Querido Diario

Día Veintiuno

26 𝔇𝔢 𝔐𝔞𝔯𝔷𝔬.

𝔔𝔲𝔢𝔯𝔦𝔡𝔬 𝔇𝔦𝔞𝔯𝔦𝔬:

Ese mismo día que les informé dónde estaba el cuerpo, Gabriel, Rafael y Romeo salieron de mi casa directo a la de Thane, con la esperanza de que no fuera otro engaño de Dilan. Mi madre subió a su habitación para informar a Kate sobre la posibilidad de haber encontrado el cuerpo de su ex mejor amiga, dejándome sola con Teo. Ninguno de los dos hablamos mucho, ambos esperábamos ansiosos a que sonara el teléfono para traernos noticias sobre si habían encontrado el cadáver o si todo era una falsa alarma.

Después de casi cuatro horas de búsqueda en todo el sótano, finalmente Gabriel me llamó para darme la noticia de que habían encontrado el cadáver de una mujer en un estado de descomposición tan avanzado que el forense sospechaba que llevaba varios meses enterrada en ese viejo y polvoriento sótano.

Cinco días más tarde, después de realizar algunas pruebas, se confirmó que el cadáver era el de Olivia. Había sido asesinada con un golpe en la cabeza que destrozó por completo su cráneo. No presentaba más heridas.

Ella no sufrió.

Presencié cómo sus padres lloraban la pérdida de su hija, los lamentos desgarradores de ambos provocaron que todos los presentes en el cementerio lloráramos con ellos. Sentí su dolor tan profundamente que en cierto momento tuve que alejarme.

Gabriel no dijo nada, solo se alejó conmigo y juntos caminamos unas tumbas más abajo de la recién sellada.

Sosteniendo mi brazo izquierdo con mi mano derecha, ambos éramos testigos de cómo el corazón de dos personas se rompía.

—Mi padre me dijo cuando le confesé lo que veía, que debía aceptarlo, de lo contrario, Dios me castigaría por renegar de su regalo —los ojos de Gabriel brillaron, y supe que no era el mayor fan de mi padre—. Pensé que solo intentaba asustarme para que aceptara algo que no quería, pero desde que se lo confesé a mi familia, siento como si todo ocurriera por mi culpa.

—Tú no la mataste, no fue tu culpa.

—Pero la mataron por mi. Mira, ni siquiera creí que lo que me está pasando fuera real, pero otros me buscan y me quieren, se esfuerzan tanto que incluso matan por mí.

—No digas eso —su tono era firme. Gabriel rodeó mi rostro con sus manos, y ese contacto envió pequeñas descargas eléctricas por todo mi cuerpo, me estremecí levemente—. No pediste que la mataran. No sabías nada de ellos hasta hace poco, y además, te quieren muerta también —se inclinó suavemente y besó mis labios con delicadeza, un roce apenas perceptible que me hizo dudar de su realidad—. No permitiré que te lastimen de nuevo.

—¿Es esto una especie de Síndrome de Estocolmo?
Para aumentar la electricidad en el momento, soltó una risa baja.

¿Estoy soñando?

Es difícil alejarse cuando los sentimientos se entrelazan tan profundamente.

—¿Estocolmo? Ninguno de los dos somos el captor del otro —retiró sus manos, y de inmediato mi piel sintió la falta de su cálido contacto—. Nunca te he llamado Ángel. Dijiste que Dilan mencionó que alguien de su secta escuchó cuando hablaba de ti, y que fácilmente dedujeron de quién se trataba al no haber muchas mujeres con nombres unisex. Pero en realidad, eso es mentira. Sé que estás mintiendo, porque desde el momento en que me pediste amablemente que no te llamara así, deje de hacerlo. Por lo tanto, esa parte de tu historia no puede ser cierta. Sin embargo, es verdad que escucharon cuando hablaba de ti, porque desde que te vi por primera vez, no pude dejar de mirarte. Se convirtió en una necesidad constante para mi ser, y cuando ya no pude contenerlo pero tampoco decirlo, Rafael se convirtió en mi confidente. ¡Y vaya molestia que es!

Reí.

—¿Por qué no pudiste decírmelo?

—¿De verdad puedes culparme? Cada vez que intentaba acercarme, podía sentir las olas de tu hostilidad. Y adoro nuestras discusiones, así que no podía evitar provocarte —su sonrisa desapareció y noté cómo tragó saliva—. Pero cuando te vi rodeada de sangre ese día, pensé que había cometido el error más grande de mi vida. Recordé todas las veces que no te dije lo mucho que disfruto verte, lo mucho que me encanta la forma en que tu cabello se ilumina bajo la luz de la luna cuando te sientas en el banco porque no puedes dormir. Lo mucho que me encanta ver tu piel sonrojarse cuando estás enojada conmigo —acarició mi mejilla con su pulgar, y por supuesto, también comenzó a sonrojarse—. Tus labios, de un color fresa, tan pequeños pero llenitos, me provocan un anhelo tan grande de besarlos que cada vez que los veo, siento cómo se me seca la garganta de solo desear probarlos. Me encantan tus virtudes, pero adoro tus defectos, porque sé que tú los detestas... Terminé las cosas con Martha.

Nos quedamos en silencio. Creo que era más porque ninguno de los dos sabía cómo responder, y él parecía esperar una respuesta.

Me alegra que seas feliz. Te lo mereces, Sophie.
Presioné la mandíbula cuando el dolor detrás de mi ojo comenzó a latir. A pesar de eso, sentí una mezcla de emociones: alegría, dolor, ira y miedo al escuchar su voz.

Me giré para dar la espalda a Gabriel. Sus manos fueron directamente a mis caderas, sus dedos presionaron con fuerza.

—¿Quién es?

¿Quién es? Repetí su pregunta, no porque no supiera la respuesta, sino porque ahora sabía que podían tomar la forma que quisieran, por lo que no estaba segura de quién era en realidad.

En un susurro, respondí.

—Olivia. Es Olivia.

Sentí cómo su cuerpo se tensaba. No podían culparnos, ya que nos habían engañado durante unos meses haciéndonos creer que era Olivia quien estaba en su casa.

—Quiero que te alejes de nosotros, Dilan. No te veo, pero créeme, ahora mismo eres el espíritu más afortunado por estar muerto —dijo Gabriel, a unos metros de nosotros los sollozos aumentaron—. Y dile al maldito Thane que, si valora su vida mínimamente, se entregue él mismo, porque si lo encuentro, no será un encuentro amistoso.
Olivia parecía confundida pero también triste, lo que me indicaba que algo era diferente. Tenía que estar segura de que realmente era ella.




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