Querido Sylvain

Capítulo 5 ¿Merendamos?

Leilani

Lo voy a matar. Lo voy a matar.

—¿Pero qué demonios te pasa? —dije separándome de su abrazo estrangulador. Sus cejas se levantaron con sorpresa. 

—Te estaba salvando de ese chico. —lo dice como si fuera la cosa más obvia del mundo y solo hace que mis ganas de asesinarlo sean peor.

—¿Y en qué momento hice la señal de que necesitaba ayuda?

—Bueno…

—¡Claro! ¡En ningún momento! —alce la voz y levante los brazos al cielo pidiendo clemencia. Denme paciencia.

—Te miraba como si quisiera comerte la boca, para mi fue alarma suficiente. —trató de defenderse. 

—Solo es un amigo. 

—No te miraba como uno.

—Lion…

—Leili…

Bufe, molesta por su intromisión. Me separe de él y me junte con Nancy que me miraba interrogante. Escuché la queja de Lion cuando me alejé. Sabía que no tenía malas intenciones, que solo me cuidaba pero a veces sus cuidados eran un poco molestos cuando quería conocer gente nueva, como Sylvain.

—A veces es demasiado desconfiado. —me queje limpiando la tierra de mi remera blanca. Nancy se rió.

—¿Demasiado? Es extremista. Odia a las personas ajenas a su entorno, creo que si no fuera por el equipo de rugby y nosotras, no hablaría con nadie. 

Mire a mi primo de reojo, estaba de brazos cruzados junto a los demás miembros del equipo, no parecía estar muy atento, lo cuál era normal, siempre estaba en las nubes, quizás eso era hereditario porque a mi me pasaba igual. Mi mirada cambió de objetivo y vi a Sylvain, hablaba con su amigo, como si nada malo hubiera pasado, y es que no lo había hecho pero aún me sentía molesta con la interrupción.

—¿Vas a volver a hablarle?

—Somos amigos. —me encogí de hombros, le di una mirada a Nancy que me sonreía con sorna. 

—Ya, y Lion y yo somos novios.

Me río y le doy un codazo juguetón. La comisura de sus labios se elevan de un lado al saber lo que estoy pensando, y como ella siempre me molesta con Sylvain, es mi turno de devolverle la broma.

—Quizás algún día. 

—¡Ni muerta! ¡Cualquier cosa antes que el grandullón de tu primo! —dice fingiendo una arcada. 

—Ajam. —me burló pero el silbato del profesor nos corta la charla. 

Nos comienza a indicar las siguientes actividades a realizar y sinceramente, no me gusta ninguna, así que me acerco a la profesora fingiendo un dolor en el tobillo. Aunque está duda y me mira con una ceja acusadora me permite sentarme para no hacer actividad física por el resto de la clase.

Me quedo sentada, vagando por mis pensamientos mientras tomo un poco de agua. Mi mente está dando vueltas alrededor de muchas cosas, pero en especial una. Soy intensa, no logró medir mi intensidad cuando estoy con alguien, a algunas eso les molesta como a otros les gusta.

En eso me parezco a mi madre. Estoy segura de que si papá estuviera aquí me lo recordaría como hacía cuando era solo una niña. En ese entonces alabada que él encontrará similitudes entre nosotras, en un intento de llenar el vacío que su ausencia había dejado. Ahora el pensar que me parezco a ella me aterra. No quiero serlo, para nada. Quiero borrar cada rasgo de ella de mi, y aunque agradezco físicamente ser igual a papá, lloró al pensar que somos similares en carácter.

Te pareces tanto a ella. 

La voz de mi padre resucitó de entre mis recuerdos. Lo extrañaba tanto, me hacía tanta falta. 

Sentí las lágrimas pinchar en mis ojos, a nada de salir. Tengo que pensar en otra cosa, cualquier cosa, lo que sea que me ayude a sacar esa tristeza que yo misma volví a provocarme. Pasé la yema de mis dedos por debajo de mis ojos y escucho el silbato sonando, el sonido agudo clavándose en mis tímpanos. Hago una mueca y veo como todos vuelven a agruparse para dar por finalizada la clase.

Me levanté y le ofrecí un sorbo de agua a Nancy de mi botella cuando la vi acercarse a mí con los hombros caídos y sus ojos llenos de cansancio, ella bebió desesperadamente del pico, como si fuera la última botella en el desierto. 

La comprendí, de todos modos, si yo hubiera tenido que estar en la clase podría haber terminado peor. Lo mío son los números, no el ejercicio. Pensar en siquiera en tener que correr lo más mínimo me ponía de mal humor.

Le doy unas palmaditas en el hombro a Nancy, que me regala unos insultos amistosos sobre cómo estuvo la clase.

—Tranquila, tranquila, el agua no se va a evaporar tan rápido, bebe tranquila. —le digo con una sonrisita. Nancy rueda los ojos y sigue bebiendo pero me da un pisotón rápido en venganza a mi pequeña burla. 

Me muerdo los labios para evitar soltar un pequeño grito y entrecierro los ojos en su dirección, cubría su boca con su mano mientras escondía una sonrisa, pero la saca para poder hablar con puro sarcasmo.

—Para que aprendas a no tener que estar burlándote de gente inocente, Leili. —sonríe y Lion se acerca a nosotras con nuestras mochilas en mano. 

—No eres puntualmente la persona más inocente del mundo, Nans. —se burla Lion que nos tiende nuestras cosas, metiéndose en nuestra conversación. 

No nos habíamos percatado, pero en lo que habíamos estado discutiendo, la mayoría ya se había ido a buscar sus cosas.

—Gracias, no tenías que hacerlo. —dice la castaña con una suave sonrisa a mi primo, quién, sorprendentemente, se la devuelve. Me termino de colocar mi mochila en la espalda manteniendo un silencio. 

Sigo molesta con él, maldito metido.

—Fui a buscar la mía y vi las suyas, me quedaban de paso así que las traje, no fue ningún problema. —la mirada que le dio a Nancy no es la primera vez que la noto. La mira como alguien miraría a un hermoso ramo de tulipanes, sus ojos brillan y sus labios tiemblan intentando controlar y mantener ocultas sus emociones. Se muy bien que esa mirada que le está dando podría contarle la respiración a cualquiera, y Nancy no se percata de los sentimientos de mi primo. Ambos viven en la ignorancia, y yo no pienso meterme donde no debo. Si debe pasar, pasará, siempre digo eso. 




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