑜 𝒟𝒾𝒶𝓇𝒾𝑜:

A pasado unos días desde la ultima entrada es extraño como alguien se interesa en nosotros y olvidamos a los primeros que nos extendieron una mano en tu caso una hoja vacía.

Lo siento, pero es que Gabriel a estado todos los días en mi casa. Es extrañó, a veces siento que solo es para comprobar que no estoy enloqueciendo o comprobar que no oculto algo. Una de esas veces me quede dormida mientras veíamos Ridiculousness en mi sala de estar, en mi regazo un plato de Yogurt de fresa con plátano picado, con dos cucharas en su interior. Gabriel sentado con ropa cómoda a mi lado, su tobillo izquierdo apoyado en su rodilla derecha, yo sentada estilo indio, podía ver el cansancio en sus hermosas facciones y sabia que tanto su madre como Olivia le estaban quitando energía.

—Puedes decirles que se vayan.

Gabriel dejo de ver la pantalla para verme, sus labios estaban extendidos en una enorme sonrisa.

—¿Quién?.

—Tu mamá y Olivia, se pueden ir, tendrías que decirles que te están debilitando, tu mamá entendería, Olivia... Quizá ella no, pero al menos ayudarás a cruzar a tu mamá.

—¿Por qué se escucha como pregunta cuando dices cruzar?.

—Yo no soy Melinda Gordon, esto no es Almas perdidas donde puedo ver la luz después de que ellos se van —subi un hombro—. No estoy segura que pasa después de que se van, solo ya no los vuelvo a ver.

—¿Por qué no le dices que se vaya?

Parpadee para alejar el sueño, podía sentir como comenzaba a llegar después de dos días sin poder dormir.

—Ella es la única que me entiende, no puedo decirle que se vaya, si ella lo hace...

—Estarías bien, tu dolor de cabeza es por ella, lo sé.

—Lo es, pero estoy dispuesta a soportarlo.

—Yo también, quizá no pueda ver a mi madre, pero saber que esta aquí conmigo —asiente—. Es bueno.

Bostezo.

—A diferencia de mi, tu trabajas —señalo su casa—. En donde tienes que estar despierto, activó, al menos que quieras una bala en la cabeza.

—Quizá es lo que quiero.

Nos quedamos en silencio, mirando los ojos del otro, una pequeña punzada apareció en mi pecho.

Señalé la puerta.

—Entonces deberías irte, no voy a permitir que me hagas desear verte todos los días. Que te quiera como mi amigo, para después recibir la noticia de que estas muerto —hice una mueca de dolor —. O peor, que yo te vea... No creo soportar otra perdida de un amigo, ya tuve dos, otra no puedo.

Bajó su mirada a mis labios, después a mis ojos.

—Eres demasiado honesta, Sophie, pero no te preocupes no me va a pasar nada, en todo caso —estiró su mano y frotó su pulgar en mi mejilla, casi me incline a su toque —. Yo te aceptó como mi amiga no me voy a ir. Vive con ello.

Después de eso me quede dormida, fue de sorpresa, solo alcancé a ver como sus ojos se abrieron antes de alcázar mi cuerpo inerte con sus brazos.

۞
 


Piper me sonrió mientras me encontraba en su camino de entrada, su piel morena sonrojada, su cabello corto cubría su frente, su cuerpo un poco gordito se topo con el mio demasiado delgado.

—¡Tonto!.

—¡Lo siento, no tengo frenos!.

Nos reímos y corrimos hasta el bosque, mi mochila con ropa y comida golpeó mi espalda con cada trote.

Nuestros padres nos dejaron ir al lago que estaba en medio del bosque, tenía una pequeña cascada que no estaba honda y podíamos nadar sin miedo de ahogarnos, Piper me sonrió, sus dientes blancos se destacaron por su color de piel.

—¡Vamos tortuga!.

Reí y trate de alcanzarlo, teníamos 13 años, a pesar de que él era mucho más pesado que yo, corría más rápido.

Alcanzamos a llegar al río.

Su respiración lleno el silenció.

—Rayos, tengo una pésima condición.

—Tienes que bajar de peso, ya te lo dijo el médico.

—Nah, entre más gordito mejor, las chicas prefieren los hombres grandes.

—Eres un tonto, Piper —saque mi camisa de mi cuerpo, me quede sólo con una camisa sin mangas—. El último se queda sin coca cola.

Salte al lago y Piper soltó una maldición.

—¡Tramposa!

Reí cuando salí del agua.

Él era mi mejor amigo y yo el de él, desde preescolar, incluso nacimos el mismo día, siempre habíamos estado juntos y en su mayoría compartíamos todo, incluso nuestras comidas.

Ese día, fue un día perfecto.

...

—Tortuga —el suave susurró me despertó, pero no abrí mis ojos, escuche como mis padres abrían su puerta cuando el timbre comenzó a sonar —. Tortuga, despierta... Tengo miedo.

Me hice una bolita en mi cama, el dolor de cabeza punzó detrás de mis ojos, el frío envolvió mi cuerpo.

Él no.

—¿Por qué no te despiertas?

Lágrimas calientes bajaron por mis ojos cerrados hasta llegar a mi almohada, las pisadas de mis padres en el pasillo se hicieron más fuertes conforme se acercaban a mi puerta.

—Mis padres me ignoran, Tortuga, tengo miedo.

Un suave sollozo salió de mis labios, mi puerta se abrió y pude ver a través de mis párpados cerrados como la luz se encendió. Cubrí mis ojos con mis manos y me deje llevar por el dolor.

—Hija.

—¿Como murió?.

Mamá se quedo en silencio, entonces sentí su peso hundir mi cama.

—Le dio un paro cardíaco, sus padres se despertaron por el ruido que hizo cuando dejo caer un vaso de jugó... No pudieron hacer nada, lo siento.

—Hoy fui al lago con él, mamá, le dije que tenia que bajar de peso —no abrí mis ojos, sabia que seguía ahí, pero no quería verlo.

Él no.

—Lo se, hija, pero él no quería, no podíamos hacer nada.

Mi cuerpo tembló mientras el dolor se extendía por todo mi cuerpo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.