Quiero enamorarte

Pensamientos

Alicia entra en casa, y se desploma delante de la puerta. Tiene muchas preguntas en su cabeza. Sus problemas se vuelven nada cuando los compara con la vida de otros. La vida es dura para todos, no importa si tienes o no ventajas. Ana sale de su cuarto y se espanta al ver a su amiga en cuclillas delante de la puerta.

—¿Qué pasó? —pregunta, acercándose para inspeccionarla.

—Eso mismo debería preguntar yo. —Alicia le dedica una mirada de desconfianza.

—Amiga, perdóname, de verdad que no quería dejarte plantada. Pero tienes tu celular apagado, ¿cómo querías que te encontrara?

—¿Por qué no llamaste a Rylan?

—¿Estabas con él?

—¿Con quién más estaría? —pregunta enfadada.

—Pensé que estabas en un hotel de lo más divina metida en un spa.

—No me llevé mi cartera —dice arrepentida—. Se suponía que tú me invitarías, asumí que no hacía falta llevar dinero. —Deja caer la cabeza entre sus rodillas.

—Pero… que pensamiento tan irresponsable Alicia, ¿no sabes que los accidentes ocurren?

—¿Acaso hubo uno?

—Si, la verdad es que sí. —Suspira—. Me caí por las escaleras.

—¿De nuestra entrada?

—Si, te dije que vivir en un segundo piso sería la peor idea.

—Pero, eso fue estando aquí… —sospecha.

—Te explico. —Se sienta a su lado—. Nando y yo peleamos, tomé tanto, que me volví loca. Derramé a propósito cerveza sobre nuestros móviles, y adivina quien se molestó a tal punto de obligarme a regresar a casa. Pero, en el forcejeo de no querer subir, me caí. Se suponía que te iba a buscar luego, pero estuvimos toda la noche en el hospital.

—No puede ser. —Responde con preocupación. No le sorprende el arranque de ira, y tampoco es la primera vez que se lastima—. ¿Al menos se arreglaron?

—Lloré, lo golpeé, y luego nos abrazamos, si, creo que tuvimos un final feliz, ahora estamos como si nada hubiera pasado.

—Por favor, que clase de novia eres.

—Así me quiere. —Revira los ojos—. Ahora tú, dime, ¿cómo que pasaste la noche con Rylan?

—Ya no quiero saber nada de él. —Vuelve a enterrar su cabeza entre las rodillas.

—¿Qué tan malo fue?

—¡No! —grita lamentándose—. No pasó nada, solo… me siento fatal.

—¿Por qué?

—Porque él tiene una vida complicada, y yo solo soy una niña mimada, caprichosa e infantil —solloza.

—¿Te dijo eso?

—No…

—Y ¿de dónde sacas eso?

—Intuición.

—Me parece que exageras, y vuelves a este punto en la vida, donde todo marcha bien, y tienes la estúpida necesidad de tropezar con tus propios pensamientos, para luego deprimirte durante una semana.

—Quizás…

—Por favor, se supone que son nuestras vacaciones, no te dejes desanimar—Acaricia el cabello de Alicia como consuelo.

—Solo una lloradita nada más —solloza.

—Llora todo lo que quieras amiga, aquí estoy para eso. —Ana la abraza.

 

Alicia se volvió a dar una ducha para calmar su dolor. Esta vez relajó su cuerpo en agua caliente. Se sienta a la mesa. Abre su cuaderno de bocetos. Todavía le cuesta procesar este día de pesadilla. Pero no todo resultó tan mal, planea organizar algunas salidas con Hamel, le parece buena chica, y alguien con quien podría valer la pena pasar tiempo. Observa con tristeza sus diseños. Quería hacer algo colorido y vivo como el verano. En cambio, la vibra que le dio Rylan esa noche fue fría, y los diseños en su mente se adaptaron al invierno. Le gustan, son buenos, pero le hubiera gustado tener ambos. Pensar en él es doloroso, y vuelven sus ganas de llorar, sin saber el porqué. No quiere gastar energías hurgando en sus pensamientos.

Rylan ha tenido la desgracia de conocer facetas malas de ella, y eso le avergüenza. Logró sentirse tan cercana a él en cuestión de segundos, y así mismo, se sintió arrancada de su lado como la desconocida que es. Dejándole un sabor agridulce, que le revive su pasado, con su ex, de cuando vivía aún con él. Era inocente, creía en el amor verdadero. Se mudó para compartir piso con ese chico que le pintó el mundo de colores, y quien le prometió las estrellas y la luna. Y terminó en una relación que se marchitó con lentitud. Vivió cada una de sus etapas, y arrastró su corazón para salvar algo que no podía ser reparado. Rylan le hizo recordar todas esas sensaciones. La actitud esquiva, y el trato serio que pide de manera indirecta que te vayas.

—¿No iban a ser de verano los diseños? —pregunta Ana, quien de pasada se quedó observando el cuaderno.

—Rylan no me dio la misma impresión —suelta desanimada.

—No se ven mal, si le agregas colores más alegres los puedes producir y vender esta navidad.

—Si, de seguro se venderá —voltea la hoja.

—Si se pone la cosa picante con Rylan, puedes sacar tu línea de verano, y quién sabe, quizás una línea de pijamas juguetonas para parejas también.

—No sigamos con el tema.

—¿Por qué?, me hace gracia.

—Yo no soy como tú, que fluye sin pensar en el futuro. Yo quiero una pareja a largo plazo, por no decir que quiero alguien a mi lado para siempre.

—Ya vas a empezar con tu tema de amarrar a alguien de por vida.

—Si, así soy, y así lo descarto. —Le muestra su puño, y empieza a enumerar con los dedos—. Vive aquí, yo en la ciudad. Me lleva cinco años, tiene familia complicada y responsabilidades que no quiero. Tenemos gustos muy diferentes. No le intereso. Y, de seguro, piensa mal de mí y… —recuerda pensativa—. Tiene tatuajes, se seca el pelo como un perro, tiene el sueño pesado, es muy provocativo cuando huele a jabón.

—¿Esas últimas son malas o buenas?

—Son malas —miente.

—Y… —Ana sonríe con picardía—. ¿Cómo sabes esas últimas, si según, no pasó nada?

—Estuve encerrada en su cuarto para que su abuela no se enterara de mi.

—Que lamentable —resopla resignada, esperaba una mejor historia.

—Demasiado…




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