Entrar a la casa Brown, era como entrar a una comunidad muy enérgica, como las calles de Nueva Orleans, donde podías ver algo nuevo en cada esquina, entras por el pasillo, el vestíbulo era espacioso y perfecto para una ambientación tranquila, lleno de retratos de la familia y de un reloj de manecillas que se encontraba sobre la puerta del comedor, mirabas a tu derecha estaba la cocina donde las mejores comidas era preparadas por mi tía y sus ayudantes, a la izquierda eras capaz de ver la amplia sala, totalmente celestina y naranja, donde la alfombra más suave estaba bajo los sillones naranjas de la tía Celia, habían cuatro ventanas, tan grandes que estaba segura que el viento pasaba dentro de la casa como lo hacía entre las flores del sendero, libre y sin problemas, la mesa de tomar té estaba cercana a la mesa de la ventana que guiaba al patio, donde la tetera siempre parecía estar lista para ser tomada, el piano estaba cerca de la ventana que daba al sendero de flores, sí cerca de la entrada, era de madera, era grande y de numerosas teclas, el éxito del piano, lo tenía Audrey, mi segunda prima.
— Has llegado en el momento oportuno —
La casa Brown era como un bálsamo para mi vida, era la tranquilidad misma, perfectamente dispuesta a mí, casi como si cada temporada estuviera con los brazos abiertos a recibirme.
— Nunca me cansaré de venir, tía Celia —
Expresé con una sonrisa de oreja a oreja, ya la señora Hamilton no estaba y yo era singularmente feliz, así que abracé a mi tía con fuerza, todo lo que pude y ella a mí.
— Lily —reía conmigo— sabes que siempre te esperamos con los brazos abiertos —
— Gracias, tía —
No demoré mucho entre los brazos de mi tía, cuando escuche los pasos exasperados y galopantes por las escaleras que descendían a gran velocidad, me separé de inmediato de mi tía, cuando escuché las glamorosas y para nada graciosas voces de mis primas, no demoró ni un segundo más, cuando vi por la puerta de la sala a Jully y Kelly Brown de quince años, corrían con ligereza, con sus vestidos a los tobillos, luciendo como siempre alegres.
Era una alegría contagiosa que imprescindiblemente no podía pasar de mí. Ambas niñas se detuvieron un momento y entre sí se rieron para luego dar una leve reverencia.
— Bienvenida —
— Bienvenida, prima —
Unos modales que no duraban mucho, pues tan solo terminaban la pequeña reverencia, ambas volvían a correr hacia mí riendo para chocar sus cuerpos contra el mío.
— Te extrañamos tanto —
— Cuánto tiempo hemos esperado tu llegada, Lily —
Eran las más pequeñas de la familia, Kelly y Jully eran mellizas de pecas y cabello pelirrojo, pero de gustos algo exigentes.
— Yo también las he extrañado muchísimo, contaba con llegar a verlas —
No tardaban mucho, porque con su belleza eran capaces de obtener todo, como en cuestiones de segundos su singular ternura atrapaba a su espectador, ambas se separaron de mí y sonriendo oportunamente mencionaron lo que tanto esperaban con ansias.
— ¿Nos has traído algo? —
— Por favor que sí —era fácil distinguir a las hermanas, porque tanto Kelly como Jully se vestían de un color singular.
Kelly se vestía de rosado, de cualquier tonalidad, siempre era el rosado, nunca faltaría en su armario. Jully era amante del verde, le encantaba el verde en todas las tonalidades en especial el esmeralda.
Ambas adoran vestirse para la temporada de Otoño y ahora más que recién cumpliendo sus quince años, era la oportunidad perfecta para ellas el entrar en la sociedad de damas.
— Por supuesto que sí, señoritas —
Había traído obsequios a mis primas, a todas ellas, siempre procuraba hacerlo y más para ellas dos.
Busqué en una de mis cuatro maletas y localicé los regalos con solo pensarla— sí, esta es —los regalos siempre venían en maletas apartes, así no confundiría mis cosas con la de ellas, apoyando la maleta en el suelo me dispuse a abrirla para buscar los regalos.
Esta temporada era distinta para ellas y lo sabía, porque no solo significaba que habían florecido, sino que también serían presentadas a la sociedad de Winchester como posibles candidatas a encontrar el amor y casarse finalmente. Lo cuál claramente enloquecía a ambas, porque habían soñado con ello por años.
La caja de regalo de Kelly era rosada y de listón verde, la de Jully era verde y de listón rosa, de esa forma sabría que cada una tenía algo de cada una. Sacando las cajas y dejando la maleta abierta, me encargué de volver sobre mis pies para entregarla a cada una.
— para ustedes, bienvenidas a la vida de una dama —
Chillaron de emoción y mis tímpanos se aturdieron, pero tía Celia las calló— niñas —
— Perdón —ambas se miraron cómplices y tomaron sus regalos con una sonrisa oculta.
— Gracias, Lily —
Eran dulces sin lugar a dudas, solo que a veces sus emociones se disparaban constantemente y no sabían controlar sus gestos e impulsos.
Aún entre ambas y sus apresuradas manos para abrir su obsequios, no pude evitar no notar a Audrey tras de ellas, vistiendo sus singulares tonos fríos, como el celeste, era una damita de diecisiete años, pero no era como sus hermanas menores, Audrey era más resguardada en sus pensamientos, pero tan seria como una joven de su edad llegará a ser, le gustaba el orden y en especial el silencio.