«Quizás, Clara Venturelli no es la mujer para vos. A lo largo de la vida, la gente se enamora muchas veces: amores de verano, de una noche, de unos meses… Pero cuando llega el verdadero amor, cuando te pega en el cuore (corazón), no importa si te encierran en un calabozo de la China, vas a encontrar la forma de llegar hasta la persona que amás. Pensalo, si ella realmente te quisiera, estaría con vos sin vueltas, sin importar los detalles de ambos. Y vos harías lo mismo».
Me paso la mano por el cuello, sintiendo el vacío donde antes colgaba la cruz que me ataba a Clara. Las parole (palabras) de Priscila siguen dándome vueltas en la cabeza. Sacarme de encima ese peso, tanto físico como emocional, fue la mejor decisión que tomé en estas semanas. Puede sonar exagerado, pero ese piccolo (pequeño) gesto me hizo sentir más liviano, más yo. Y no podría haberlo hecho sin Quiana, sin el amore que desborda, sin sus consejos… sin su esencia.
—Cosa c’è di sbagliato in me? (¿Qué pasa conmigo?) —murmuro, cruzando la segunda puerta de cristal.
«Somos distintos, pensamos y sentimos de formas opuestas, pero lo importante es que todos merecemos una nueva oportunidad, dejar atrás el pasado y aprender a valorar el presente». La voz de Quiana suena en mi mente una y otra vez, como un eco interminable. Su sonrisa, su perfume, sei occhi (sus ojos)… todo en ella me persigue.
—Superare il passato e apprezzare il presente (Superar el pasado y valorar el presente) —repito, deslizando el dedo por la pantalla hasta encontrar el número de Priscila—. Tal vez sea momento de compartir mi pasado y mi presente con ella —muerdo mi labio—. Solo espero que acepte la locura que estoy a punto de proponerle.
—¡Cucciolo del mio cuore (cachorro de mi corazón), qué alegría verte! —exclama Priscila apenas me ve por la cámara—. Pero mirá qué fachero que estás, ¿eh? No te puedo creer.
—Prici, la mia bellezza —le mando un bacio (beso), contento de verla después de tanto tiempo—. Estás divina, como siempre. ¿Come va Giulio?
—Bien, bien, pero ahora está metido hasta el cuello con unas carpetas del negocio. Igual, cuando se enteró que ibas a llamar, me dijo que te mande un abrazo enorme —sonríe con calidez—. Contame, ¿estás listo para lo que viene? Ojalá que el lugar te guste y sirva para lo que tenés en mente.
—È perfetto —digo, sosteniendo las llaves plateadas en la mano—. No sé cómo hiciste para conseguirlo a esta hora.
—Mi maridito me debía un favor, así que lo cobré para vos —se cruza de brazos y sonríe satisfecha—. Habló con Mariano, el encargado, y te consiguió acceso a todo, incluso a la capillita de afuera. Así que ya sabés, usá bien el tiempo y conquistala a lo Girardi. Tirale todos los galgos y que sea lo que Dios quiera.
—Prici… ¿por qué me estás ayudando?
—¿En serio me lo preguntás? —se recuesta en el sofá—Hace unas semanas estabas hecho un trapo de piso por la tal Clara Venturelli, y ahora que te veo, me encuentro con un Girardi rejuvenecido, radiante y más tranquilo. Llevamos veinte años de amistad y jamás te había visto así —entrecierra los ojos con picardía—. Che, lo que sea que esa mujer hizo en vos, me gusta, y vale la pena apoyar —suspira—. Cecilia me va a matar si se entera de que te estoy dando una mano para estar con otra mina. Sabés lo enganchada que está con vos.
—Lo raro es que no me haya buscado desde la última vez que nos cruzamos en Puerto Madero —digo, recordando lo posesiva que es.
—No sé, vos sos el investigador y empresario acá, no yo —abre una botella de agua y le da un trago—. Igual quedate tranquilo, que no va a hacerte ningún escándalo ni llamarte, a menos que vos la busques. Está medio saliendo con un ingeniero de Palermo —arruga la nariz—. El tipo es un bagre total, pero la procura y bue, la va a tener encandilada por unos días —se acomoda mejor en el sillón—. En fin, no te robo más tiempo. Ahora tenés una bella donna que conquistar.
—No es solo conquistar —camino hacia la sala Primus de refrigerazione—. Es un deseo gigante de amar y protegerla, de aiutarla, de escucharla, de vivir cada instante con ella y conocer más de su historia… —detengo el paso de golpe—. Prisci, me estoy abriendo con ella. Cosa succede con me? (¿Qué me pasa?)
—Ah, mi adorado Girardi, te estás enamorando de verdad —apoya un codo en el brazo del sillón y me mira con diversión—. Me juego la cabeza a que ella es la mujer con la que te vas a casar.
—Di cosa stai parlando? (¿De qué hablas?) —muevo la mano, restándole importancia—. Eso ya es ir demasiado lejos.
—Si mal no recuerdo, cuando estuvimos en tu pent-house, dijiste que eras el hombre que Clara necesitaba. Pero, para mí, eso siempre fue un cuento, un enamoramiento pasajero. Tarde o temprano, toda esa ilusión se iba a romper debido a sí personalidad y la tuya —se cruza de brazos y me señala con la cabeza—. Sin embargo, esto… esto es diferente. Acá no hay nada forzado. Todo se da natural, sin apuros. ¿Desde cuándo Fabio Girardi hace una locura a las once de la noche por una mina que conoció hace una semana? ¡Ni en mil años!
Aprieto los labios, pensativo.
—No quiero que sea un simple amore de verano —murmuro, regresando a la entrada—. Estoy cansado de perder il tempo.
—No creo que lo sea. Acá hay algo más lindo, más profundo, más… real. Hasta la forma en la que hablás cambió, ragazzo —juega con su cadena de oro—. Quizás ella sea la que sane tu corazón y tu pasado, pero no lo vas a saber si seguís perdiendo el tiempo conmigo.