Quiero enamorarte

Crisis

—¿Por qué si te gusta ir a lugares lejanos, no trajiste tu carro? —pregunta Rylan, mientras prepara su siguiente bocado.

—Para mí las vacaciones son libres de estrés, y traer el carro implicaría gastos como gasolina, hacerle una revisión para saber que puede viajar. —Toma un trago de su bebida—. Que vamos, serían más incomodidades que comodidad.

—Lo dice la persona que no lleva dinero a una salida nocturna.

—Ay por favor —suplica—. Ya aprendí de mi error, créeme que tengo una nota mental gigante en mi cabeza, para no volver a salir sin mi cartera.

—¿Tu mente funciona como una pizarra de corcho?

—En realidad sí —ríe—. Así tal cual la visualizo cuando anclo una idea en mis pensamientos.

—A mí se me olvida todo. —Piensa—. Al menos tu forma funciona.

—Odio cometer errores, así que, es eso o un trauma de por vida. —Alicia bromea, tenía tiempo que no se sentía tan a gusto con una persona.

—Si me dio una vibra que eres ese tipo de persona. —Hace una seña con la mano, pide un momento para pensar—. Te torturas mucho cuando algo sale mal, lo se por el video de las entregas que no llegaron. Aunque tú y Ana salieron sonrientes a pedir disculpas, luego, cada que podías lanzabas un comentario sobre eso.

—Por favor. —Se cubre el rostro con las manos—. ¿Cómo te acuerdas de esas cosas?

—Hamel y mi abuela se molestaron mucho con todos los comentarios negativos que leían.

—No me digas, después iban a contarte todo —ríe nerviosa.

—No solo eso, discutieron con gente desconocida por defenderte.

—Que tiernas, les debo un regalo —expresa conmovida.

—¿Cómo se supera un evento como ese?

—¿Que intentaran acusarme de estafadora? —Resopla, exhausta de solo recordar—. Al principio fue horrible, que me insultaran y no tener la culpa. —Suspira—. Que dolor de cabeza. Ana fue la que me ayudó a no entrar en una crisis depresiva.

—¿Son comunes las crisis?

—¿Para mí? —Piensa—. Son muy seguidas y constantes, que las oculte es otra cosa.

—¿De verdad?

—Si, yo simplemente me dejo llevar, a veces descubro el porqué, otras veces no entiendo nada, pero dejando fluir todo, se me pasa. —Mira su plato vacío, pensativa—. Y tú… ¿Las tienes?

—Cuando presiento que tendré una, no pienso, y busco distraer mi mente hasta que se me olvide.

—La clásica.

—Lo sé, luego se acumulan.

—Y terminan escritas como canciones escondidas bajo la cama —comenta con melancolía.

—Se suponía que no tenías que encontrarte con “eso”. —Hace un breve gesto de incomodidad.

—Lo siento, es que se parecía tanto a mi cuaderno. Además, tu abuela entró al cuarto y tuve que esconderme bajo la cama, por eso lo vi.

Rylan ríe a carcajadas. Alicia sonríe avergonzada, pero no puede aguantar la risa por mucho. Su boca tiembla por intentar contenerse. Hasta que se une a Rylan, con una risa menos ruidosa.

—No puede ser. —Rylan respira profundo—. Qué aventura…

—Más absurda. —Alicia completa las palabras—. ¿Qué día tienes libre?

—¿Por qué?

—Quisiera ir a tu casa y hacer una comida, con Hamel y… la abuela, es que no sé su nombre.

—Se llama Elisa, pero siempre le decimos abuela, así se nos quedó. —Rylan observa la risa nerviosa de Alicia—. Pasado mañana tengo libre.

—¿Te parece buena idea? ¿Qué sería mejor, un almuerzo, una cena?

—Una cena puede ser, a veces nos gusta hacer noche de película.

—Suena agradable, entonces, ¿me pasarás buscando? —bromea.

—Puedes llegar por tu cuenta —ríe.

—Está bien, pero, si me gustaría verte antes ese día, ¿qué tal si hacemos mercado? Podríamos comprar los ingredientes.

—Bien, yo te escribiré.

—¿Cómo? si no tienes mi número —Estira la mano, esperando que le entregue el celular—. Dámelo, es mejor un mensaje privado, que luego no te leeré de los tantos que me llegan —sonríe amable.

—No tienes porque restregarme tu popularidad —bromea. Le entrega el móvil en la mano.

—Para que no te olvides de quién soy. —Ella sigue con el chiste—. Toma. —Le regresa el celular—. ¿Puedes llamarme? No confío en que luego lo hagas.

—No soy tan olvidadizo. —Marca su número.

—No es por eso, es que luego te la das de importante y me olvidas —comenta sarcástica.

—La estrella aquí eres tú —recuerda.

—No por mucho —advierte sonriente. Muestra el número agregado—. Ya no te salvaras de mí.

—¿Quieres que me arrepienta de la cena?

—No hay vuelta atrás, soy capaz de llegarme hasta tu casa —finge una actitud amenazante.

—Que escena más de novia psicópata —ríe.

—Lo sé —ríe también—. Soné demasiado a Ana. —Tapa su boca con sorpresa, no debería soltar esos detalles.

—Tranquila, yo nunca escuché eso —sonríe cómplice.

—Es que luego me mata —agrega apenada.

Alicia suspira. El restaurante es una terraza, aprovecha su ubicación para mostrar el paisaje del alrededor. Los manteles blancos se mueven con la brisa, el piso formado con piedras grandes, unidas una tras otra. Y las pequeñas palmeras en macetas. Hace la ilusión que tienen una playa muy cerca. Este lugar le encanta, y la relaja tanto, que fluye con la brisa, dejando salir sus emociones sin rodeos ni reservas. Acomoda su cabello, hoy decidió usar una cola en lo alto de su cabeza, pero el viento le ha revuelto el peinado. El silencio se hace largo y extenso entre los dos. Rylan se encuentra nervioso ante ella. Ninguno de los dos quiere terminar con esta cita inesperada.

—¿Quieres acompañarme? —Ella se levanta, acomoda su vestido—. Quisiera echar un vistazo al borde.

—Seguro. —Se une a su lado.

Se apoyan en la baranda, contemplando las montañas a la distancia. Alicia lo busca con la mirada, Rylan voltea a verla. Mantienen la tensión entre los dos sin soltar palabra. Él le acomoda el cabello detrás de su oreja, con la excusa de poder ver bien su rostro. Su mano se desliza por su barbilla, encantado con lo suave de su piel. Alicia presiona sus labios, aparta su rostro, contiene todas las palabras que le gustaría decir. Su corazón late acelerado, y una punzada en el estómago le pone los vellos de punta, la emoción le recorre el cuerpo. «Es la magia de este lugar» piensa.




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