Leilani
Le doy un sorbo a mi bebida, el vodka con juego tiene un sabor dulce que me deja medio atontada. Me quedé apoyada en la barra mientras veía a Nancy bailar con el grupo de la escuela. Movía la cabeza al ritmo de la música, mis labios envolvieron la bombilla mientras me meneaba suavemente en mi lugar.
—¡Vamos Leili! —me gritó uno de los chicos. —¡Únete a la ronda! —dijo emocionado haciéndome un lugar a su lado.
Levanté el dedo índice y negué. Estaba esperando a alguien con el que quería bailar y hablar. El chico hizo una mueca y se acercó a mí para insistir pero otro de ellos lo frenó.
—Gaspar, déjala, dijo que no quiere. —El morocho le dio una mirada de advertencia, Lucas era el que se mantenía sobrio siempre que salíamos y el que controlaba a todos. Era el único que sabía ponernos los límites y nadie le diría nada. Aunque Gaspar rezongo, cuando le dio un nuevo trago a su bebida, parecía que la molestia se le disipaba un poco y volvió a meterse en la ronda como si nada.
Con Nancy compartimos una mirada desde lo lejos, ella rueda los ojos y yo solo sonreí un poco incómoda.
Revolví los hielos de mi bebida. No había querido volver a agarrar mi teléfono, esperaba ansiosa un mensaje de Sylvain, pero no quería sonar intensa volviendo a mandar un mensaje. En los últimos días habíamos estado hablando un montón, sobre cosas tontas, coordinando para salir a correr y yo había decidido comenzar a ayudarlo con sus clases de química, que según él, le iba pésimo.
Me reí internamente, con la vista en los cubitos de hielo, viéndolos disolverse mientras revolvía con la bombilla. Sylvain era lindo. Bueno, no era solo lindo, era atractivo, era algo obviamente visible, con ese cabello desordenado al que lentamente me estaba acostumbrando, esos ojos miel que mostraban lo dulce que había sido conmigo. Aún puedo recordar cómo me sentí cuando sus brazos me rodearan, no imaginé que tuviera tanta fuerza hasta que me apretó contra su pecho, Sylvain era delgado y alto, casi esquelético pero parecía mantener escondida esa fuerza y velocidad para todos, excepto con su equipo.
Rob, Paris, Xion y Quin. No me agradaban, había tenido una corta amistad con Paris cuando éramos niñas, no duró mucho gracias a dios. Son unos bravucones, he visto como Lion se ha metido en peleas al tratar de defender a las víctimas de sus burlas y ataques. Se creen intocables y los mejores porque su maldito equipo ganó las Olimpiadas Nacionales durante tres años seguidos, pero eso comenzó a pasar gracias a la llegada de Sylvain al equipo, y aunque él habla bastante orgulloso de ellos, sigo sin comprender cómo es que puede juntarse con personas así. Con personas malas y venenosas. Nadie de la escuela se ha salvado de ellos. Nancy y yo fuimos criticadas de arriba a abajo por Xion y Rob, por nuestro maldito físico. Sus palabras dolieron mucho, recuerdo haber llorado con mi abuela porque me dijeron Muslo de pollo, porque según sus palabras textuales, tenía muslos grandes y llenos de grasa. Fue una gran inseguridad durante mucho tiempo, aún lo es dependiendo del día.
Son idiotas que solo saben lastimar. Ahora lo sé y hago oído sordo pero la Leilani del pasado se dejó influenciar mucho por los comentarios mal susurrados.
La aparición de un rostro sonriente frente a mi me sacó de mis pensamientos y me devolvió a la realidad, donde la música ensordece mis sentidos y el alcohol me vuelve torpe.
—Te encontré. —grito. Su camisa blanca se ajustaba a la perfección a su pecho, los primeros botones desabrochados mostraban un atisbo de su piel. Sus largas piernas envueltas en un pantalón negro que estilizaba su figura.
—Me encontraste. —siento mi lengua adormecida y un poco torpe, pero le devuelvo la sonrisa a Sylvain.
—Si, si, se encontraron, ahora lo importante. ¿Cuánto están los tragos? —pregunta Max de forma apresurada.
Sylvain lo mira mal por interrumpir, pero su amigo sigue colgado de su hombro, con una camisa blanca pero con palmeritas pequeñas de estampados.
—Dos mil quinientos. —levanté mi vaso para mostrarle. Él frunció el ceño y se separó de Sylvain, que por su separación se acercó a mí, acorralandome un poco más contra la barra y haciendo mis piernas temblar.
—¿Tanto? Que hijos de puta, menos mal que voy a tomar gaseosa. —palmeo el hombro del castaño y me dio una mirada llena de alegría. —Voy a intentar conseguir algo que tenga gas y no esté feo, te lo dejo, Leilani. Cuídame al niño, por favor.
—Lo haré, la cuidaré muy bien. —compartimos una mirada cómplice que hizo rodar los ojos a Sylvain.
—Confío en que lo harás.
Esas fueron sus últimas palabras antes de desaparecer a pelear por un lugar en la barra.
Vuelvo a mirar al chico enfrente mío, mientras yo bromeaba con su amigo él me había estado examinando en silencio. Sus ojos subieron a los míos y sentí mis mejillas calentarse.
—¿Quieres? —le ofrecí pero negó suavemente.
—Estoy bien.
—¿El patova los dejo pasar bien?
—Con Max se entretuvo bastante, no quería dejarlo pasar porque decía que su documento era falso.
—¿Y lo era? —interrogé, dando un sorbo a mi bebida, sus ojos bajaron a mis labios, los cuales humedezco un poco cuando terminó de beber.
—No. —susurro forzando a esas esferas miel a levantar la vista y traga saliva, su manzana de Adán se mueve un poco con el gesto.
Siento que esto está siendo una mala idea.
Es tu amigo. Es tu amigo. Cálmate Leili.
Vuelvo a tomar un poco más, nerviosa por su mirada, podría decir que mis piernas tiemblan levemente y que el alcohol ya se me está subiendo a la cabeza.
Sylvain
El ambiente me está consumiendo y siento que no estoy cuerdo. Leilani se ve hermosa en ese vestido azul que envuelve sus curvas de forma maravillosa.
Intento concentrarme en su rostro, principalmente en sus ojos, pero aunque trato con mucho esfuerzo, mi vista baja de forma involuntaria por su figura o se detienen en sus bonitos labios.
#12443 en Novela romántica
#1768 en Novela contemporánea
amor humor sentimientos pasion, romance amistad, romance adolescente romance escolar
Editado: 24.02.2024