Sylvain
Estoy encerrado.
En un armario. Es pequeño, oscuro y creo que se me está acabando el aire. Respiro una gran bocanada, mi pulso está enloquecido, odio los espacios pequeños y la situación no está ayudando a distraerme. Mantengo los ojos cerrados. Esto no puede ser posible. Me repito una y otra vez. Creo que me estoy hiperventilando.
—¿Te encuentras bien? —Abro los ojos un poco y siento como su cercanía me roba el aliento. Leilani me mira, aunque no hay mucho que pueda ver en la oscuridad. Sus ojos azules lucen preocupados, sus piernas están enredadas en las mías, sus manos descansan incómodamente en mí pecho, sobre la camisa del uniforme escolar.
Joder.
Estoy encerrado, en un puto armario diminuto, con instrumentos de limpieza clavándose en mí espalda, un trapo sucio colgado sobre mi cabeza y, lo más importante e intimidante, con la chica que amo desde los diez años.
—Creo que me voy a desmayar. —dije un poco conmocionado. Sentí la respiración de ella sobre mi rostro mientras su cuerpo se movía y tomaba mi rostro entre sus manos.
¿Cómo carajos llegamos a esta situación?
Ya lo recuerdo.
Había estado acompañando a Max en la fila para comprar algo en el kiosco luego del partido de fútbol que se había armado durante el recreo. En ese momento no me había percatado que la portera había dejado la llave del armario en la cerradura y la puerta abierta. El timbre ya había sonado, así que estaba un poco impaciente esperando cuando la vi pasar.
Leilani iba con su mejor amiga, su cabello corto rubio atado en una coleta alta. Su rostro lleno de pecas se veía cansado.
Creo que debía haberla estado viendo cómo un tonto porque cuando Max termino de comprar apoyo una mano en mi hombro.
—Ve a hablarle o alguien más lo hará, y no quiero escucharte lloriquear porque te robaron a la chica. —me dijo siguiendo mi mirada.
—No creo, es que, ya sabes. Es medio imposible que me preste atención y… —comencé a darle vueltas al asunto como haría cualquier idiota. Un poco nervioso ante la idea de hablar con ella.
Últimamente ese era mi estado habitual. Nervioso.
En pocas palabras, podría decir que ella me intimidaba, no porque fuera mala o realmente pudiera hacerme algo, no lo dudo si quisiera hacerlo podría mandarme a volar como cualquiera pero no es una bravucona. Simplemente, es amable y divertida, con mucha energía cuando se emociona y la idea de ella, mirándome a los ojos me hace temblar las piernas.
—No podes ser más idiota, ¿Que te va hacer? ¿Morderte? —lo escuché burlarse en mí oído mientras se reía, hice una mueca y acomodé las mangas de la camisa blanca hasta los codos, buscando una forma de desviar los nervios que hacían temblar mis dedos ante la mínima posibilidad de hablarle. —Dios mío, ¿Qué harías si no fuera por mí? —resoplo al aire y su agarre en mi nunca se intensificó.
—¿Qué estás queriendo decir? — le pregunté mirándolo confundido pero para cuando ya había terminado de pronunciar la última palabra, Max me estaba tirando hacia las chicas, él con una sonrisa simpática y confiada, su uniforme medio transpirado por el partido y agitado, el juguito multifruta en su otra mano. Y yo, bueno, parecía que iba a salir corriendo como si hubiera visto mi peor pesadilla. —¡¿Pero qué haces?!
Grité en susurros, podía sentir como mis ojos se abrían hasta casi salirse y quise forcejear para irme pero él solo me miró y me guiñó un ojo apretando su agarre aún más y manteniéndome a su lado.
—Confía en mí.
Cuando me di cuenta ya era demasiado tarde, ya estábamos al lado de ellas. Leilani me miró, me dio una cálida sonrisa, al contrario de su amiga, Nancy, que miraba entre Max y yo de forma sospechosa. De forma disimulada, sentí a mí amigo que pateó la puerta del armario para terminar de abrirla suavemente y pasó un brazo por mis hombros y con el otro rodeo también el cuello de la rubia muy sonriente
—¿Saben que creo? —nos preguntó a ambos con una gran sonrisa e inclinó su cuerpo hacia adelante arrastrandonos con él. Dimos varios pasos torpes y sentía Leilani reír suavemente, sin darse cuenta realmente las intenciones de mi amigo, yo tampoco lo noté hasta que fue demasiado y Max nos gritó en el oído. —¡Ustedes dos deberían charlar un poco!
Fue demasiado rápido, sentí como me empujaban al armario, caí de espaldas contra las escobas que lastimaron un poco mis columna y se cayeron a los costados, el cuerpo suave de Leilani chocó con el mío mientras caímos al suelo y la luz nos era quitaba con rapidez. Con la caída había cerrado los ojos y cuando los volví a abrir contuve la respiración. Sus manos pequeñas sobre mi pecho de forma insegura, medio cuerpo sobre él mío, una de sus rodillas clavándose en mi estómago.
Un castigo y una bendición a la vez.
—¡Suerte! —lo escuché gritar mientras cerraba con llaves el armario y por lo que pensé se llevó a Nancy con ella de un tirón a clases.
En el silencio, nuestras respiraciones están conmocionadas, su aliento golpeó mí rostro con cuidado como creo que él mío golpea el suyo, buscó sus ojos con cuidado mientras procesamos lo sucedido. La escuché reír un poco y sus manos hicieron un poco de fuerza sobre mi para poder alejarse.
—Tienes un amigo bastante curioso. —dijo con voz tensa. Aún tenía sus manos sobre mi pecho mientras trataba de alejarse al otro extremo de la pared, mi camisa arrugada, al igual que la suya, su falda a cuadros parecía que se había subido un poco así que aparté la mirada tan rápido como pude y volví a concentrarme en esos bonitos ojos azules.
—Él es un poco raro y espontáneo cuando quiere. —Intente hablar sin tartamudear, aunque al principio falle un poco, aún tenía las emociones a flor de piel y su cercanía no ayudaba demasiado a mi nerviosismo. No solía ser así de nervioso, solo a su alrededor podía sentir las hormigas subiendo por mi piel y haciendo picar las putas de mis dedos, un nudo en la boca de mi estómago cuando había pensado sobre la mínima idea de hablarle, y e tenido varias oportunidades para hacerlo solo que no me he animado.
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Editado: 24.02.2024