Quiero enamorarte

La fiesta de las máscaras

En una noche de verano varios jóvenes disfrutan del evento que esperaban con ansias. Popular entre los soñadores, gracias a la publicidad que acarrea dicho evento, La fiesta de las máscaras: una noche de ensueño, donde puedes encontrar el amor de tu vida. O al menos así se mantuvo en sus inicios, después de seis años seguidos, han cambiado los detalles. Para Alicia todavía contiene la misma magia, y aunque se unió un año más tarde desde que empezó, asiste sin perderse una sola fiesta, con la esperanza de conocer a la persona que tanto añora.

La música suena alto. «Los tiempos cambian» piensa Alicia, mientras observa a la gente bailar. Está por acabar su tercera copa, y no tiene duda en pedir la cuarta. Había quedado con un chico para asistir a la fiesta, pero este ni siquiera apareció. Decepcionada enfoca su tristeza en las parejas felices.

—Pero, ¿por qué es tan difícil? —pregunta histérica. Su amiga Ana revira los ojos cansada de sus llantos.

—Es un idiota y ya, admite que te encaprichaste de un tonto que ni siquiera te presta atención.

—Pero él me dijo que era diferente. —Cubre su boca con su mano.

Aunque es fácil ocultar las lágrimas por la máscara, incluso así, no quiere ceder a soltar ni una sola.

—Sí lo sé —suspira Ana, cansada de la misma charla—. Mira, acá hay muchos solteros, ve e invita a uno de ellos a bailar.

—De seguro —ríe incrédula—. ¿Sabes cuántos de estos chicos deben de ser jóvenes?, son puros veinteañeros, me rehúso a encontrar siquiera uno que me guste.

—¿Entonces para qué vienes? Si ya te consideras vieja, quédate en casa tejiendo tus guantes de cocina —bromea—. Como si tener cinco años más fuera un pecado.

—Porque ya tenía una cita —resopla—. "Yo soy un chico dulce, me encanta estar en casa y no salgo de fiesta".

—Tu imitación es lamentable.

—En fin. —Se levanta de su asiento—. Tomaré un poco de aire fresco.

Alicia encuentra la salida al jardín. Un enorme laberinto se halla frente a ella. Sonríe al recordar las veces que se perdió en ese lugar. Y luego suspira, al pensar que este es su quinto año consecutivo asistiendo a la fiesta del antifaz, y todavía no conoce a alguien especial.

Camina sin rumbo por las afueras del laberinto, esta vez no tiene ganas de jugar a la chica exploradora. El camino de piedras le hace difícil caminar con elegancia, pues los tacones se hunden, sus pasos se vuelven torpes y, justo por eso, no puede evitar reír.

—Como si estuviera ebria —dice en voz baja.

Mira hacia los lados para verificar su soledad y, aunque creía que así era, se da cuenta de un chico sentado a su espalda, en las escaleras de entrada. Da la impresión de estar perdido en sus pensamientos, no puede saber si la observa con esa máscara. Se acerca, sacude los escalones antes de sentarse.

—Este edificio está abandonado desde la última fiesta —observa la estructura, que luce perfecta para la noche de brujas.

—Pensé que ya estaba abandonado desde hace años —habla el extraño.

—Supongo que el presupuesto no alcanzó para activar los dos edificios —sonríe, intenta ver de cerca al desconocido, pero este mantiene su cara de perfil—. ¿Por qué estás apartado? —pregunta curiosa—. La música desde aquí suena como un susurro.

—Solo quería estar lejos.

—Yo también... —suspira—. Recuerdo que las primeras fiestas eran más entretenidas —confiesa melancólica.

—De seguro extrañas los eventos.

—¡Exacto! Entonces tú eres de los míos. —Da un suave golpe al brazo del chico—. Me siento vieja cuando hablo de los eventos, casi nadie en este lugar sabe de eso.

—Las búsquedas del tesoro era de mis favoritas, y las veces que me perdí en el laberinto... —se le escapa una sonrisa.

—¡Sí! —levanta su mano con emoción—. Yo aquí, siempre me perdía. Lástima que la popularidad mató los retos, los veranos eran entretenidos. Ahora solo es una simple fiesta.

Él solo emite un ruido, que se puede interpretar como una breve risa. Y al no añadir más palabras, solo queda observar la noche en silencio. La luna llena brilla con intensidad, la luz cae sobre los arbustos del laberinto, dejando un agradable paisaje para grabar en la memoria.

Alicia vuelve a fijar su mirada en él, siente tanta curiosidad que no duda en preguntar:

—¿Quién eres?

El extraño por fin se gira, ambas máscaras se ven de frente.

—Me refiero —agrega al darse cuenta de lo atrevida—, participamos en las fiestas anteriores y no te conozco.

—¿Conoces a todos los participantes?

—No, en realidad, pero…

Sus palabras se traban, se encuentra nerviosa ante la situación incómoda que ha generado, sin comprender la creciente necesidad de cruzar palabras.

—Soy Alicia —extiende su mano. Espera sonriente a que acepte, pero este no reacciona—. Vamos, no me vas a dejar con la mano en el aire —bromea, sonríe nerviosa.

—Rylan, no hace falta darnos las manos.

—Está bien.

Alicia debate dentro de si. La áspera actitud de Rylan la espanta lo suficiente para pensar en marcharse, pero su insistente deseo por conocerlo la presiona a quedarse, se sumergen, de nuevo, en un silencio incómodo. No comprende por qué se siente cohibida, su cabeza está perdida sin generar ningún tema para hablar. Mira la luna, suspira rendida, piensa hacer algo que nunca había hecho: hablar sin parar, contarle a un desconocido su amarga situación.

—Me siento triste, y reconozco que compré por completo el lema de esta fiesta. —Se quita la máscara—. De verdad creí que usar un antifaz me ayudaría a enfocarme en la persona e ignorar la apariencia. Pero ahora no solo ese es mi problema. ¿Sabes lo mucho que desanima ser una de las pocas personas que vino con vestido de cóctel?

—¿Y así venías a los eventos?

—No, claro que no —ríe al imaginarse la escena: perdida dentro del laberinto con vestido—. Pensé que sería más como un cuento de hadas, ahora que los eventos fueron eliminados... además, tenía una cita esta noche, me dejó plantada. —Peina su flequillo, le preocupa lucir despeinada—. Me siento fuera de lugar, todos vienen a bailar, emborracharse, perder el conocimiento y quedar en una aventura, ¿acaso no se vuelve algo monótono? ¿Dónde está lo bonito?, lo tierno; la aventura que yo quiero es esa, que me haga sentir mariposas en el estómago.




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