Alicia despierta adolorida. No recuerda qué fue lo siguiente que pasó en la noche. Masajea su cara para procesar el estrés que siente, le molesta no recordar nada, además del malestar de una resaca. Se asoma en la cocina, guiada por el magnífico olor a café.
—Buenos días —dice Ana, sopla su taza sin mirar a otro lado que no sea su celular.
—¿Qué rayos pasó anoche? ¿Cómo llegamos a la casa? —Se sirve una taza.
—Mi novio nos trajo —contesta sin importancia, no parece dispuesta a despegar su mirada de la pantalla.
—¿El chico que conociste apenas a una semana de mudarnos? —comenta Alicia con ironía—. Eres increíble, ¿cómo lo haces?
Alicia se sienta con resignación delante de su amiga. Están acostumbradas a vivir en una ciudad llena de movimiento, donde el estrés se respira cada mañana, entre la saturación de los ruidos y los olores mezclados. Pero cada verano, viajan a este pueblo de vacaciones. Alicia ama la fiesta de las máscaras, y Ana se encontraría con un chico que conoció en línea, por lo que esta vez adelantaron el viaje.
—Por favor —suplica Ana con una sonrisa—. Mi novio tiene una banda —le muestra a Alicia una foto tomada en la tarima de un bar.
—A… —dice sin mucho asombro—. Ahora entiendo tu obsesión. ¿Pero cómo lo conociste?
—Internet —responde, volviendo a hundirse en el teclado de su celular.
Suspira. El rechazo de su amiga se siente pesado, sobre todo sumado a su malestar. Pero no es nada nuevo, Ana siempre ha sido poco amistosa, y nunca tuvo problemas en demostrar su apatía hacia los demás.
—Por cierto —dice Ana. Deja el celular en la mesa, parece que ahora si pretende prestar atención.
—¿Qué traes? —comenta, dejando a un lado su café, está demasiado amargo para su gusto.
—¿Podrías ayudar a mi novio con sus redes?, lo estoy convenciendo para que haga más conocida a su banda. —Alicia se dispone a poner cara de disgusto, pero Ana le gana haciendo un puchero—. Dijiste que querías buscar la manera de ampliar tu conocimiento como mánager de redes sociales, esta es una buena oportunidad. Puedes tomarlo como un experimento —propone.
—¿Habrá pago? —Va directo al punto, no piensa hacer nada gratis, aunque sea el novio de su amiga, pues aún no lo conoce.
—Puede ser, se lo puedo plantear… es que, esto es más una petición de mi parte, él no me ha dicho nada, ni siquiera sabe quién eres.
—Por ahí empezamos mal —advierte Alicia con un tono burlón. No le gusta jactarse de ser una celebridad en Internet, pero siempre bromea con sarcasmo sobre el tema.
—Entonces, mi idea era proponérselo, como cosa nuestra.
—Bien, puede ser un gran experimento —acepta. La idea comienza a aclararse en su cabeza. Dirigir las cuentas en línea de una banda podría ser todo un reto, pero cae en cuenta de algo importante—. ¿De qué es su grupo?
—Rock metal. —Ana sonríe ante la cara de horror de su amiga—. Por favor, no suenan mal, dale una oportunidad.
—No soy fan de los gritos —añada con desprecio.
—Esta noche tocarán —sonríe malévola—. Y… tú y yo iremos.
—No por favor, tengo resaca, y todavía tengo curiosidad de como terminó la noche.
—Una cerveza de seguro te va a ayudar —afirma—. Anoche solo te pusiste a bailar como loca y beber como desquiciada —agrega con preocupación—. Ni idea que te pasó para ponerte, tan, modo despechada, pero bueno, tampoco nada raro en ti.
—Em sí, nada raro —comenta mientras piensa. El desgano de la noche le ganó. Y el rechazo del chico misterioso le cayó fatal. Aunque no pretendía nada, tenía la ilusión de cruzarse con alguien interesante a quien conocer.
—Ya sabes, te quiero divina esta noche, tienes que dar tu mejor impresión —señala—. Nada de fresa, por favor. —Se retira de la cocina.
Resopla. La poca experiencia que tiene con ese grupo de personas, es que son pesados, al menos para ella. Ha tenido encuentros incómodos por su gusto musical, pero está acostumbrada, a su amiga le encanta arrastrarla a conciertos y eventos de este tipo.
—Ah, cierto —aparece Ana de nuevo—. Voy a salir, ya debe estar por llegar Nando —sonríe para hacer énfasis en el nombre de su chico—, al regresar quiero ver esos diseños de los que me hablaste ayer. —Vuelve a desaparecer al terminar sus palabras.
Alicia frunce el ceño al recordar. No funciona bien con el estómago vacío. Se levanta para resolver el desayuno primero, luego se dispondrá a la tarea de recordar.
Desde pequeña le ha gustado dibujar, sus padres alentaron mucho su talento. Pero fue después de adolescente que conoció el diseño de modas, y desde entonces es su principal motivación. A medida que avanzaba en cursos, exploraba e investigaba sobre el diseño, fue compartiendo su progreso y avance en redes, hasta convertirse en alguien popular. Aunque a veces siente tristeza en que las personas la conozcan por ser ella, y no tanto por sus diseños. Sin embargo, continúa fabricando líneas de ropa, con la esperanza de lograr marcar una moda o una diferencia, y hacer resaltar su trabajo
Hamel mira con preocupación la puerta de Rylan. Lleva horas ahí metido y no da señales de que esté despierto. Sabía que se levantaría tarde, y el almuerzo ya está frío. Conoce a su amigo desde pequeña, y vive alquilada en esta casa, de la abuela de Rylan. Ellos tres llevan años compartiendo, ahora son como una familia. Más que una amiga, se considera una hermana, ambos son hijos únicos, así el lazo entre ellos se ha vuelto especial.
Mira el calendario, faltan pocos días para que regrese la abuela, fue de visita a la ciudad, cada tanto tiempo lo hace. Para esta chica la vida se ha vuelto diferente desde que Rylan comenzó los estudios en la universidad. Y ahora solo puede verlo cada verano, o cuando él se escapa de toda responsabilidad y se encierra en este pueblo, un escape que siempre está a su disposición. Le preocupa la salud de ese chico testarudo. Esta vez amaneció porque sus dos trabajos han chocado en horario. No descansará hasta cumplir su meta de comprarse un carro. Si pretende vivir viajando de un lugar a otro, lo necesita.
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Editado: 30.07.2024