Querido Otoño | El Duque y Yo

Capítulo 18: El Otoño se acaba

— ¿ir con la tía London? —

Al siguiente día, después de una noche caótica y de mi baile con el duque de Cambridge, Ashley permaneció en su cuarto todo el día, sin hablar ni una sola vez o salir de ahí. Traté de conversar con ella, pero en el lapso por intentar a hacerlo solo recibí un silencio incómodo entre ambas, entendí que la charla no era una forma de comunicarnos y que ahora era lo que menos quería.

Pero un día después de eso, finalmente, Ashley se levantó de su cama de mañana y nos acompañó a desayunar a todos en la mesa.

Pesé a todo, la carta del señor Barnes la había dejado en el olvidó, no la había leído, no creía que lo mereciera, no leería ninguna de sus palabras, por eso me aseguré de guardarla, para que no me fastidiará la vista.

— creo que es lo mejor, no estar en lo que resta de la temporada y quedarme con la tía London en Derby, además tiene una linda casa y podría ir a visitar a Jake e ir a los teatros —no quería mencionar que la tía London en su mayoría y no en el mal sentido, no era la mejor idea para tomarla como un espacio de relajación.

Sí, la tía London vivía más acomodada que la familia Brown, era la hermana mayor del tío Charles y siempre que podíamos en Otoño, me tocaba ir con la familia a Derby y pasar el tiempo con ellos allá, por supuesto que la tía London me conocían, era divorciada y con un hijo, pero supo sacarle provecho al divorcio y levantó su propio imperio. Era una mujer excepcional, pero escéptica en cuanto al amor. No aceptaba la idea de que podrías enamorarte de una sola mirada o una cuantas palabras, era muy rígida en cuanto a ese aspecto y también en cuanto a los besos en un noviazgo, era mucho más que eso, si un hombre tenía la delicadeza o el atrevimiento de intentar apropiarse de una jovencita, ella siempre era una chaperona. De hecho, ese era su trabajo, ser una chaperona en los encuentros de la época de Otoño, aunque en otras regiones no era tan presente como en Winchester, sí que se hacían bailes para parejas jóvenes, dónde las damas debían ir con los trajes adecuados para un momento victoriano, ahí, la tía London se involucra y era una de las tantas chaperonas que se quedaban con las damitas para evitar una mala reputación en la mujer.

Además, Ashley se iría, parte de venir a Winchester era porque podía pasar tiempo con ella.

— seguramente llegarás a tiempo para el baile de Otoño —la tía Celia, a todas costa y sin importar qué, siempre hacía lo mejor para sus hijas, aunque muchas veces podía ser cuestionable.

— y podrás a Lady Velton, seguramente London tiene que arreglar todo para la fiesta de noche mañana —el tío Charles también estaba de acuerdo y eso hacía a Ashley estar más segura de la decisión que estaba tomando. Me sentí apartada, me mantuve en silencio, sintiendo que no se estaba haciendo lo que realmente quería hacer, yo quería pasar tiempo con Ashley, pero si se iba, no podría, mi permiso solo estaba en Winchester, no podía ir a Derby sin el consentimiento de mis padres.

Pero casi como un milagro, aquella mañana, mi tía atendió el teléfono, de inmediato la mesa se quedó en silencio y Ashley lucía lúcida frente a la oportunidad de irse, pero yo no quería que se fuera.

— Eh, Elizabeth —mi tía me llamó por mi nombre, su voz baja y su rostro afligido, me preocupo— tus padres deben hablar contigo —eran mis padres.

Me levanté de la mesa de inmediato, mientras tía Celia colgaba el teléfono y yo iba en busca de mi computador para conectarme a la red y hablar con ellos, la tía Celia nunca me llamaba por mi nombre a no ser que fuera algo realmente serio, por un momento tuve la sospecha de que alguien había descubierto mi identidad o que algo había pasado en Edimburgo para ellos tuviera que haberme llamado.

Entre a la computadora y busqué la reunión predeterminada que tenía cuando necesitaba hablar con mis padres y ellos estaban lejos, aún tenía migajas en los labios, así que mientras se conectaba, procuraba quitar todas ellas, de pies y caminando de un lado a otro, espere en el cuarto, encerrada hasta que finalmente se habilitó la sala donde los tres nos vimos de frente.

Ellos sentados en dos sillas, tomados de las manos, yo de pies frente a ellos, era casi como estar ahí, hice una pequeña reverencia ante ellos— madre, padre —y saludé formalmente.

Mamá tenía el cabello recogido y sonreía con sus arrugas hacía mí, me lanzó un beso indiscretamente y saludo— Elizabeth, amor —

— ¿sucede algo? —me impaciente, cuando mi padre se mantuvo en silencio, estaba pérdido en sus pensamientos, hasta que mamá zarandeó su brazo un poco.

Papá tardó en responder, pero lo hizo, sonrió y se acomodó en su asiento— Elizabeth, ¿cómo estás, cariño? —no parecía el mismo de siempre, lucía pérdido.

Por un momento repase en su rostro, pensé en todo lo malo que era posible que sucediera, para que él estuviera así, pero respondí en segundos como reflejó un— estoy bien, ¿por qué me han llamado? —me impaciente.

— ¿acaso no podemos llamarte? —cuestionó papá entrecerrando sus ojos, casi como si tratará de verme en una espesa niebla— Dios santo, esta pantalla está demasiado opaca —comentó tratando de ajustarlo.

Reí amenamente pero tapé mis labios para responder— no padre, es solo que mis cortinas están abiertas, creo que si las cierro, tendrás una mejor visión —expuse de inmediato y cerré las cortinas tras de mí, ocultando el árbol de hojas naranjas que caían y volviendo a ellos en la misma formación— ¿ahora? —




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