Todo este asunto con Atilio fue nada más que motivo de una que otra burla de mis amigos, pero he aprendido a superarlo. Y aunque no me molesten en absoluto las bromas, es algo incómodo que el chico nuevo al que agregaron al grupo de chat sepa de mi vida sin siquiera conocerlo. Ni siquiera me acuerdo dónde vive, o cómo se llama; pero si comentó riéndose alguna vez de lo que me decían mis amigos.
En fin. Tras soportar todo aquello a lo largo del año, este año decidí viajar a un lugar distinto a vivir el carnaval. Este año logré arrastrar a Uma conmigo en este nuevo destino. De todas maneras, Gualeguaychú quizás sea bastante amigable con dos chicas solteras que buscan aventuras y diversión. Una vez que llegamos al departamento, no nos dimos oportunidad de descansar por el viaje, así que salimos a caminar por los alrededores y de paso compramos algunas mercaderías y cosas así para 'sobrevivir' durante nuestra estadía.
Hasta donde recorrimos en el poco tiempo que llevabamos, me encantó la ciudad, pero, ¡vamos! Mi objetivo final se cumpliría en la noche. Durante el día fuimos a la plaza principal a tomar mate. El día estaba hermoso, y no queríamos desperdiciarlo.
- ¿No volviste a hablar con Atilio?
- No, ni quiero saber nada más de él, Uma.
- Qué bueno que lo decís, porque no vine hasta acá con vos para no conocer a un par de chicos.
- Tampoco quiero saber nada de chicos. No sirven los famosos 'amores de verano'.
- Vamos, relajate, a pasó un año. ¿Y si este es TU año?
Preferí omitir una respuesta. No estaba del todo segura de volver a confiar en alguien a quien conocería en un fin de semana como mucho. Si iniciaba ese tipo de vínculo, sería sólamente para no dejar sola a Uma en su intento por encontrar a su amor de verano -aunque no hiciera caso a mis recomendaciones de no hacerlo-.
En el corsódromo la pasamos fenomenal. Al fin pude sacar el lado carnavalero de Uma aunque sea por una noche, y hasta volvimos a la madrugada al departamento que alquilábamos. La noche siguiente salimos a caminar en los alrededores, y encontramos un pub que parecía bastante lindo. Sentadas en unos sillones del fondo, cuando el mozo nos sirve una cerveza fría.
- Nosotros no pedimos esto. - aclaré.
- No, señorita, los caballeros de allá les mandan esto.
Cuando miré al otro lado del salón, dos chicos en una mesa nos sonreían desde allí. Por supuesto que Uma empezó a reir, como toda persona nerviosa, con sus mejillas rojas como cerezas. Mi única reacción fue una media sonrisa y un cambio de mirada. En realidad no estaba tan interesada en esas cosas relacionadas al flirteo, pero... ¿bebida gratis? ¡Por favor!
De todos modos, mis cambios de mirada no detuvieron a los muchachos, por lo que cuando nos dimos cuenta se sentaron con nosotras. Pasamos un largo rato conversando, e incluso intercambiamos números nos tomamos fotografías y nos tomamos la birrita.
De pronto, la cerveza comenzó a afectarnos a todos; ya hasta comenzaba a observar y admirar los pequeños detalles de nuestros compañeros mientras bailaba un poquito al ritmo de la música que se podía escuchar. Martín era un modelo ideal de hijo de padres adinerados, rubio, ojos celestes, sonrisa perfecta, y era obvio que le gustaba flirtear y salir de parranda e busca de aventuras de una noche. Guido, por otro lado, era un poco más calmado -aunque igual era hijo de padres adinerados-, castaño, ojos grises, bracketts aunque no los necesite, y claramente el conductor designado de la relación.
Cuando comenzó a acercarse la madrugada, convencí a la versión ebria de mi mejor amiga para irnos al departamento. Por consiguiente, los chicos nos acompañaron. Adelante iban Martín y Uma, y Guido y yo por detrás. En el camino nos perdimos en la conversación, comenzaba a caerme bien porque odiabamos las mismas cosas, pero nuestros gustos no eran similares, y es hermoso compartir nuevos gustos con alguien.
De pronto me acordé de Uma, pero al mirar adelante no pude evitar reirme a carcajadas. Imaginen la escena: ella contra la barandilla de la costanera y Martin manoseándole hasta el alma mientras los dos se fundían en besos. Y luego la cara de Guido, como de horror, sorpresa y gracia a la vez. Eramos los únicos en la ciudad riéndonos como tontos.
Entonces miré hacia el agua por primera vez desde que llegué. ¡Vaya! Las luces parecían estrellas reflejadas, y el silencio de esa zona te dejaa reflexionar por el tiempo que quisieras.
- A mi también me gusta este lugar. - murmuró Guido.- Venimos cada dos años.
- Es muy lindo para pensar. - añadí. - ¿Por qué cada dos años?
- Nos prometemos venir un año y al siguiente recorrer otros lugares. Venimos porque nos enamoramos del carnaval, y justo este año nos sacamos la lotería. - dijo, mirándome de pies a cabeza.
- Pfff... Se sacaron ese cuarto premio que no te deja opción. - nos reimos.
En esa pequeña conversación nos tomamos un momento para mirarnos a los ojos y sonreir como estúpidos. No me daba cuenta de lo cerca que estábamos hasta ese momento, todo alrededor se prestaba para formar parte de una novela romántica...