Quiero enamorarte

¿Dormir juntos?

La noche en el bar está tan llena de movimiento como de música. Rylan entra en su turno, suspira desanimado al ver la cantidad de personas. La idea de lugares saturados se le hace escalofriante, y puede hasta convertirse en aterrador. Nada fuera de lo normal en temporada de vacaciones. El pueblo recibe muchos turistas, y para finales de verano habrá muchos más.

Alicia, Ana y Nando llegan al bar. Ambas chicas se sorprenden. El lugar luce diferente a como esperaban. Moderno, con mucha vida, y decoraciones doradas que resaltan desde la entrada.

Los tres se sientan en la mesa más al fondo. Nando asegura que desde allí se puede ver todo el lugar. Alicia observa todo a su alrededor, comprueba que es cierto. Puede ver a Rylan moverse de un lado a otro en la barra, pero su silueta se pierde entre los clientes que atiende. Se dispone a dibujar. Ana la mira incrédula, y ladea su cabeza con pequeños movimientos para expresar vergüenza por su amiga.

—¿Y si bailamos antes de que te pongas manos a la obra? —invita Ana, quien se mantiene de pie a la espera.

—No sé si esté de ánimo.

—Por favor, Nando no sabe bailar, y mucho menos le gusta la cosa que está sonando. —Hace una mueca de decepción.

—Haberlo pensado —responde Alicia, y se ríe.

Nando se acerca a la mesa con tres tragos. Ana toma el suyo y da un largo sorbo.

—Vamos. —Toma la mano de Alicia, la lleva a la fuerza al centro de la pista.

—Ahora que lo pienso, esto es una disco, no un bar —grita Alicia para ser escuchada, siente que aumenta el volumen.

—Tú solo baila. —Comienza a mover el cuerpo al ritmo de la música.

Alicia en cambio inicia con movimientos suaves. No tiene la misma energía. Es incómodo para ella estar en medio de una discusión, aunque no la presenció. Las miradas que Ana lanza hacia la mesa mientras baila, son todo un poema. Ana es una chica difícil de atrapar. Una rareza de gustos oscuros, la mayoría de su ropa es negra, una rubia gótica que cautiva a quien quiera. Y a veces, suele soltar este lado fiestero, disfruta mucho salir de copas y bailar. Las chicas comienzan a sentir calor en el cuerpo, es normal para ellas bailar solas. Bromean entre ellas, sincronizan sus labios con las letras de las canciones, se divierten.

Da media vuelta, siente su piel erizarse al cruzar su mirada con la de Rylan, haciéndola detener sus pasos. Él levanta sus cejas sorprendido, ella responde con una leve sonrisa. Retoma su baile, canta la letra sin emitir sonido, haciendo muecas exageradas. Casi una parodia a la canción que suena. Rylan ríe, baja la mirada para seguir preparando un cóctel. Alicia sigue la fiesta junto a su amiga.

Vuelven cansadas a la mesa. Nando se encargó de llenar el espacio en la madera con botellas vacías. Alicia suspira al ver la cara molesta de Ana, quien mira el centro de mesa, para luego dedicarle una expresión de odio a su chico.

—Creo que me acercaré a la barra, tengo mucha sed —dice al tomar su bolso, alejándose de la pareja.

Sacude el taburete antes de tomar asiento. Toma otra servilleta para limpiar el espacio frente a ella antes de colocar su cuaderno de dibujo.

—¿Es enserio? —dice Rylan—. Un lugar curioso para ponerse a diseñar.

—Tú sigue trabajando, solo ignórame.

El chico enciende una luz sobre ella, y esta responde con una sonrisa en agradecimiento.

—¿Algo que ordenar?

—Un vaso de agua por favor —dice sin apartar la mirada de la hoja.

Sirve su pedido y se retira para atender a otras personas. Alicia lo mira antes de trazar la primera línea. Reconoce ese chaleco de seda, corbata negra, camisa blanca. Entiende que es su uniforme porque los compañeros también lo usan. Se sorprende al descubrir que estaba trabajando en la fiesta de las máscaras. Mueve su lápiz entre los dedos. Dibuja mentalmente la máscara sobre el rostro de él, y las ideas comienzan a surgir.

Menea su cuerpo con suavidad, al mismo tiempo que mueve el lápiz sobre el papel. Cuando lo necesita, lanza una mirada al camarero de su interés. Revisa los diseños que tiene, tacha con una “x” los que no considera decentes. Con sus uñas toca la madera de la barra, intenta seguir el ritmo de la canción. En su cabeza, está armando ideas.

—Hay un caballero que te ha mandado este trago —Rylan sirve una copa a su lado.

—Regresalo —dice, y vuelve su mirada al cuaderno.

—Yo que tú, lo aceptaría, no estás obligada a responder.

—Si lo acepto, pensara que tiene alguna posibilidad —contesta, desafiante.

—Entiendo. —Se retira, llevándose la bebida.

Pone los dedos sobre sus sienes. Estaba tan concentrada, que olvidó en qué lugar se encuentra. Vuelve a centrar su atención en la hoja. Terminará la sesión con un par de diseños más. Hasta ahora solo tiene un favorito, y otros tres posibles de ocho en total.

—Acá tienes otro trago —Regresa Rylan, esta vez le muestra un vaso alargado con un degradado de blanco a azul marino. Mira indecisa, pero luce bien.

—Regresalo —dice, y vuelve a tomar el lápiz.

—Este lo invito yo.

—¿Si? —Cruzan miradas, y le regala una sonrisa—. Entonces si lo quiero.

Toma el vaso de cristal, procede a revolver la mezcla. El chico se aleja, para seguir con su trabajo. Alicia queda encantada con el sabor. Le recuerda a uno que tomó en sus vacaciones de fin de año, también recuerda la reseña que hizo de ese hotel, y lo mucho que le encantó ese cóctel. Sonríe sola al descubrir que se acordó de ese video. Ahora lo ve con ternura, no sabe discernir si es el calor del alcohol lo que siente dentro de sí, o el detalle le hace despertar una sensación de aprecio.

La música cambia a una más lenta. La hora de ir retirándose ha llegado. Alicia voltea las páginas en busca de su diseño favorito. Después del cóctel consiguió un mejor resultado. Admira su obra, con la ilusión de verlo hecho realidad. Es una pena que no tenga su máquina de coser cerca, tendrá que regresar a la ciudad para continuar.




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