Quiana “secretos, pasión y vino”

21 DECISIONES QUE CAMBIAN DESTINOS

—Miren nada más, el modelo fresa de Armani ha vuelto —sonrío, todavía aturdida por la niebla mental que me dejó su impulso tan italiano—. ¿No te cansas de ser tan irresistible?

—¿Y tú no te cansas de estar en mi mente? —susurra, rozando mis labios con los suyos antes de besar mi mejilla—. Senza dubbio sei una dea (Sin duda, eres una diosa) —sus ojos verdosos se clavan en los míos con una intensidad que me deja sin aire—. ¿Quién era la mujer con la que hablabas?

—Guadalupe Andrea Varela, ¡mucho gusto! —la voz de mi prima suena fuerte desde el teléfono.

—Ay, Lupita, perdón por haberte tirado así —me apresuro a recoger el iPhone del sillón, con la pena tatuada en la cara—. Quiero presentarte a alguien muy especial —giro la cámara hacia él—. Fabrizio Girardi Pirone.

—Ciao, ragazza —se sienta a mi lado y pasa un brazo sobre mis hombros—. Mucho gusto.

—¡Bendito sea Dios! —gimotea ella—. ¿Quién te esculpió, muñeco? No puedes ser real —se lo come con la mirada—. Hijole, Dios debe estar distraído porque los ángeles se le están escapando del cielo.

—Ah, caray —se burla Dulce—. No lo vio ni cinco minutos y ya le está tirando los perros.

—¿Cómo dices que te llamas, chulo? —continúa Lupita, sin pena alguna—Digo, para escribirle a los santos Reyes y que te traigan con todo y rosca.

—No le está tirando los perros, mi amor —agrega Sebas, aguantando la risa—. Le está aventando la perrera completa. Aguas ahí, Qui.

—Y así es como esta bonita llamada ha llegado a su fin —interrumpo antes de que esto se salga de control—. Me dio gusto haberte visto y saber que estás bien, prima. Angelito chulo, dile adiós —le tomo la mano a Fabrizio para que la sacuda.

—A presto —dice él con naturalidad antes de besarme la muñeca.

—¡Ay, ese acentito italiano! —suspira Lupita, abanicándose—. Si Platón te viera, diría: Mis ojos me deben engañar, porque estoy viendo perfección.

Fabrizio suelta una risa baja y yo ruedo los ojos, divertida.

—Cuídate mucho, reina —dice mi prima—. Y tú, muñeco, cuida bien de mi Rebequita.

—Lo haré. Ciao, bellissima —le guiña un ojo antes de regalarle media sonrisa.

—Estamos en contacto, ¿va? —me despido, intentando terminar la llamada antes de que se le ocurra un piropo más—. Disfruta tu noche en el palenque.

—Ya estás, mi chula —se acerca más a la pantalla—. Oye, una última cosa. No sé cómo lo veas, pero yo soy de la brillante idea de que te quedes por esos rumbos.

—¿Por?

—¿Y todavía lo preguntas? —suspira—. Aquí no tienes nada que hacer ni estás en la obligación de rendirle cuentas a nadie —dice con un tono que deja claro que se refiere a mis padres—. Vive la vida, disfruta del caramelito que Diosito te mandó y no pienses en nada más que en tu felicidad. Es hora de que empieces a ver por ti.

Sus palabras me dejan un nudo en la garganta.

—Puede que tengas razón, prima —asiento, pensativa—. Lo tendré en cuenta.

—Eso es —sonríe—. Besito, mi Rebe. Disfruten su noche.

—Gracias. Te quiero —le lanzo un beso tronado antes de finalizar la llamada con una ligera sensación agridulce.

Hasta cierto punto, Lupita tiene razón. Escapé de las garras de mamá, dejé atrás la toxicidad de Astor, cerré los oídos a los comentarios hirientes de papá e hice un paréntesis en mi vida para vivir experiencias indescriptibles. Para volver a sentirme viva. Para ser yo otra vez.

Pero, ¿no sería algo irracional abandonarlo todo sin planearlo primero? Ah, y sin mencionar que también dejaría mi auto, las cosas que me hicieron feliz en la hacienda, el hospital, mi adorada Guadalajara, mi hermana y… mi incomparable amámi Lourdes.

Santa Martha, ayúdame. ¿Qué debo hacer?

—¿De verdad crees que mamá y papá te van a recibir con los brazos abiertos en Guadalajara después de haberte saltado sus reglas? Más vale que lo pienses bien, mi Quiqui —dice Dulce, extendiendo la mano para que le devuelva el teléfono—. Ha llegado el momento de poner las cartas sobre la mesa y decidir qué es lo que de verdad deseas.

—Pero no pienses en nosotros —añade Sebas, como si leyera mis pensamientos—. Estaremos bien si nos mantenemos juntos. Además, cierta hermosura de mujer nos enseñó que cuando el amor es real, vale la pena ir contra cualquier marea… aunque eso implique llamar “suegra” a quien no se desea.

Dulce sonríe y le da un leve codazo.

—¿Lo ves, Qui? Amor en todas sus fases y expresiones.

—Ay, Dulcecita de mi vida… —el nudo en mi garganta se aprieta de golpe—. ¿Soy yo o esto suena a despedida?

—Discutiremos eso más tarde —interviene Fabrizio antes de que la emoción me supere—. ¿Lista para la cena, bellezza?

—Sí, sí, claro —tomo aire, me limpio los ojos con discreción y sonrío—. Uff, estoy muerta de hambre.

—Yo también —baja la voz, recorriéndome con los ojos—, yo también.

Sé que la vida es una ruleta de desafíos y riesgos, pero si por alguna razón algo no sale bien, al menos me habré quedado con la enseñanza… y con las memorias que nadie podrán arrebatarme.

Vineyard Villa

Casa de los Andes




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