Para mi querido no amado:
En enero se cumplirán diez años desde la última palabra que cruzamos.
¿Te da cuenta que una década ha pasado y no te he olvidado? ¿Me recuerdas?
Miento.
La última vez que conversamos no fue en enero sino en marzo.
Estaba festejando el cumpleaños de un amigo cuando me atreví a enviarte ese mensaje. Necesitaba saber qué pasaría con nosotros.
No existía un "nosotros"
No fuiste tan valiente como para insultarme de frente y te escondiste detrás de un monitor. Seguramente era más fácil así.
Ese mensaje lo borré, te lo prometo. Agradezco a mi increíble memoria que recuerda cada palabra de los insultos que dijiste hacia mi persona. No pensé en el daño que ocasionaría pero, me esforcé por no darle importancia. Miento de nuevo. Nunca pude olvidarlos por más que lo intente y, ¿sabes qué? No sabía que todavía recordaba como eras hasta que encontré una vieja foto tuya.
Por un momento no reconocí a ese hombre sonriente.
Honestamente, intente olvidarte en muchas ocasiones. Lo prometo.
Este año, tu nombre salió en una conversación. Me enferme de solo leerlo al grado de que termine sobreviviendo en medio de noches de insomnio preguntándome qué haría si nos encontrábamos en medio de la calle.
Afortunadamente no sucedió pero trajo consecuencias.
Afecto mi desempeño laboral, no podía concentrarme temiendo que en cualquier momento entraras por esa puerta, torcerías la boca al verme y hablarías mal de mí hasta cansarte.
Eventualmente dejé mi trabajo, pero, obviamente no es tu culpa.
Hasta este punto, creo que no sabes quién soy. No me interesa.
Desde el momento en que nos conocimos, mi instinto me dijo que no me acercara a ti. Los comentarios eran una clara advertencia de lo que eras pero los ignore. Yo no soy la criticona que creíste. Pensé que era mejor conocerte y alejarme cuando fuera necesario y no lo logré. Entraste a mi vida y pusiste todo patas arriba.
Había algo que me gustaba de ti y ya no lo recuerdo. Esos años, solo quería tranquilidad en mi vida y tú me la brindaste; no te imaginas cuanto me ayudaste a sentirme mejor sin ser consciente de que estabas destruyéndome.
Poco a poco entendí tus matices. No estaba ciega, no era sorda. Entendía lo que buscabas en una persona pero yo, que siempre creí ser fuerte, me volví débil. Eras amable conmigo, me decías lo que quería escuchar y alababas mi talento. Era demasiado para mí y consideré ser importante para ti.
Nunca lo fui.
No sabías nada más que mi nombre y claramente, dijiste que no te gustaba porque era fácil de olvidar. No me llamaste de esa manera con la excusa de no ser cercanos.
Era tu tema de conversación cuando estabas aburrido.
¿Creíste que no lo sabía?
No entendía porque te comportabas así pero no me queje tanto como tú lo hiciste.
Al acercarnos, quería ser tu amiga. Estaba consciente de lo que me esperaba a tu lado, pero no me importo. Es cierto que fui herida pero entre allí por decisión propia. En todo caso es mi culpa no saber elegir.
Estoy segura de que no me enamoré, solo me intrigaba lo que se sentía ser importante para alguien...
Editado: 13.04.2025