Quiero enamorarte

La fiesta de las máscaras

Una noche de verano, símbolo de alegría y juventud. Varios jóvenes esperaban ansiosos por la fiesta del antifaz. Popular entre los más soñadores, así lo vendió la publicidad desde que comenzó: una noche de ensueño, donde puedes encontrar el amor de tu vida. O al menos así se mantuvo los primeros años, pero para Alicia mantenía la misma magia, y aunque se unió un año más tarde, asiste sin perderse una sola fiesta, con la esperanza de conocer a esa persona, que tanto añora.

La música suena alto. «Los tiempos cambian» piensa Alicia mientras observa a la gente bailar. Su tercera copa está por acabar, y no está dudando en pedir la cuarta. Había quedado con un chico para asistir a la fiesta, pero este ni siquiera apareció. Decepcionada enfoca su tristeza a las parejas felices.

—Pero, ¿por qué es tan difícil? —pregunta histérica. Su amiga, Ana, revira los ojos cansada de sus llantos.

—Es un idiota y ya, admite que te encaprichaste de un tonto que ni si quiera te presta atención.

—Pero él me dijo que era diferente. —Cubre su boca con su mano. Es fácil ocultar las lágrimas por la máscara, incluso así, no quiere ceder a soltar ni una sola gota.

—Si lo sé —suspira Ana, cansada de la misma charla—. Mira, acá hay muchos solteros, ve e invita a uno de ellos a bailar.

—De seguro —ríe incrédula—. Sabes ¿cuántos de estos chicos deben de ser jóvenes?, me rehúso a encontrar siquiera uno que me guste.

—¿Entonces para qué vienes? Si ya te consideras vieja, quédate en casa tejiendo tus guantes de cocina —bromea Ana.

—Porque ya tenía una cita —resopla—. Yo soy un chico dulce, me encanta estar en casa y no salgo de fiesta.

—Tu imitación es lamentable.

—En fin. —Se levanta de su asiento—. Tomaré un poco de aire fresco.

Alicia encuentra la salida al jardín. Un enorme laberinto se halla frente a ella. Sonríe recordando las veces que se perdió en ese lugar. Y luego suspira al recordar que este es su quinto año consecutivo asistiendo a la fiesta del antifaz, y todavía no conoce a alguien especial.

Camina sin rumbo por las afueras del laberinto, esta vez no tiene ganas de jugar a la chica exploradora. El camino de piedras le hace difícil caminar con elegancia, los tacones se hunden haciendo sus pasos torpes. No puede evitar soltar una risa.

—Como si estuviera ebria —dice en voz baja. Mira hacia los lados para verificar su soledad, y aunque creía que así era, se da cuenta de un chico sentado a su espalda. Luce perdido en sus pensamientos, sin embargo, no puede saber si la observa con ese antifaz. Se acerca, sacude un poco los escalones antes de sentarse—. Este edificio está abandonado desde la última fiesta —dice observando la estructura, que luce perfecta para la noche de brujas.

—Pensé que ya estaba abandonado —habla el extraño.

—Supongo que el presupuesto no alcanzó para activar los dos edificios —sonríe, intenta ver de cerca al desconocido, pero este mantiene su cara de perfil—. ¿Por qué tan lejos? —pregunta curiosa—. La música desde aquí suena como un susurro.

—Solo quería estar un poco lejos.

—Yo también, recuerdo que las primeras fiestas eran más entretenidas —confiesa con una risa torpe.

—De seguro extrañas los eventos.

—¡Exacto! Entonces tú eres de los míos. —Da un suave golpe al chico—. Me siento vieja cuando hablo de los eventos, casi nadie en este lugar sabe de eso.

—Las búsquedas del tesoro eran mis favoritas, y las veces que me perdí en el laberinto.

—Si —levanta su mano—. Yo aquí, siempre me perdía. —Suspira—. Lastima que la popularidad mató los retos, los veranos eran entretenidos. Ahora solo es una simple fiesta.

Él solo emite un pequeño ruido, que se puede interpretar como una risa breve. Y al no añadir palabras, ambos observan la noche en silencio. La luna llena brilla con intensidad, la luz cae sobre los arbustos del laberinto, dejando un lindo paisaje para grabar en las memorias. Alicia vuelve a fijar su mirada en ese chico, siente tanta curiosidad, que no duda en preguntar:

—¿Quién eres? —El chico por fin gira su cara, ambas máscaras se ven de frente—. Me refiero —dice al darse cuenta de lo atrevida—, participamos en las fiestas anteriores y no te conozco.

—¿Conoces a todos los participantes?

—No, en realidad, pero…

Sus palabras se traban, se encuentra nerviosa ante la situación incómoda que ha generado. Y sin comprender la creciente necesidad de cruzar palabras.

—Soy Alicia. —Estira su mano. Espera sonriente a que acepte, pero el chico no reacciona—. Vamos, no me vas a dejar el brazo colgando —bromea, agregando un tono sarcástico a su voz.

—Rylan, no hace falta darnos las manos.

—Está bien —sonríe forzada.

Alicia debate dentro de si, la áspera actitud de Rylan la espanta lo suficiente para pensar en marcharse, pero su insistente deseo por conocer lo la presiona a quedarse, y se sumerge de nuevo en un silencio incómodo. No comprende porque se siente tan cohibida, y su cabeza está perdida sin generar ningún tema para hablar. Mira la luna, suspira rendida y piensa hacer algo que nunca había hecho, hablar sin parar, y contarle a un desconocido su amarga situación.




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