Alicia recibe el mensaje de Rylan, que ya se encuentra afuera. Emocionada, se levanta de un salto del sillón, y llega delante de la puerta. Exhala para calmarse, quiere verse tranquila y serena.
—Lo siento por pedirte que llegaras hasta acá —dice ella al abrir la puerta—. Tenía que hacerte pagar de algún modo por hacerme esperar.
—Un trato justo —sonríe cansado—. Hola, por cierto.
—Ya deberías saber que no me gusta saludar —comenta en tono divertido—. ¿Quieres pasar?
—Creo que ya se hace un poco tarde, tenemos que irnos.
—Ya vuelvo. —Regresa adentro en busca de su celular, lo mete en su cartera junto con las llaves.
Esperan en la parada, impacientes, preocupados por perder el bus.
—Acá cerca hay un mercado al que podemos ir —señala la dirección—. A mi me encanta porque venden de todo.
—Mejor sería uno cerca de casa, para no cargar con tantas bolsas.
—Tienes razón, me hubiera traído mi carro —ríe de manera torpe—. Vamos, yo pago el taxi —Toma la mano de Rylan, camina rumbo al lugar que comentó. Él pone resistencia.
—Estoy seguro que ese mercado al que te refieres es costoso.
—No importa, yo invitaré la cena, ¿recuerdas? —Vuelve a jalar el brazo—. No te hagas de rogar.
Rylan suspira, y sigue los pasos de ella. Caminan juntos tomados de la mano. Hasta que Alicia lo suelta al percatarse de la cara incómoda de Rylan. Suspira confundida. Le cuesta entender porque un día lo encuentra alegre, y al otro cambia por completo su actitud.
—Si querías seguir durmiendo, me lo podías pedir en lugar de salir —dice molesta.
—No es eso, solo que no quiero que gastes de más.
—El dinero no es problema, por favor créeme, si yo digo que invitaré, es porque quiero hacerlo.
—No lo puedo permitir, tú eres la invitada.
—Mira. —Detiene sus pasos—. De verdad, esto me nace del corazón, ¿si? Casi nunca tengo interacción directa con mis fanáticos, déjame hacerlo.
—Bien —expresa con amargura.
Alicia voltea los ojos, y continúa con la caminata. Los “bien” de Rylan demuestran su inconformidad, pero también su manera de ceder. Ella no puede evitar sentir una pequeña alegría, la cual trata de ocultar. Poco a poco lo va conociendo, y eso le encanta.
Entra entusiasmada al mercado. Para ella, hacer las compras es su momento de relajación. Pasear entre los pasillos con calma, mirar cada empaque llamativo, conocer nuevas marcas. Esta chica vuelve una tarea cotidiana, una experiencia entretenida y emocionante. O al menos así suena en su cabeza. Por esta razón no es fan de los comercios pequeños, porque le encanta pasear su mirada entre los productos. A veces se siente incómoda cuando va a una tienda pequeña, no puede evitar mirar con descaro cada rincón. Toma un carrito de compras, se acerca a los primeros estantes y se lleva un par de mermeladas.
—Estas son menos costosas —Rylan sostiene entre sus manos un sobre de mermelada.
—Esa no la conozco, ¿tú si? —Deja caer su cabeza con ligereza hacia un lado.
—No, porque no gasto en caprichos innecesarios —regresa el sobre al estante, y toma el par de mermeladas dentro del carrito.
—De vez en cuando no hace daño. —Alicia pone las manos sobre los brazos de Rylan, indicando que se detenga—. Son ricas, y luego te quedan buenos vasos de vidrio para usar, a tu abuela le va a encantar —asiente.
—Bien —repite Rylan, e imita el movimiento de cabeza de ella.
—No pretendía contarte que armé una lista de mercado para regalárselo a tu familia, pero como veo que esto te hace sufrir, no me queda de otra —advierte.
—No hace falta, de verdad —suplica.
—No —sonríe forzada—. Me veras llenar este carrito con todo lo que se me antoje y no dirás nada, ¿de acuerdo? —Levanta su dedo índice para interrumpir sus palabras—. Y queda prohibido decir la palabra “bien” de nuevo.
—Perfecto, ve adelante, yo te seguiré sin decir nada más.
—Gracias.
Alicia se pasea entre las estanterías. Ir de compras es su momento de felicidad, y una mala actitud no será suficiente para quitarle la alegría. Le encanta probar diferentes recetas y productos. La emoción crece en ella al imaginar la cara de sorpresa que tendrá Hamel y la señora Elisa. En su cabeza tiene una visión de llegar a esa casa como un día de nochebuena, le ilusiona pasar un agradable momento con personas que lucen ser sinceras y humildes.
Rylan lleva con lentitud el carrito de compras. Todo este rato observa la espalda de Alicia, sin decir una palabra. Evita dejarse llevar por la mirada. Pero le es difícil no quedar hipnotizado por el movimiento del cabello, que se balancea de un lado a otro sobre la espalda. Para él, es irresistible y atractiva con el cabello recogido en una coleta de caballo. Es como verla danzar en armonía con solo caminar, y también, puede deslizar la vista por su marcado cuerpo de guitarra. Gira su rostro en busca de otra distracción. Cosa que sí ayuda, porque se sorprende al ver los precios marcados. Mueve su cabeza en negación, incrédulo, no tolera la sorpresa de saber que cobran más caro en comparación de otros sitios que no tienen esta apariencia impecable y aire acondicionado central. «La comodidad es cara» piensa, mientras escoge un frasco de salsa.
—A mi me encanta esa, ¿quieres llevarla? —dice Alicia al verlo distraído.
—No, estaba viendo nada más.
—¿Tú cocinas? —Le quita el frasco de las manos, y lo mete al carrito.
—Muy poco.
—¿Por qué? Es divertido. —Escoge otro par de frascos de salsas.
—Seguro —agrega en tono irónico.
—Estoy convencida que la señora Elisa te va a sorprender con las comidas que hará con estos ingredientes —comenta convencida—. Por cierto, ¿si le dijiste que iré?
—No les dije que eras tú, pero si les comenté que recibirán una visita especial.
—Genial, manteniendo el misterio. —Le regala una sonrisa cómplice—. Eso me gusta.
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Editado: 30.07.2024