18 𝔇𝔢 𝔍𝔲𝔫𝔦𝔬.
𝔔𝔲𝔢𝔯𝔦𝔡𝔬 𝔇𝔦𝔞𝔯𝔦𝔬:
Me fascina cómo los labios de Gabriel tiemblan cuando contiene la risa; ese pequeño tic lo hace menos imponente, más tierno, como un oso adorable.
—Eres increíble, ¿lo sabes?
—No sé de qué hablas —vuelve el tic, se pasa la mano por los labios intentando ocultarlo. Supe entonces que lo amaba—. Solo fue tu encanto.
—Ambos sabemos que tengo el encanto de una roca.
—Ambos sabemos que yo no lo creo.
Lo tomé del brazo, deteniendo nuestros pasos. Me miró.
—¿Por qué últimamente haces cosas que me ayudan a relajarme tanto? —parpadeó, apartó sus ojos claros de los míos, pero vi el brillo, el dolor en ellos. Le sonreí—. Estoy bien, Gabriel, no tengo nada.
Sacudió la cabeza.
—No quiero perderte —me miró de nuevo, casi lloro con él. Solo una vez había visto ese dolor en sus ojos, saber que yo lo causé me dolía tanto como a él. Recordaba la desesperación con la que abrazaba mi cuerpo inerte—. Busqué en internet… leí que cuando te inyectan…
—Deja de leer esas cosas. La mitad son escritos por aficionados con datos falsos. El otro 25% son bromas.
—El 25% —me interrumpió— son profesionales.
—Pero es más probable que leas uno de los no profesionales. —Vi su protesta, así que cubrí su boca con mi mano; su barba rozó mi palma—. ¡Basta! Ambos sabemos que era necesario y que no debía decírtelo.
—Podríamos haber encontrado otra forma. Si me lo hubieras dicho, te habría detenido. Para mí, es mejor vivir con un demonio detrás de ti que una vida sin ti.
Me quedé callada, culpable por un segundo, pero luego recordé mi infancia, la convivencia con espíritus y demonios, y supe que había hecho lo correcto.
—Dices eso porque no lo sabes y me amas demasiado para decir tonterías, pero ambos sabemos que era la única forma de detenerlo, y lo volvería a hacer —golpeé su pecho con el puño para romper la tensión—. Además, no voy a morir y dejar que la administradora te tenga. ¡Ya viste cómo te miraba!
Su cabeza se echó hacia atrás en una carcajada, y mi corazón se llenó de alegría.
Quizá él seguía molesto. Rafael no me habló en una semana, y Teo no dejó de mirarme con la cabeza gacha durante dos.
Pero esto, ser testigo de su risa sin miedo a lo que nos acechaba, me aseguraba que lo haría de nuevo sin dudarlo. Moriría mil veces por ver y escuchar su risa.
Así lo amo.
Así los amo a todos, hasta la muerte.
●●●
Al día siguiente del anuncio de mamá sobre la muerte de Sebastián, Gabriel y yo asistimos a la misa organizada por su madre. Después, llevamos la urna al mausoleo familiar. No había cuerpo; su madre lo había cremado en su pueblo natal, un largo viaje que, según me explicó, no valía la pena hacer con el cadáver.
Asentí.
Mi familia solo ofreció apoyo a distancia. Rafael dijo que no conocía a Sebastián y que no veía razón para ir. Teo se disculpó por su incapacidad de acompañarme debido a un retraso en el trabajo; según una conversación que escuché entre él y Gabriel, dos clientes habían cancelado sus proyectos por la falta de planos que Teo debía entregar. No lo dijo, pero intuí que era por el tiempo que pasaba conmigo desde que nos conocimos. Le dije que estaba bien.
Mamá tampoco pudo asistir por una entrega importante. Mis hermanas, sinceramente, no le dieron más importancia de la que consideraron necesaria; la importancia no alcanzó para acompañar a la familia de Sebastián. Sé que Gabriel no estaba obligado a llevarme, pero lo hizo, y se lo agradecí.
Cuatro horas después, al apagar el motor de su coche en la entrada de mi casa, le hablé antes de entrar a ducharme.
—Hace tiempo leí un poema de un escritor extranjero, español si no recuerdo mal —miré al frente, aunque sentía la mirada de Gabriel en mi perfil—. Todo lo que hemos vivido me recordó una parte que dice: "...En estos últimos años he visto funerales de los peores hijos de perra bañados en lágrimas y halagos... Espero que conmigo sea diferente... Que la soledad de mi vida sea también la soledad en mi muerte."
Miré a Gabriel.
—¿Él obtuvo eso? —pregunto.
Me encogí de hombros.
—No sé qué habría preferido Sebastián, pero ver la iglesia solo con su familia y nosotros me hizo recordar que siempre estuvo solo —dije—. Al principio, la gente lo rodeaba; tenía amigos por todas partes, lo invitaban a jugar en la calle. Pero luego comenzó a drogarse, y poco a poco todos lo abandonaron. ¿Por qué? ¿Por qué somos así? ¿Por qué solo estamos con las personas cuando están en sus mejores momentos, y cuando más nos necesitan, los abandonamos?
—No te incluyas —dijo Gabriel—. Escuché al chico agradecerte por tu amabilidad.
—Eso no significa nada, solo que soy como todos los demás. Bajé la cabeza fingiendo que estaba bien, que no veía cómo su cuerpo se deterioraba poco a poco —miré el último lugar donde él estuvo parado, esperándome; la esquina parecía más oscura—. Usé como pretexto que no éramos cercanos.
—No era tu responsabilidad, Sophie.
Un flechazo de ira me atravesó.
—¡¿Pero quién hizo esa regla?! ¿Por qué todos tenemos esta creencia de que si la persona no es familia, entonces no nos tiene que importar? ¡Es estúpido! —exclamé, y un par de lágrimas escaparon de mis ojos. Las limpié con rabia, porque no tenía derecho a llorar—. Si hubiéramos interferido, en lugar de juzgarlo, mientras todos éramos testigos de cómo el chico que conocíamos iba desapareciendo, estoy segura de que aún estaría aquí. Aún estaría vivo y no reducido a cenizas en un cajón de madera.
La mayoría del mundo no es más que un puñado de hipócritas, y me incluyo en ese puñado, con la diferencia de que yo no creo en ninguna religión. Pero los que sí, asisten a misa cada domingo, tocando puertas para entregar revistas y explicar la Biblia, cantando alabanzas a Dios al ritmo de una guitarra, prometiendo ser mejores y pidiendo salud y bienestar para sus familias. Presumen de conocer cada versículo de memoria, lloran por la guerra, el hambre y las sequías cada vez que lo ven en las noticias, sacuden la cabeza con enojo y piden que paren las violaciones y las matanzas de niños, hombres, mujeres y animales, mientras están sentados en el sofá con una cerveza, agua o café en la mano… pidiendo justicia y preguntando a un televisor de última tecnología: "¿Por qué no para?".
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Editado: 03.02.2025