Querido Otoño | El Duque y Yo

Capítulo 23: Un baile más

De inmediato se preocupó— ¿le ha pasado algo? —su ceño se frunció severamente— ¿alguien le ha hecho algo? —

— no, no, nada de eso, es solo que ha sido mucho en poco tiempo —masculle riendo nerviosa— yo solo tenía intenciones de venir a la fiesta para estar con mi prima y también, para hablar con usted —

— ¿he hecho algo que la ha infortunado? si es así, hagamelo saber y de inmediato le pediré mis más sinceras disculpas —

Sonreí enardecida de amor, pero negué con la cabeza— no, mi señor, no es nada de eso, solo quería hacerle saber que he leído la carta, finalmente —

Titubeo— ¿la leyó? —y asentí ante su pregunta— ¿cuándo? es decir ¿qué piensa de ella? de mí… —guardó silencio cuando se empezó a tensar.

— Bueno —me faltaba el aire, pero respiré hondo y me compuse de inmediato, pero en cuanto lo hice algo vino a mi mente, como un flujo de culpabilidad, como algo mediático.

Debía dejar de ser Lily, mi padre me necesitaba, mi abuelo me necesitaba, Edimburgo me necesitaba, necesitaba a la duquesa honorable y a la condesa Collins, sabía que si revelaba mis sentimientos ahora, no solo haría que algo entre el señor Barnes y yo se creará, sino que también comprometería nuestra situación.

Y no quería atar al señor Barnes a esto, ni a mí.

Pero yo quería saber, sí realmente era posible que yo le gustará.

— Si no le ha parecido apropiada mi carta… —

— ¿le gustó? —pregunté de inmediato, cuando sentía que estaba a punto de llorar— es lo único que quiero saber y necesito que sea objetivo —

Por un momento hizo un silencio premeditado y eso me hizo reír inconscientemente, porque ahora sabía que intentaba buscar las palabras apropiadas para no sonar tan drástico a la hora de hablar.

— no soy bueno, expresando mis sentimientos de manera verbal, señorita, pero —y levantando su mirada, finalmente ese brillo genuino pareció estallar— he sido prueba de su presencia encantadora y de la magia de su sonrisa —sentí mi estómago revolotear— nunca he pensado en el amor como algo primordial, pero mis noches y tardes sin usted han resultado una verdadera tortura, no puedo dejar de pensar en usted, en cada momento que paso, mis mañanas desearían verla a usted, he luchado en vano con este sentimiento que me ha estado atormentando y finalmente he perdido ante ellos —habían fuegos artificiales dentro de mí, estaba segura— nunca he sentido esta opresión de pensar una vida sin alguien y me niego a sentirlo sin estar frente a usted, no quiero que piense que la estoy obligando a tomar mi mano, pero sepa que usted me tiene ante su voluntad, señorita, es usted la prueba de un amor genuino y yo solo he sido un hombre que ha caído ante usted, durante mi presencia en Winchester, durante nuestra cabalgata persecutoria, durante nuestras miradas, durante el baile y esa noche en la casa blanca de Winchester, todas las direcciones me dicen que usted es mi camino y sé que no podré seguir hasta que usted sepa todo esto, porque me ha enamorado en cuerpo y espíritu, señorita Foster, me ha hechizado, completa y locamente —muchos decían que los momentos como estos se sentían como mariposas dentro de tu estómago, pero nadie mencionó que también sentías que las piezas encajaban perfectamente, como un rompecabezas, que el amor era capaz de abrirte los brazos y de brindarte un calor único y resplandeciente.

La luna nos miraba a los dos, mientras el viento soplaba entre las plantas y las flores del otoño, me sentía tan irreal que por momentos pensaba que si tocaba su rostro, él se esfumaba. Pero hacía frío y eso era real, pero también mi mente se ocupó de inmediato en Edimburgo y mi puesto como tal.

De pronto hubo un forcejeo, por quién tenía la razón más importante para prevalecer, porque entre el corazón qué indefinida y completamente elegía al señor Barnes y mi cerebro que me regañaba internamente por no estar en Edimburgo respaldando a mi padre, acompañando al abuelo en su delicada situación.

Estaba segura que mi corazón estaba dispuesto a amar al señor Barnes, pero no podía dejar de lado mis obligaciones, ¿qué pasaría cuando otoño acabará? cuando ambos tuviéramos que alejarnos miles de kilómetros. Derby y Edimburgo no estaban para nada cerca, estaban a más de trescientos kilómetros y seguramente duraría la mitad de un día venir o ir a Edimburgo, nuestra distancia no nos acomodaba como pareja.

Y tenía miedo que eso afectará una relación futura.

Por primera vez caí en cuenta que tenía miedo a una relación a distancia, a un amor tan alejado, no poder tener citas, ni encuentros, no poder vernos, ni poder tocarnos, era casi como una tortura eterna, yo debía estar en Edimburgo, pertenecía fielmente a mi familia y ni pensar en casarnos, podría ser una catástrofe eterna, pero ¿y si no fuera así? 

No lo sabía con exactitud.

— señorita Foster, ¿le sucede algo? —y ya lo había preocupado, porque me había quedado muda de tantas emociones alteradas.

— discúlpeme —dije de inmediato, mi voz apenas se notaba, pero mi conciencia me mataba— yo no… —mi responsabilidad me asediaba— lo siento tanto —y mi mente empezaba a colapsar, quería llorar porque mi corazón se achicaba cada vez más, pero la señora Hamilton siempre decía que debía dar la cara y sonreír pese a cualquier adversidad— señor, yo debo… —respire hondo y sonreí débilmente— debo reconocer sus sentimientos, pero rechazar la idea de un compromiso entre usted y yo —un enorme peso cayó sobre mí. 




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