Abre la puerta. Rylan entra primero.
—Cariño —dice la abuela al recibirlo—. Morimos de hambre, ¿por qué tardaste tanto?
—Hola —dice Alicia detrás de Rylan.
La señora cubre su boca con ambas manos. Se ha quedado helada. La mira minuciosa de arriba a abajo. Se acerca a su nieto sin dejar de mirarla, y susurra una pregunta:
—¿De dónde la sacaste?
—La conseguí por ahí. —Ríe ante el asombro de su abuela.
—Rylan. —Alicia golpea el hombro del chico—. Nos conocimos hace unos días, me habló maravillas de usted y quería conocerla.
—Ay mi niña, que hermosa eres. —Se acerca para tocar la larga cabellera negra.
—Gracias —responde con una sonrisa, aunque en realidad se encuentra confundida.
—Porque no me dijiste que era ella, me hubiera arreglado. —Señala con su dedo a Rylan—. Yo pensé que traerías a la que está llena de manchas de nuevo.
—Abuela. —Rylan interrumpe—. Puedes estar tranquila, que ella no volverá por aquí. Ahora, si me disculpan, estas bolsas pesan.
—¿Qué trajeron? —pregunta curiosa sin apartar la vista de su nieto.
—Les quise regalar un mercado —comenta Alicia sonriente. Intenta no hundirse en sus pensamientos, aunque muere de ganas por saber más sobre esas “manchas”. En cambio, la abuela si decide hundirse en sus ideas, e ignorar por completo el comentario. Primero quiere entender lo que está ocurriendo.
—¡Alicia! —Hamel sale sonriente de su cuarto—. Con que eras tú.
—¿Ya se conocían? —pregunta la abuela—. ¿Por qué soy la última en enterarme?
—No abuela —se disculpa—. A mi también me sorprende, quien pensaría que sería ella —ríe nerviosa.
—Querida, pasa, siéntate. —Toma a Alicia por el brazo—. No te quedes ahí parada.
Rylan, asomado desde el arco de la siguiente sala, levanta las cejas sorprendido y suspira al ver la cara fulminante que tiene su abuela. Entra en la cocina.
—¿Me puedes decir que hiciste ahora? —pregunta la señora al estar a solas.
—Nada, lo que te dijimos es verdad.
—Mire, Rylan, aquí hay mucho que digerir —dice sin apartar la mirada del chico—. ¿Está embarazada?
—¿Qué? ¡No!
—¿Y por qué no? —ríe la señora—. Más te vale buscar la manera de amarrarla, no dejes que se te vaya.
—No —advierte—. Somos amigos abuela, no añadas más cosas, y que se te grabe en la cabecita.
—¿Qué tengo que hacer?
—Nada. —La toma por los hombros y la guía hacia la sala—. Ve siéntate, que nosotros haremos la cena.
—Pero ¿cómo va a cocinar la invitada?
—Así es, la invitada, invita —agrega divertido, y le hace señas a Alicia.
Entra de nuevo a la cocina. En su mente esta escena no se veía tan incómoda. La idea sonaba mejor. Su abuela tiene razón, hay mucho que digerir. Alicia entra, y contiene la risa al ver su cara de preocupación.
—Hola —dice sacudiendo la mano.
—Cree que estás embarazada —susurra.
—¡Qué! —tapa su boca para hacer menos ruidosa su risa.
—Que noche será esta.
—Ya veo —respira calmada.
—¿Qué vamos a cocinar?
—Algo rápido, chuletas, un puré de estos pre-cocinados. —Busca entre las bolsas—. Y una ensalada.
—Pensé que sería más elaborado.
—Quería, pero se nos fue el tiempo.
Trabajan juntos para elaborar la cena. Y al otro lado, dividido por una pared delgada, se encuentran la abuela y Hamel en el sillón. A la espera. La chica intenta explicarle la situación a la señora, quien no para de formular preguntas. Pero muy poco tiene Hamel para contestar, solo puede interpretar, haciendo lo posible por calmar a su abuela. Las dos se encuentran estresadas, no es sorpresa que Rylan haga planes a los golpes. Cuántos momentos incómodos y confusos no les generó ese chico.
La señora no aguanta las ganas de entrometerse, mucho se ha esforzado por mantenerse tranquila en el sillón. Se asoma silenciosa. Desde el marco de la entrada observa a los jóvenes de espalda. Sueltan una que otra risa entre bromas y comentarios alegres. Tenía tiempo que no veía a su niño tan emocionado. Regresa aliviada a recuperar su puesto en el mueble. No es cualquier chica, es Alicia. Esa joven que ha seguido de cerca en cada uno de sus logros, que la han visto compartir cada experiencia en redes. De algún modo siente que la conoce. Espera ansiosa para conocerla de verdad, saber qué tan diferente puede ser le causa curiosidad.
—Ya estará lista la cena —dice Rylan, parándose frente a ellas.
—¿Por qué todas esas bolsas? —pregunta la señora.
—¿Ganamos algún sorteo? —agrega Hamel, emocionada.
—Es un regalo por parte de Alicia, es cosa de ella, así quiso hacerlo.
—De verdad le agradezco, pero sabes que nada es gratis en esta vida.
—Qué te puedo decir. —Rylan exhala relajado—. Pueden estar seguras que no lo cobrará.
—¿Desde cuándo salen juntos? —interrumpe Hamel.
—Que no estamos saliendo, ya después les podré aclarar el panorama. Por ahora, no más preguntas.
—Mientras no sea nada malo. —La señora deja mostrar una cara preocupada—. Creo que nada será peor que la manchada aquella. —Termina su oración con una mirada despectiva hacia su nieto.
—¿Nada más que agregar? —responde con tono de ironía. Cree que nunca dejará de restregar los reclamos y momentos incómodos generados por su ex pareja.
El silencio por parte de ellas, le confirma a Rylan que no tocaran más esos temas por el resto de la noche. Asiente tranquilo, y las invita a tomar asiento en la mesa. El comedor se encuentra en la cocina, es un espacio pequeño, todo logra verse apretado y caótico con tantas personas, dejando un pasillo estrecho para moverse.
—Gracias Alicia —comenta amable la abuela—. No debiste tomarte tanta molestia, por favor, ven otro día para cocinarte.
—No se preocupe señora Elisa, es un placer —responde sonriente.
A pesar de que es un plato sencillo, disfrutan en silencio de una agradable cena. Pero Hamel y la señora Elisa notan el intercambio constante de miradas entre los dos jóvenes, sin que ellos lo noten, sus sentimientos revolotean a su alrededor. Desde el día anterior, la confesión de Alicia hizo nacer esta química entre los dos. Y si ninguno de ellos se ofrece a frenarlo, es inevitable que se note.
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Editado: 30.07.2024