Quiana “secretos, pasión y vino”

38 EL SABOR DEL AMOR

«Dulce, tenemos que hablar urgente. Fabrizio dice que mamá ha estado merodeando por la casa de Lupe. Por favor, en cuanto puedas, dale una visita a amami Lourdes, asegúrate de que esté bien y llámame. Te quiero».

Leo el mensaje una vez más antes de enviarlo, sintiendo la inquietud recorrerme el cuerpo. Hace días que no sé nada de Dulce ni de Sebas, y por más que hemos intentado coincidir, nuestros horarios no lo han permitido. Aun así, encuentro cierta paz en las palabras de Fabrizio, en la forma en que se ha asegurado de que ellos estén protegidos, incluso sin que yo se lo pidiera. No tengo cómo agradecerle todo lo que ha hecho por mí.

El auto avanza por las calles de Roma, pero mi mente sigue anclada en otro lugar. Desde que salimos del panteón de Agripa, no he dejado de darle vueltas a lo de mamá. Me cuesta creer que haya pagado una fortuna para limpiar el nombre de Astor y fingir que nunca pasó nada. ¿Es en serio? El tipo me atacó en el aeropuerto de Buenos Aires, me amenazó, me ha engañado con su secretaria desde que tengo memoria… ¿y mi madre lo protege? Cuando Fabrizio me reveló esto, sentí un vacío indescriptible, como si de pronto mi existencia no valiera nada. Digo, ¿qué clase de madre es capaz de pagarle al agresor de su propia hija para mantener una imagen intachable?

¿Y mi padre? ¿Qué ha hecho con él?

—La Terra chiama l’amore della mia vita (Tierra llamando al amor de mi vida) —la voz de Fabrizio me saca de mi nube—. Hey, ¿a dónde te fuiste?

—Lo siento, cariño —parpadeo, regresando al presente—. Solo sigo pensando en lo de mi madre —bajo el vidrio para dejar que el aire fresco me despeje.

—¿Todavía le das vueltas a lo que hizo por Ferrer?

—Es que no lo entiendo —suelto en un suspiro frustrado—. ¿Qué la lleva a endiosarlo tanto? —sacudo la cabeza—. Ese hombre es un árbol torcido, sin remedio. Asesinó a su exesposa y sigue viviendo como si nada hubiera pasado, pero, ah, cuidado, porque yo soy la desgracia de la familia, la que merece ser desheredada.

—Ay, bellezza…

—Dime la verdad —lo miro, con el corazón acelerado—. Si hubiera algo entre ellos… me lo dirías, ¿verdad?

—¿Algo?

—Sí, ya sabes… algún affaire —apoyo el brazo en la puerta, sintiendo cómo la idea se abre paso en mi mente con más fuerza de la que me gustaría—. Siempre lo he sospechado, pero últimamente se siente más real. Hay algo entre ellos, ya sea sentimental o monetario. Y lo que sea, me enferma.

—Hablaré con Victor Hugo para investigar esa parte —acaricia su barba, pensativo.

Apenas salimos del Panteón de Agrippa, me contó sobre su contacto en Guadalajara. Su nombre es Victor Hugo Serra, un investigador privado que ha sido su mejor aliado en temas de fraudes, búsquedas de personas desaparecidas y vigilancia discreta. Incluso, ha trabajado en investigaciones criminales y periciales. Me comentó que consultó por primera vez con él cuando Abril pasó por algo similar a lo mío, mucho antes de casarse con Marco. Al parecer, Serra la ayudó a librarse de un tal Schneider, y desde entonces, su vínculo de confianza se hizo inquebrantable.

—Gracias por todo lo que haces, guapo —me inclino hacia él y le dejo un beso en la mejilla, disfrutando de la leve sonrisa que se dibuja en su rostro—. Eres el mejor.

Sus ojos se desvían apenas dos segundos del camino. No dice nada, pero tampoco hacen falta las palabras. Su mirada, brillante y limpia, me lo dice todo. No solo está orgulloso de ser el mejor investigador de la ciudad, sino que también irradia el amor que me profesa al ayudarme como lo está haciendo. ¿Quién hubiera imaginado que un italiano coqueto y bien parecido podría cambiarme la vida en menos de un mes?

—Penso spesso all’inizio di tutto, questo penso spesso all’inizio di tutto —canta con entusiasmo.

—Veo que esa canción te gusta mucho —comento, recordando que es el mismo tono de su teléfono—. Tiene una atmósfera algo ochentera.

—Storia bella habla del deseo de lanzarse a una relación sin frenos —baja un poco el volumen, como si quisiera que mis pensamientos quedaran en sintonía con los suyos—. Es la celebración de un amor vivido plenamente, sin dudas ni reservas.

—¿Un amor sin dudas, eh?

—Possiamo fare bella storia, bella (Podemos hacer una hermosa historia, hermosa historia) —canta y mueve la mano al ritmo de la música, sin apartar la vista de la autopista—. ¿Crees que podamos hacer una bella historia?

—¿Podamos? —levanto una ceja, divertida —Discúlpeme, señor Girardi, pero ya estamos haciendo historia.

—Ah, veramente? (¿En serio?)

—Por supuesto —afirmo, cruzando las piernas—. Usted, señor investigador privado, conoció a un ángel rebelde, lleno de energía, que solo necesita cosas simples para ser feliz. Y yo… —hago una pausa, atrapada en su sonrisa—. Bueno, ya perdí el hilo de lo que iba a decir. ¿Podrías dejar de sonreír así? Mi mente no coordina cuando lo haces.

Él suelta una risa profunda antes de tomar mi mano y besarla con ternura.

—Sei il miglior regalo di compleanno che possa esistere (Eres el mejor regalo de cumpleaños que pueda existir), la mia principessa.

Pongo los ojos en blanco, aunque el calor en mis mejillas me delata.

—Oh, ya vas a empezar con tus galanterías… —digo, intentando disimular lo mucho que me gusta cuando me piropea—. Te quiero.

—Y yo a ti, preciosa.

Lo observo en silencio por un momento, disfrutando la paz que me da estar a su lado.




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