11 𝔇𝔢 𝔍𝔲𝔩𝔦𝔬
𝔔𝔲𝔢𝔯𝔦𝔡𝔬 𝔇𝔦𝔞𝔯𝔦𝔬:
Sé que debes estar molesto por mi ausencia, pero espero que lo que te conté ayer te haya dado una idea de lo caótico y desastroso que fue todo.
Vamos a avanzar un poco en el tiempo, solo unos minutos, hasta el momento en que me permiten bajar y tomar asiento en el sofá de la sala de estar.
Sentada ahí, observé a Gabriel. Parecía tener una máscara de hierro puesta, porque no podía descifrar qué pensaba.
Así que volví mi mirada hacia Rafael, quien me miraba con un poco de lástima.
—Yo no asesiné a Thane, Rafael. Debes creerme.
—Entonces, ¿qué haces aquí?
—Vine a buscar pruebas que nos lleven a localizar a Thane. —Señalé a un forense que me miró con miedo, lo cual me sorprendió—. Ellos dicen que lo asesinaron en la noche, así que es imposible que yo lo haya matado, ya que ustedes viven en mi casa.
—Ella tiene un punto.
Le dirigí una mirada de agradecimiento a Teo, quien, después de que le enviara un mensaje rápido para explicarle lo que estaba sucediendo, decidió ayudarme.
Rafael presionó el puente de su nariz.
—Podrías haber salido de noche, yo no duermo contigo, — dijo con un tono seco.
Todos, incluida Bernice, miramos a Gabriel. En lugar de confirmar, dejó caer unos papeles sobre la mesa de centro.
Señalo los documentos.
—Es información, tanto de Rafael como mía. La encontramos en la biblioteca de tu casa.
Mis manos temblaban con tanta fuerza que parecía una anciana con Parkinson.
—No, es imposible. Todo lo que sé de ustedes dos es porque ustedes mismos me lo han contado, —dije, dejando caer los papeles. —Tienen que creerme. ¿Cómo... cómo podria saber esto? ¿Quién les dio esto?
La tensión en la habitación era palpable. Se sentía como si el aire se hubiera espesado, cada respiración era un esfuerzo. Bernice se inclinó hacia adelante, sus ojos fijos en mí, como si estuviera a punto de devorarme.
—Todo lo que sabemos, señorita, —dijo con una sonrisa que me pareció sardónica —, es que Thane intentó asesinarla. Y al no lograrlo, lo buscó y le enseñó cómo se hace el trabajo.
—No, él quería asesinarme porque un demonio se lo dijo.
—Claro, tengo que añadir que usted sufre esquizofrenia y ve a supuestos fantasmas, —dijo Bernice con un tono despectivo.
Teo levantó una mano, su rostro se endureció, y sus dedos se apretaron en un puño.
—Un momento, —dijo con una voz firme, cada palabra resonando con furia contenida. —No voy a permitir que le hable de esa manera a Ángel. No me importa si es el Papa, si vuelve a hablarle así, la voy a acusar de abuso de autoridad. —Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho, su cuerpo tenso, y la energía que emanaba no tenía nada que ver con la imagen de niño bueno que solía proyectar. —No olvide que usted no es más que una empleada del gobierno, una que fácilmente puede ser sustituida por otra si se queda sin trabajo. No es nadie, así que cuide la forma en que le habla.
Bernice se burló.
—Y usted, un jardinero que depende de personas que no les gustaría saber que está involucrado con una asesina y una esquizofrénica.
En ese momento mi mirada fue a Gabriel note como frunció el ceño, sus ojos se posaron en Teo, como si estuviera a punto de intervenir.
Pero no lo hizo.
Un escalofrío me recorrió la espalda. Una parte de mí se sorprendió de que hubieran investigado a Teo, pero luego pensé que no debería sorprenderme, después de todo, es amigo de una "chiflada". Justo en ese mal momento note como una sombra se deslizaba por la ventana detrás de mí, escuché una voz masculina susurrar mi nombre.
—Ángel...
Un escalofrío recorrió mi espalda y sentí algo diferente, como si me estuvieran avisando algo.
La interacción de Teo y Bernice hizo que me olvidara de eso.
Teo sonrió con ironía.
—Tiene un punto. Al final, ambos somos gatos, yo de gente que sabe con quien trata y usted una gata del gobierno. Somos iguales, solo que al final cuando nos jubilemos, usted será una gata con atún de por vida.
Bernice y Teo se retaron con la mirada, y algo me decía que la mujer no dudaría en arrestarlo. A mí no me convenía que ambos fuéramos presos.
Me había quitado la mochila hacía un rato, así que con piernas temblorosas me puse de pie. Saqué mi teléfono, con la carcasa de los Cazafantasmas, y se lo ofrecí a Gabriel. Le entregué la mochila a Teo.
—Aquí tienes mi teléfono. Son completamente autorizados para indagar en él. —No me miró, pero sí aceptó el teléfono—. No me importa ser arrestada de nuevo. Lo que me importa es que dudes de mí una vez más, cuando te e comprobado que lo que veo es verdad. —Esta vez sí que me miró y encontré dolor y duda en sus ojos, pero ya era tarde. Extendí mis brazos frente a él—. No voy a oponerme al arresto siempre y cuando seas tú quien me espose y me escolte a la celda de nuevo.
—Sophia, no hagas esto.
Gabriel se quedó mirando mis ojos su rostro lleno de angustia. Sus ojos, que normalmente brillaban con una intensidad cálida, ahora estaban nublados por la duda y la tristeza.
No respondí, simplemente me quedé de pie, esperando a que sacara las esposas y las colocara en mis muñecas.
Cuando lo hizo, juré que me quemaban, que hacían una marca en mi piel. Que el metal frío se hundió en mis muñecas, y un dolor punzante recorrió mi cuerpo. Sentí que el peso de ellas era tan grande que en cualquier momento podría caer de rodillas frente a él. No lo hice, pero me obligué a no llorar mientras me recitaba mis derechos y me escoltaba al exterior. El aire se sentía pesado, como si una nube oscura se hubiera posado sobre mí.
Antes de subir a la patrulla, miré por encima del hombro. Teo y Rafael estaban juntos, pero pude ver que Teo quería golpear a Rafael. Sus ojos estaban llenos de furia contenida, y su mandíbula se tensó. Sabía que estaba a punto de perder el control.
—Habla con mis padres y Kate. Pídeles que vayan a la comisaría. Nos vemos allí.
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Editado: 10.11.2024