Cometí muchos errores.
Era inexperta y dudaba de mi capacidad para asumir un rol en una empresa. Los días pasaban y me desenvolvía, pero hacer trabajos por mi cuenta estaba fuera de discusión.
A lo mejor fue obvio para otros, pero yo no lo quise ver. Sentía una gran presión cuando me asignaban la tarea más pequeña de todas. Sentía que se me iba el aire y quería llorar.
Frente a un mostrador no me iba a comportar así, pero en casa, mi corazón latía como si fuera a explotar y terminaba en lágrimas porque no estaba en mis manos hacer un buen trabajo.
No fue la única vez que sucedió eso y aumento la frecuencia con la que me sentía así.
Mis colegas decían que mis trabajos eran buenos, pero no podía creer en sus palabras. Solo lo decían de dientes para afuera, a mis espaldas hablaban mal de mí frente a los clientes sobre mi incompetencia para resolver problemas.
A veces me estaba asfixiando.
Tomaba trabajos sencillos que me dejaban al borde de las lágrimas. Por muy fáciles que fueran, la presión autoimpuesta estaba causando me daño.
Comencé a sufrir insomnio y mis errores debían ser corregidos antes de que alguien los notara. Quería que el mundo me ignorara porque no tenía habilidades que demostrar.
Me enteré de que estabas en la ciudad y vi a tu portavoz cerca de mi trabajo. Ese día, llore como no te imaginas, no quería verte pero estabas allí.
El portavoz me dijo que me viste mientras estaban de compras. Sonreí tristemente y me fui sin despedirme. No éramos amigos de todas formas. Mi grosería sería su nuevo tema de interés, ¿y qué? Es lo que estaba buscando.
Después de tratarme así, no sé cómo esperabas un buen trato de mi parte.
El siguiente rumor que escuche de mí decía que actúa a orgullosa porque no tenía tantos contactos como parecía y tenía un trabajo mediocre.
Todos presumían de sus puestos, presumían el dinero que ganaban así que yo hacía lo mismo. Sabíamos que sentíamos, éramos recién egresados, no ganábamos mucho.
Todos tomaron distintos caminos, pero al salirme de su grupo, mis andanzas se volvían un tema de curiosidad. Preguntaban por mí personas que no conocían, me mencionaban en pláticas que no tenían relación conmigo o mi trabajo. Querían mantener viva esa llama donde podían sentirse mejor al hablar mal de una persona que supuestamente no se enteraría.
Trate de mejorar y me volví atrevida con mi trabajo. Funcionó un poco, pero cuando recibía esos reclamos que estaban fuera de mis manos, me despreciaba por no demostrar lo buena que era en ese trabajo.
Intenté aspirar a un mejor puesto pero iba perdiendo mi interés.
Eventualmente, dejé mi segundo trabajo porque debía ayudar en mi casa. Use la excusa de que termino mi contrato pero parecía que mi trabajo no estaba al nivel requerido.
Lo que nunca te conté era sobre las expectativas que tuve que cumplir con mi familia. Ellos se imaginaron que tras graduarme trabajaría con los contactos que conocí.
No fue así y te lo agradezco.
Si no hubieras dejado una huella de ese tamaño, quizás me hubieran considerado. Después de conocerlos a ellos, me negaron cualquier trabajo y contacto porque fui cercana a ti.
Pensaron que éramos iguales y, desgraciadamente, tenían razón.
Editado: 13.04.2025