Alicia entra en la cocina, en busca de algo ligero para comer. No comió en todo el día por pensar que en la noche celebrarían en el bar, con un par de bebidas y una hamburguesa para estrenar el nuevo menú. Sabe que Rylan tampoco ha comido nada, y menos lo hará con el dolor que tiene. Toma la caja de pastillas, vuelve a leer los efectos secundarios: estreñimiento, náuseas, vómitos, pérdida de apetito, somnolencia, sequedad de boca y sudoración. Y su uso prolongado produce efectos graves como adicción, dependencia, agresividad, manía, depresión, o alucinaciones. Ahora entiende porque la farmaceuta se mostraba un poco reacia al darles el medicamento.
—Que peligrosa es esta cosa —dice, admirando la caja entre sus manos.
Suspira, su atención cae sobre el mesón de la cocina. Busca entre las repisas alguna lata de atún para hacer emparedados.
Se estira lentamente en el sillón. Recoge su cabello en una moñera y apaga el televisor. Se quedó dormida sin darse cuenta. Entra en su cuarto en busca de su celular, al ver que no tiene noticias nuevas lo suelta de nuevo sobre la mesa. Entra al baño a lavarse los dientes. Son las tres de la madrugada. Al salir de su cuarto se encuentra con Ana, quien abre la puerta de entrada de la casa. Llega junto a Nando, ambos lucen alegres, llenos de alcohol.
—Amiga, ¿por qué te fuiste? —dice sonriente—. ¿No aguantaste las ganas de celebrar con Rylan que te lo llevaste sin despedirte?
—¿Luzco como alguien que estaba celebrando?
—Qué manera de desperdiciar tus vacaciones.
—Vamos amor —dice Nando, abraza a su chica y la ayuda a caminar hacia al cuarto.
Alicia regresa de nuevo a su habitación. Quería dormir en la cama de su amiga, pero ahora la idea de ese par juntos le quita las ganas hasta de dormir en el sillón. Coloca una alarma a las ocho de la mañana y se acuesta en su cama, en el borde, alejada de Rylan tanto como puede.
—Tan cerca y tan lejos —susurra al mirar el techo. La idea de un romance lento no le parece mala, pero extraña tanto la compañía de un hombre en su casa, que no le caería mal tampoco algo acelerado. No extraña para nada a su ex, pero al conocer a Rylan, la idea de tenerlo cerca cada día se le convierte en un anhelo. Se siente frustrada de no sentir un avance, y a la vez, se cohíbe al sentirse controladora. Debe ser paciente, recordar que Rylan tiene sus propias opiniones y no debe ser obligado a nada. Él odia los cambios bruscos, ella sufre por los procesos lentos. Ambos son opuestos, pero se complementan como una sola pieza, que al estar dividida, se siente rota.
Rylan despierta, la poca luz que pasa a través de la cortina lo hace orientarse. Gira su cuerpo en la cama, encontrándose con la espalda de Alicia. Todavía sigue un poco dormido, quizás sea la excusa suficiente para tomarse la libertad de expresarse. Posa su frente en la espalda de ella. Estar cerca lo ayuda a sentirse tranquilo. Alicia despierta al sentir el tacto. Sonríe al pensar que debe estar dormido, sin moverse mucho, busca la mano de él. La entrelaza la arrastra hasta su pecho, obligándolo a abrazarla.
—¿Eres muy cariñosa por la mañana? —dice él, casi en susurro, con su voz ronca.
Alicia se levanta exaltada de la cama.
—Que susto, pensé que estabas dormido —ríe nerviosa.
—Sabes… —entona—. Eso tiene menos sentido.
—¿Te sientes mejor?
—Un poco si, gracias por cuidarme. —Se sienta en la cama.
—De seguro tienes hambre, déjame buscarte algo, pero primero iré al baño.
Suspira aliviada al encontrarse sola. Sentía que su corazón estallaría de emoción. Ahora se siente minúscula delante de él, las mariposas revolotean en su estómago como una adolescente. Lucha dentro de sí, se siente mayor para tonterías como estas, pero a la vez disfruta poder revivir emociones perdidas en el pasado. Mira su rostro sonrojado en el espejo. Recuerda sus palabras de anoche, el deseo que sopló ante el sentimiento de amor que hace tiempo resuena dentro de ella. Lo quiere, lo desea y lo necesita a su lado.
—Listo —dice al salir del baño—. Un nuevo día para vivir —comenta nerviosa. La mirada constante de su compañero la hace alterarse. Pasea la vista por la habitación mientras intenta pensar qué decir, cualquier cosa que la ayude a combatir las ganas de acercarse a él. «Hasta que el sentimiento explote» recuerda. Si esto no es la descripción de esa frase, entonces no sabe hasta cuándo podrá controlarse.
—Ahora entraré yo.
Alicia asiente al darle paso. Cierra los ojos y respira profundo. Se pregunta, ¿cómo se sentiría ser suya? Sería igual, o los sentimientos estallarían como su primer amor. Mueve la cabeza en negación, reconoce que este no es momento de pensar en deseos caprichosos.
Sale de la habitación en busca de los emparedados que preparó anoche. Se sorprende al encontrar a Nando y Ana abrazados amorosamente en la cocina.
—Buenos días —interrumpe con un tono alegre, acompañado de una sonrisa forzada.
—Ya tenemos a la amargada del pueblo —ríe Ana.
—¿Amargada? ¿Del pueblo?
—Por esas caras que haces, se siente la frustración en el ambiente —agrega Nando, sonriente, sin soltar la cintura de su chica.
Alicia revira los ojos y resopla con molestia. Abre la nevera pero la vuelve a cerrar al encontrar un solo emparedado.
—¿Qué? —pregunta Ana al ver la expresión de su amiga—. No te los ibas a comer todos tú sola, ¿no?
—Por algo hice muchos, porque sabía que hoy me levantaría con hambre.
—Amor —vuelve el rostro hacia su novio—. Convence a Rylan, mi amiga necesita mejorar sus vacaciones. —Hace un puchero triste.
—Mejor anda a buscar el celular, que lo dejaste en la mesa de noche. —Le pega una suave nalgada luego de soltarla.
Ana sonríe con picardía, camina lento hacia la entrada sin apartar la mirada de Nando. Alicia suspira de cansancio por la escena de estos dos. Procede a peinar su cabello, una señal de estrés. Se arrepiente de postergar el mercado, ahora no sabe qué puede hacer de manera rápida para desayunar.
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Editado: 30.07.2024