Querido Sylvain

Capítulo 12 Calles y taxis

Sylvain 

El aire nocturno nubla y golpea mis sentidos, trayendonme de vuelta de a poco a la realidad, aún sabía que estaba medio perdido, que todo lo que veía se tambaleaba, estaba seguro que se debia a dos razones, primero, por la bebida del idiota de Xion y por mi Leili que me tomaba de la mano. 

Dejamos la salida atrás, con los ojos de los de seguridad en nosotros, una pequeña llovizna nos estaba mojando, pero no me importaba. 

No. Lo único que me importaba era la chica que me sonreía de forma tan genuina y real que parecía salida de uno de mis mejores sueños.

—¿Mejor? —nos detuvo en la esquina, bajo un toldo de una tienda. Su abrigo la protegía del frío nocturno y las gotas diminutas de agua.

—Contigo sí. 

Ella resopló divertida, metió su mano dentro de su abrigo.

—No te pongas tonto de nuevo.

Me acerqué a Leilani para tomar un mechón de su cabello rubio.

—Tu me atontas, Leili. 

—No seas ridículo. 

—Es la verdad. Me pones tan nervioso que no tienes ni idea.

—Sylvain. —su voz salió ahogada. Solté su cabello y me alejé. Sin dejar de mirarla me apoyé en la pared. 

—Ven. —la llamé, Leilani se acercó precavida, pero no se negó. 

Cuando estaba a una distancia prudente la tomé en brazos y la pegue a mí. Soltó un agitado suspiro, sus ojos revoloteaban a los mío y sonreí de lado.

Mi mundo estaba dando vueltas, pero no iba a decírselo, no quería preocuparla así que callaría mi malestar hasta que fuera insoportable.

—Esta muy hermosa está noche. 

—Tu también lo estás. —dijo torpemente causandome una risa.

—¿Me estás diciendo hermoso? 

Esos bonitos ojos azules rodaron, poniéndose en blanco por una cuestión de segundos.

—No seas idiota, no voy a ayudar a que tu ego crezca. —bufo divertida y se relajo nuevamente en mis brazos, como cuando habíamos estado bailando. 

Sentí una punzada de decepción al saber que ese momento quedó estropeado.

Dudoso, acaricie su espalda cubierta por la chaqueta. Con sumo cuidado, mis dedos se aventuraron por ese páramo exquisito. 

Ladee la cabeza para mirarla mejor. La luz de la farola apenas llegaba a nosotros, pero era luz suficiente para iluminar sus rasgos. Su cabello rubio, casi blanco con la luz, se veía increíblemente sedoso y solo quería enterrar mis manos entre esas hebras y confirmar mis suposiciones.

—Estoy muy feliz. —Me río y mi vista se nubla, siento una pesadez en mi estómago. —Tú me haces muy feliz. 

Su sonrisa. Dios mío esa sonrisa. Fue perfecta y con un bonito rubor que la acompañó.

—Estás empezando a decir tonterías. Estás muy tomado. 

—No lo suficiente como para que me nuble el juicio. Lo que te digo es sincero. —siento como si estuviera liberando cierta carga de mis hombros y de mi pecho mientras me sincero con ella. —Desde que nos conocimos, desde que comenzamos a hablar me siento más ligero, más tranquilo, mejor. Me haces feliz.

—Desde que te conocí. —comenzó Leilani. —Yo también me siento más ligera, como si contigo no tuviera que fingir ni preocuparme por cosas absurdas. —nuestros ojos se encontraron, sus iris brillaban de emoción contenida. —Tú también me haces feliz.

—¿Me permites? —Solté de repente. Alzó una ceja, interrogando y suspicaz, intentando adivinar mis intenciones. Quizás en otro momento me hubiera atrevido a unir nuestros labios por fin pero había otra cosa, otras palabras que me habían estado picando la lengua desde esa tarde que compartimos.

—¿Qué cosa?—su voz no tartamudeó aunque su cuerpo había comenzado a temblar levemente. Quería creer que era por nuestra cercanía pero posiblemente la verdadera razón fuese la fría brisa. 

—Lammarte Oruga. 

Ella sonrió, como pensé que no volvería a sonreír está noche. Tan brillante que podría compartir con las estrellas que tanto admiraba. Se que seguro no es lo que otro chico le hubiera dicho, pero ese apodo se me había ocurrido desde hacía tiempo.

—Llamame como quieras, Sylvain. 

A pesar de que mi mundo se estaba torciendo poco a poco, sus palabras, suavemente susurradas, aceleraron de sobre manera a mi corazón. Le devolví la sonrisa, con un poco de diversión, no pude evitar burlarme.

—De ahora en adelante, eres mi pequeña Oruga. —pensamientos intensos al saber que ahora había algo que era solo nuestro.

Leilani vibró en mis brazos con su repentina carcajada. 

—Soy una pobre larva indefensa, no vayas a comerme. —bromeó y sus manos descansaron sobre mi pecho. Sentí la tibieza de su piel perforar mi camisa. Estaba seguro que era capaz de sentir el latir de mi corazón, que golpeaba sin parar mi caja torácica con una rapidez anormal.

—No lo haré. —aún. Pensé, aunque estuve a nada de soltar esas palabras también.

Algún día. Sí, quizás algún día Leilani y yo al fin nos besaríamos. Pero eso no sería hoy, ni pronto.

Palmeo mi pecho y se desenreda de mis brazos dejando un frío que me hizo casi tambalear. 

—Caminemos un poco. —susurro y tomó mi mano entre las suyas, tirando suavemente de mí hacia adelante. 

La suave llovizna se había detenido permitiéndonos disfrutar de nuestro corto paseo sin mojarnos. 

—¿A dónde vas a llevarme?

—Hay un pequeño parque a unas cuadras, le instalaron nuevas luces así que debe estar radiante. Podemos charlar más tranquilos ahí. —explicó caminando a mi lado. Aprieto nuestras manos juntas intentando disimular el mareo que me azotó cuando me jalo de nuestro escondite.

—Con que pueda sentarme en un lugar. 

—Hay unas hamacas donde podemos sentarnos. 

—Solo si me dejas empujarte. —bromeé con una sonrisa perezosa. El frío me está relajando y la sensación de malestar disminuye lentamente, dejándome más consciente de mis acciones, antes parecía andar flotando en una nube.

—¿Es que acaso quieres tirarme? —ni siquiera me mira a la vez que habla, sino que sigue concentrada en llevarnos a ese lugar. 




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