Querido Diario

Día Trece

5 𝓓𝓮 𝓜𝓪𝓻𝔃𝓸.

𝒬𝓊𝑒𝓇𝒾𝒹𝑜 𝒟𝒾𝒶𝓇𝒾𝑜:

Lamento haberte abandonado por tanto tiempo, pero en serio no fue intencional, voy a explicarte qué paso para que te dejara en consecuencia tanto tiempo. Todo comenzó el lunes, un día después de que Teo y yo nos encontramos en el cementerio.
Sabes lo agotador que puede ser llevar este ritmo de vida. A veces, desearía ser una persona normal, una chica que sale con amigos, que trabaja y cuyas noches en vela son porque está de fiesta con un chico. Pero no, hace años que no tengo un novio, y aún más tiempo que no tengo amigos. Me volví solitaria, quería evitar sentir lo que había sentido en el pasado. No quería que nadie me visitara en la madrugada para preguntarme por qué sus padres no podían verlos. No quería sentir el dolor que experimentaría una vez que los perdiera.
Puedes llamarme egoísta, yo lo llamo un modo de supervivencia. No quiero experimentar lo que es perder a alguien a quien amas demasiado. Ya tengo suficiente con saber que algún día perderé a mis hermanas y a mis padres.
Levanté la vista al cielo, abrazando mis rodillas contra mi pecho, mis manos sosteniendo mis brazos. Estaba a punto de amanecer y las estrellas apenas se podían ver. Apoyé mi mejilla en mis rodillas, permitiéndome ver el amanecer, los colores anaranjados con un toque de amarillo y la oscuridad de la noche. Los sonidos de la lluvia, las aves, el ronroneo de un gato, el crepitar de una fogata y una suave melodía de piano en mis oídos a través de los auriculares, eran lo que me permitía estar en paz a pesar de no haber dormido en toda la noche.
A las seis y media de la mañana me levanté, casi salté de sorpresa al ver a Gabriel parado a dos pasos de mí. Pausé los sonidos y lo enfrenté, la paz se desvaneció con la noche.
—¡¿Qué demonios haces ahí parado como un fantasma?!, me diste un susto de muerte.
Llevé mi mano a mi corazón, mis ojos bajaron a sus manos.
—Parecías estar tranquila, así que no quise interrumpirte.
Examinó mi rostro, como si estuviera evaluándome después de haber recibido una paliza.
—Qué considerado, ¿Por qué tienes un gatito?
Sonrió de lado.
—Cuando estaba corriendo, encontré una caja con este pequeño amigo —lo extendió hacia mí, sin pensarlo lo acepté, era un gatito tricolor, negro, blanco y amarillo—, recordé tu gato y pensé que podría ser este.
Mi sonrisa inicial se desvaneció, en su lugar mis mejillas se sonrojaron.
—Gracioso, ¿Es para mí?
—Sí, a menos que no lo quieras, entonces...
—Me lo quedo, —interrumpí—, Teo dijo que sería bueno tener un gato conmigo.
—¿Teo?
Asentí, mis ojos intentando detectar algún parásito aparte de las pulgas que al parecer tenía.
—Es mi amigo, él me está ayudando con algo.
—¿Con qué?
—A entender mi Don —el gatito levantó su nariz, su pequeño maullido me hizo sonreír —. Eres tan hermoso.
—Hermosa.
—¿Qué?
—Es hermosa, no hermoso.
—Gracias por traerla, a veces me siento sola, es bueno tener compañía —me incliné y tomé mi teléfono —, tengo que irme. Por cierto, ¿Han sabido algo de Olivia?
Gabriel pasó sus manos por su cabello, que estaba comenzando a crecer.
—No puedo hablar de eso, es un asunto policial.
—Entiendo, entonces solo responde esto, ¿La están buscando como desaparecida o están buscando su cuerpo?
—Su cuerpo.
—¿Mi padre es sospechoso? —tuve que inclinar mi cabeza para poder ver sus ojos, pude ver cómo tragaba saliva—, aún no he olvidado que tú y Rafael se hicieron pasar por proveedores de material de construcción, yo no he dicho nada, pero sabes que si decido decir algo a mi padre, su plan se termina.

Entre cerro sus ojos, su mandíbula se movió.

—¿Por qué no lo has hecho?

Baje la mirada, su sudadera gris claro estaba sudada del cuello, su piel brillaba por el sudor, sus piernas cubiertas por un viejo pantalón de chándal gris, no pude evitar ver el bulto entre sus piernas.

Tragué saliva y desvié la mirada.
—Lo amo, amo a mi padre, pero si es sospechoso de un asesinato, no lo protegeré —me giré sobre mis talones, sabiendo que mi madre no tardaría en despertar—, así que no te preocupes, no diré nada; sin embargo, no lo lastimen o acusen sin tener pruebas.
—Sophie —lo miré por encima del hombro, había dado pasos hacia mí, podía sentir su calor, oler su aroma y ver el rubor en sus mejillas—, ¿A qué te referías cuando dijiste que a veces te sientes sola?
—Mi mejor amiga es una anciana de 70 años que vive en mi casa, la relación más cercana que tengo con un hombre es por teléfono, y aun así solo somos amigos. Cuando alguien comienza a interesarse en mí, siempre aparece alguien mejor y lo aleja. No trabajo y apenas salgo de casa lo suficiente como para comprar las cosas que necesito —podía escuchar el ruido en el interior de mi casa—. A veces me siento tan sola, que bien podría morir y mi cuerpo sería descubierto solo por el hedor de la putrefacción, un mes después de mi muerte.
Gabriel agitó su cabeza, mechones húmedos golpearon su frente.
—Eso no es cierto, ahora somos amigos, Rafael también lo es, si lo permitieras, Martha también lo sería...
—No te ofendas, Gabriel —lo interrumpí —, pero tienes 35 años, Rafael quizá tiene la misma edad y Martha es un año mayor que Kate, yo tengo 24 años, no encajo en tu pequeño grupo.
—Y este chico, Teo, ¿Cuántos años tiene?
—¿Qué importa eso, Gabriel?
—Solo quiero saber si él es tan mayor como yo, o si es lo suficientemente joven para poder tenerte.
Incliné mi cabeza y me volví por completo hacia él, estaba confundida, tenía sueño, quería bañar a la pequeña gatita que se acurrucaba en mi pecho, tenía que lavar mi ropa y esperar a Teo, no podía entender por qué parecía tan molesto.
—¿Tenerme?, ¿Quién diablos habla de tenerme?, él es mi amigo, yo solo estoy diciendo que no encajo en tu círculo social.

—Yo creo que...

—Creo que es mejor que ambos nos preparemos para el día —lo interrumpí—, que tengas un buen inicio de semana.
No me volví una vez me giré, seguí mi camino hasta que pude cerrar la puerta principal detrás de mí. Aun así, podía sentir su mirada en mi espalda.
●●●
Dejé el canasto pequeño con la gatita dormida en mi habitación, envuelta en una cobija afelpada. Había logrado sacar todas las pulgas gracias al jabón que mi hermana Meghan había olvidado después de bañar a su perro. Le había dado de comer atún y le pedí a Teo que me comprara comida para ella en su camino a mi casa más tarde. Salí de mi habitación con mi canasto de ropa sucia. Había limpiado mi casa por completo, y lavar era lo último que tenía que hacer antes de continuar con la comida. Bajé las escaleras tratando de ver a Fiora en la cocina, pero no estaba. Me dije que posiblemente estuviera en la habitación de mamá, sacudiendo el polvo inexistente.
Entré al cuarto de lavado, que estaba ubicado entre la cocina y la puerta trasera. Dejé el canasto en el pequeño lavadero y comencé a separar la ropa blanca de la ropa de color.
—¡Fiora! ¿Se está escondiendo?
Nada.
Puse un puñado de ropa blanca en la lavadora, añadí jabón líquido y suavizante de telas, cerré la puerta y la encendí para que comenzara el llenado.
Fue en ese momento que me percaté de que una persona se reflejaba en la baldosa blanca que mamá había obligado a mi padre a poner. Quería que el cuarto de lavado se viera hermoso.
A mí no me importaba y con el tiempo me pareció algo pretencioso, pero ese día no podía saber si estar agradecida o maldecir.
El miedo me abrazó por completo al darme cuenta de que no era un muerto. Su cuerpo cubría por completo la puerta y a menos que pudiera derribar los barrotes de la ventana, no había forma de salir.
Tragué saliva y me palpé los bolsillos del pantalón para sacar el teléfono y llamar a quien fuera. Lo saqué y mi primera y única opción fue Gabriel. Marqué su número.
Llamando a Gabriel ❣.
—¿Qué quieres? Puedes llevarte lo que sea, pero sal de aquí —miré frustrada cómo Gabriel me mandaba directo al buzón. Intenté llamarlo de nuevo, pero se volvió a repetir. Suponía que estaba molesto conmigo—. Llamé a la policía.




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