Quiana “secretos, pasión y vino”

33 MUJER INGOBERNABLE

—¡Pero qué bien huele aquí! —exclamo, caminando directo hacia la mesada gris, donde se encuentra Fabrizio, con una carita que me machaca el corazón—. Eres un excelente cocinero, Marco —observo cómo coloca las hojas frescas de albahaca encima de la última capa de lasaña—. Hmm, apuesto a que está riquísima.

—Una de mis especialidades. Ojalá sea de tu agrado —camina hacia la alacena de la pared lateral y me regala una ligera sonrisa antes de abrir la puerta—. ¿Y mi esposa?

—Fue al baño —respondo señalándole el pasillo—. Las náuseas han vuelto a atacarla. Creo que deberías ir a ver si está bien.

—Tienes razón —deja el bowl de vidrio sobre la mesa y se quita el delantal negro—. Fabio, hazla sentir como en casa y sírvele algo fresco. Ya vuelvo.

—Muchas gracias —asiento, siguiendo sus pasos con la mirada—. Tu primo sí que es un hombre elegante.

—Ci risiamo (aquí vamos de nuevo) —murmura sin dejar de acomodar las rebanadas de pan a mi lado—. ¿Te gustaría beber algo, bellezza?

—Lo que me encantaría ahora mismo es saber si tú estás bien —susurro, acariciando su barba bien delineada—. Escuché lo que Marco te dijo.

—Ah, eso —deja caer su cabeza hacia atrás y suelta un suave quejido—. No debería estar espiando, signorina.

—No fue mi intención —sonrío disfrutando de la belleza de su perfil romano—. Los italianos hablan demasiado fuerte. Se los podía escuchar desde la sala, ¿sabes?

—Punto para ti —me guiña el ojo—. ¿Puedo ofrecerte un Aperol Spritz?

—¿Qué es eso?

—Vino blanco espumoso, agua con gas, licor amargo y toques cítricos.

—Mmm, suena bien. Quiero probarlo —asiento, sentándome en una de las butacas altas de madera negra—. ¿Podrías explicarme por qué tu primo nombró a Clara sabiendo que ahora estás conmigo?

—No tengo la menor idea —gruñe, yendo hasta el refrigerador para buscar el agua mineral—. No esperaba que sacara el tema. Clara está en el pasado.

—Bueno, bien sabemos que no vas a olvidarla de la noche a la mañana, ¿edá?

—No saques el asunto tú también, ti prego (te lo ruego) —me corta, con toda la molestia dibujada en el rostro.

—Fabrizio…

—Lascia fare (Déjalo estar) —chasquea la lengua y agita la mano con rapidez—. Llevemos la tarde en paz.

Sí, sé cuánto le cuesta hablar de este innombrable tema. Justifico la brusquedad de sus movimientos por la cocina y la mueca tan notable en sus ojos, escondidos por lo fruncido de sus perfectas cejas. Pero, ¿qué si eso no es una diminuta pista de que Clara se encuentra incrustada en algún rincón de su corazón? Vamos, ¿a quién engañamos? Sé lo difícil que será quitarla de nuestro camino, pero no voy a rendirme. No ahora que me ha dado la oportunidad de estar más cerca de él, de ser alguien importante y especial en su vida.

—A ver, Fabrizio —suspiro—. No podemos mantener el asunto escondido para siempre. Tarde o temprano, en algún momento de la vida, volverás a escuchar su nombre. Tendrás que incluso mirarla a los ojos y saludarla.

—Eso no pasará.

—Sabes bien que sí. Es amiga de Abril y, al parecer, muy querida por tu primo también. Pero lo que quiero decirte es que, por más que intentes renunciar al pasado y a todo momento vivido con ella, seguirá estando ahí. Y está bien —inclino la cabeza tratando de que me mire—. Lo único que no deseo es que Clara Venturelli se convierta en una atadura, en algo esclavizante para ti.

Acaricio su pecho, provocándole un profundo suspiro, una exhalación que solo revela la preocupación, la carga y el gran peso que le causa hablar de la mujer que una vez creyó que lo amaría como se lo merecía. Sí, la condenada Venturelli, la inmadura y voluble mujer que me enchincha y me hace odiarla un poquito más cada vez que veo la tristeza reflejada en los ojos de mi adorado italiano.

—Y sigues llenándome con tu cálida luz, stellina (estrellita) —toma mi rostro con ambas manos—. No quiero que lo que hayas escuchado hace un momento te haga dudar de tutto lo que siento por ti.

—Fabrizio —susurro, luchando por ordenar los pensamientos que se agolpan en mi mente—. Nada ni nadie, ni siquiera ese pasado tan oscuro y enrevesado que arrastras, va a lograr que deje de quererte —sonrío, sintiendo cómo las palabras fluyen sin esfuerzo—. Todo tiene un riesgo en esta vida tan impredecible, pero tú… Tú lo vales todo, chulo. No lo olvides.

—No volvamos a mencionar a Clara entre nosotros, per favore —acaricia mis cabellos sin apartar la mirada de mis ojos—. Mejor hablemos de ti, del arte que eres, y de la tormenta de emociones que desatas en mí.

—El arte nos inspira, nos hace llorar, reír, sentir —respondo, citando la poesía de Alvoza—. ¿Eso soy yo para ti?

—Eso y mucho más —musita, rozando su nariz por la delgada línea de mi mandíbula.

—Mire que es usted un encantador y un embaucador, señor Girardi —logro decir, sintiendo cómo me derrito ante su galanura—. Pero, sepa que me encanta.

6:45 pm

Jardín trasero de los Pirone

¿Alguna vez han sentido esa extraña sensación de no encajar del todo en un lugar? Esa incomodidad, ese leve rechazo, como si hubieras dicho algo inapropiado o te hubieras vestido de más o de menos. Eso es exactamente lo que estoy sintiendo ahora mismo, entretanto que Marco me lanza miradas furtivas cuando nadie se da cuenta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.