Querido Diario

Día Diecinueve

17 𝔇𝔢 𝔐𝔞𝔬

𝔔𝔲𝔢𝔯𝔦𝔡𝔬 𝔇𝔦𝔞𝔯𝔦𝔬:

Recuerdo una ocasión en la que mis dolores de cabeza se volvieron recurrentes. En ese momento, mi abuela materna sugirió que visitara a una persona para que me hiciera una limpia. Yo fui totalmente sincera al expresar que no creía en la brujería ni en nada que se le pareciera, y que bajo ninguna circunstancia iría a ver a esa persona. Recuerdo la expresión de mi abuela, las arrugas alrededor de sus labios se acentuaron con claridad al fruncirlos, sus ojos grandes, que mi madre había heredado y a su vez ella me había transmitido, parecían encogerse. En ese momento, pensé que la había enfadado. Mi abuela me preguntó:
—¿Por qué no quieres ir?
Mi respuesta fue simple y clara: yo no creía en la brujería, por lo tanto, no tenía motivos para darle nuestro dinero a una persona así.
—El hecho de que tú no creas en ella —dijo la abuela— no significa que ella no crea en ti.

No me convencieron de ir y deje de quejarme de dolor frente a mi abuela, porque cada que lo hacía ella me solía decir que era algo que a mi me gustaba sentir. Ella es buena, pero una mujer de carácter demasiado fuerte, criada a la antigua.

Si ella me hubiera visto como lo estaba en ese momento sentada en una mesa de madera rodeada de hierbas de olor y amuletos colgados por todos lados creo que estaría satisfecha, pero burlándose de mi a su manera.

Al entrar en la cabaña me sorprendio la diferencia que habia del exterios se percibía una fusión única entre lo tradicional y lo contemporáneo. El espacio estaba diseñado con un enfoque que convinaba elementos naturales con toques de modernidad.
El suelo de madera clara estaba cubierto por una alfombra tejida a mano en tonos neutros y suaves, creando una sensación de calidez y confort. Las paredes estaban decoradas con pinturas abstractas y fotografías de la naturaleza, aportando un aire artístico y relajante al ambiente. La iluminación era suave y regulable, proveniente de lámparas que parecían de diseño moderno y velas aromáticas dispuestas estratégicamente para crear una atmósfera acogedora y tranquila. El aroma a incienso y aceites esenciales llenaba el aire, brindando una sensación de armonía y bienestar.
En un rincón de la cabaña, se encontraba lo que parecía un espacio dedicado a la meditación y la contemplación, con cojines y almohadones dispuestos alrededor de una mesa baja de madera. Plantas verdes y suculentas decoraban el lugar, aportando frescura y vida al ambiente.
Una estantería de diseño moderno exhibía una colección de cristales, amuletos y libros que por lo escrito en los lomos se podia decir que eran de sabiduría ancestral, creando un equilibrio entre lo antiguo y lo contemporáneo. Elementos de tecnología, como altavoces para música relajante y dispositivos de iluminación inteligente, se integraban de forma sutil en la decoración.
En el centro de la habitación, un pequeño altar albergaba velas aromáticas, cuencos tibetanos y una selección de hierbas y aceites esenciales. Un cuenco de cristal lleno de agua purificada reflejaba la luz suavemente, creando un efecto calmante y sereno en el espacio.

—Vaya, tu casa es sorprendente.

Le daba la razón a Rafael y una vez más alejaba la idea de mi cabeza, esa idea donde me enfrentaba a una casa polvorienta y llena de plantas medicinales.
La mujer nos sonrió y siguió con lo suyo, moviéndose con gracia y determinación por su hogar. Finalmente, nos miró y señaló una mesa frente a nosotros.
—Tomen asiento, por favor —dijo—, ¿Les ofrezco algo de beber? Agua, té, tengo también algo más fuerte por si quieren estar menos inquietos.
Por primera vez desde que llegamos, hablé.
—Gracias, pero estamos bien.
Teo continuó.
—Por tu recibimiento, puedo decir que sabes a qué se debe nuestra visita.
—No, pero supongo que es por lo mismo que todos. ¿Quieren un amarre de amor?
—No.
—Yo sí. —Por supuesto, fue la respuesta de Rafael—, pero, ¿qué necesitarías?
Gabriel lo mandó a callar como haría una madre con su hijo, lo miró mal y sentí cómo pasaba su mano por detrás de mí dándole un pellizco.
—¡Idiota!
—Cállate, ni siquiera estás interesado en alguien.
—¡Claro que sí! —señaló a la mujer frente a nosotros—, pero ¿podrías hacer un amarre que sea para ti misma?
La mujer sonrió de medio lado, parpadeó un par de veces como si quisiera despejar su cabeza, miró a Rafael y le dijo.
—Por lo general, los hombres que hablan así son los que tienen que resolver un pequeño problema.
Rafael estaba a punto de responder, pero Teo fue más rápido.
—Deberíamos concentrarnos en lo que realmente importa. —Me señaló—. En el porqué estamos aquí.
—Claro, pero primero me presentaré. Mi nombre es Marie Laveau.
Laveau… Sentía que ese apellido lo había escuchado antes, pero justo en ese momento no podía recordar con claridad dónde.
—Laveau... Laveau —susurré, bajé la mirada a la mesa mientras mi cerebro buscaba en las profundidades donde había visto o leído ese nombre. Entonces lo recordé—. ¿No eres descendiente de la Marie Laveau, considerada una de las mejores brujas?
Marie sonrió.
—Puedo decir con orgullo que sí.
—Nunca imaginé que tendría una descendiente de ella, considerando que solo tuvo una hija.
—Así fue. Nos heredó todo lo que sabemos, no solo sus rasgos.
Gabriel la miró con los brazos cruzados frente a él.
—¿Realmente vas a poder ayudarnos?
En lugar de responder a Gabriel, Marie me miró y dijo:
—Sophia, sé que has estado pasando por momentos difíciles al ver a los demonios a tu alrededor. Estoy aquí para ayudarte a entender lo que está sucediendo y para encontrar una solución juntos.
Me quedé helada ante su afirmación.
—Está... bien... no voy a fingir que eso sea normal —Rafael enderezó la espalda—. ¿Cómo sabes exactamente por qué hemos venido?
—Por algo me buscaron, saben que soy buena en esto.
—¿En serio? A mi parecer, Sophia necesita ayuda profesional, no tus métodos poco convencionales —señaló a Marie—, desde que llegamos, lo único que has hecho es presumir de tu familia.
—Mi conexión con mi familia es lo que nos ayudará. Lo espiritual puede ser la clave para asistir a Sophia a enfrentar a los demonios.
—No podemos simplemente ignorar lo que está sucediendo —añadió Gabriel—, pero tampoco queremos poner a Sophia en peligro. Necesitamos encontrar una solución equilibrada y segura para ella.
Teo puso sus manos en los hombros de Gabriel y Rafael y, con voz calmada, habló.
—Creo que deberíamos escuchar lo que Marie tiene que decir. Su enfoque puede ser diferente, pero si puede ayudar a Ángel a superar esta situación, vale la pena intentarlo.
Sentí las miradas de mis amigos y de Marie, esperando mi respuesta. Entonces noté algo: a pesar de que cuando llegamos el dolor de cabeza era intenso, en ese momento no sentía nada. Además, su casa estaba tan limpia que ningún espíritu estaba presente en su interior. Quizás esa era la señal que necesitaba para aceptar la ayuda o la guía de Marie.
Suspiré.
—Estoy dispuesta a probar cualquier cosa que pueda ayudarme a entender por qué veo a los demonios y cómo puedo detenerlo. Estoy cansada de sentirme asustada, sola y, sobre todo, confundida.




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