Querido Diario

Día Once

16 𝓓𝓮 𝓕𝓮𝓫𝓻𝓮𝓻𝓸..

𝓠𝓾𝓮𝓻𝓲𝓭𝓸 𝓓𝓲𝓪𝓻𝓲𝓸:

Los sentimientos eran algo que continuamente se viven en el ser humano. El miedo, la alegría, el enojo, cansancio. Amor, y el odió, todos esos sentimientos viven en mi, oprimen mi interior pidiendo a gritos que los deje salir.

Pero e aprendido a callarlos, casi nunca dejó ver si algo me afecta y pocas veces pongo emoción a mi rostro o vos.

Si algo hace débil al ser humano esos son los sentimientos. No digo que no nos permitamos tenerlos, lo que digo es que no dejemos que las personas los vean y menos si esas personas no son cercanas a ti.

Al día siguiente que fui al lugar de mamá salí de casa a las 9 de la mañana. Mis ojos ya se sentían agotados y lo único que pedía mi cuerpo era volver a la cama, pero sabía que dormir no era algo para mi.

Con el llavero colgando en la punta de mi dedo índice comencé a caminar a la puerta de la calle, incline mi cabeza para acomodar un auricular inalámbrico en mi oído, en ese momento fue cuando me percate de Olivia parada del otro lado de los arbustos. Me detuvo, en lugar de caminar a la puerta, camine hacia ella.

—¿Qué haces aquí? —miro sobre su hombro así que naturalmente hice lo mismo. La casa estaba en silenció, pero sabia que Gabriel descansaba hoy —, ¿Pasa algo?.

Sacudió su cabeza, sus ojos melancólicos me miraron como si yo fuera la muerta.

—¿Por qué mi madre no me puede ver como tú?.

Mi corazón se oprimió un poco.

—Olivia, ¿Has ido a ver a tu mamá?.

—Sí, le grite, pero ella no me escuchó, quiero decirle que estoy bien.

—¿Sabes donde esta tu cuerpo?.

—No puedo recordar nada, sólo se que estoy muerta porque la mamá del policía lo dijo, antes sólo quería ayuda de él —señaló la casa de Gabriel-, pero no me escucha, así que lo seguí.

—Te a pegaste a él.

Abrió su boca para responder, pero entonces salió Martha mirándome como si estuviera loca. Su culo apenas cubierto por la misma si no me equivocó camisa que Gabriel llevaba el día anterior en el restaurante.

Olivia me miro como si yo fuera la esposa y acabara de descubrir a mi esposo con otra.

—Salí, cuando ella entro. No me gusta.

—Ya somos dos.

Martha me fruncio su frente, sus ojos mirando lo que me rodeaba.

—¿Con quién hablas?, te vi desde la ventana hablar con alguien, pensé que a lo mejor estabas hablando con un intruso, pero...

—... De acuerdo, entonces hablamos luego, adiós.

Saque mi teléfono del bolsillo de mi sudadera y fingí colgar.

Señale del otro lado de la propiedad de Gabriel, él cual salió justo detrás de la mujer, su rostro al verme se dreno de color.

Como si fuera mi esposo atrapado siendo infiel.

—Me pareció ver a mi gato, me acerque para asegurarme que era él —mi vos no se altero y mi rostro podía asegurar que era completamente indescifrable, lo cual estaba bien, porque yo no tenía gatos, señale mi oído o más bien el auricular en el—, estaba hablando con un amigo. Con él hablaba.

Mire la hora en la pantalla de mi teléfono.

—¿Encontraste tu gato? —regrese mi atención a la pareja, Gabriel estaba rodeando la cintura de Martha, su barbilla recargada en su hombro, sus ojos me decían que sabia que estaba mintiendo, él sabia que yo no tenia mascotas—, ¿O necesitas una mano?.

—No, gracias, no era mi gato, era una rata, deberías checar mejor que dejas meter adentro de tu casa -me volví para alejarme —, podrías estar apunto de tener una molesta plaga. Ahora me voy, tengo que ver a una persona.

—¿Persona?, ¿Quién?.

¿Por qué quiere saber?

Suspirando volví a girarme para verlo.

—Una persona que me va a ayudar, que no se va a quedar sólo mirando y juzgando como idiota —la adrenalina de repente ensordeció mis oídos —, alguien que no va a llamar a la policía. Una persona con la que podré hablar libremente sin temor a lo que piense —mire de uno a otro, Martha mirando nuestra interacción. Gabriel tenia su mandíbula apretada —, que tengan buen día, adiós.

Si dijeron algo, no escuche, encendí la música en mi teléfono, jale mi gorro y camine de vuelta al camino de mi casa.

•••

Me pare frente a un edificio de tres pisos, sabia que el primero era una agencia de viajes, el segundo el despacho de un paisajista y el tercer piso, el departamento del paisajista. Entre por la puerta principal, pero en lugar de ir a la recepción de viajes camine al pequeño pasillo con escaleras las cuales me llevarían al segundo piso.

Subiendo de dos en dos, me encontré rápidamente con otra recepcionista sólo que esta un poco menos formal que la de abajo, me acerque a ella.

—Hola, buen día, tengo cita con Teo Bruce.

Me sonrió, dejándome ver unos dientes con braque's color azul claro.

—¡Buen día!, voy adivinar que eres Ángel Sophia Lombardi.

—Esa seria yo.

—Teo te esta esperando —señaló detrás de ella, una oficina con ventanales de espejo, se alzaba frente a nosotras, la puerta estaba cerrada, pero podía sentir que Teo estaba mirando directo a nosotras—, puedes entrar directamente, ¿Quieres un café?.

—No, gracias.

Asintió y volvió a mirar la pantalla de su ordenador.

Caminé con zancadas, con la imagen de una persona que no tiene nervios, pero podía sentir como mi estómago y pecho daban vuelcos cada vez que me acercaba a la puerta. Quería verlo tanto como no quería hacerlo, una parte de mi sabia que estaba cometiendo un error, pero no podía detenerme así que cuando mi mano rodeo el picaporte lo gire sin ninguna vacilación.

Un aroma florar fue lo primero que percibí. Después el cuarto insonoro, podía escuchar ruidos de autos detrás de mi, pero nada que proviniera del interior. Lo tercero fue al hombre atractivo parado frente a una mesa de madera gris claro, estaba mirando unas hojas extendidas por todo el escritorio así que quizá él no me estaba mirando como yo había sentido.




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