Quiero enamorarte

Quédate

Alicia cierra la puerta a su espalda, observa con desánimo a Rylan, quien camina de un lado a otro tratando de organizar su cabeza. Las palabras de Nando han dejado un sabor amargo. No es la primera vez que su amigo le hace molestar.

—De verdad, te agradezco por cuidarme, y… —Se detiene en frente de Alicia, exhala cansado al ver el rostro decaído y preocupado—. Lo siento, no quería salir, creo que ni siquiera estaba pensando en nada cuando… Solo quería buscarte.

—No te preocupes, estoy acostumbrada a estos comentarios.

—Pero yo no. —Aprieta los puños, hace su mejor esfuerzo por contener su enfado—. No me agrada la idea de causarte problemas, cuando en realidad lo has hecho de buena voluntad, y ahora ellos interpretan lo que quieren.

—¿Cuál es el punto aquí? —Alicia pregunta con temor. Prefiere ser directa, pues esta conversación le recuerda tantas veces la misma lástima con la que se despiden de ella.

—Ninguno, solo, gracias. —Responde decepcionado, aunque le gustaría explicarse, siente que no vale la pena—. Me tengo que ir.

—¡No! —Toma su mano—. ¿Por qué?

—Mira la hora que es, mi abuela no sabe nada de mí.

—Llamala, dile que estás conmigo, de seguro estará bien con eso —suplica desesperada.

—No sería lo correcto.

—¿Lo correcto? ¿Para quién? —Suelta su mano—. No quiero que te quedes con las palabras de Nando.

—¿Cómo?

—Si, los escuche. —Muerde su labio inferior, indecisa por continuar con la conversación—. Perdóname por ser entrometida, pero quisiera aclarar que no te busco porque extrañe a mi ex o porque necesite un hombre en mi cama. —Alicia se sienta en la silla frente a la ventana, resignada—. ¿Sería mucho pedir, que podamos hablar?

—Debería irme… —Rylan mira la puerta por un momento, pero al devolver la vista hacia ella no puede evitar acercarse—. Entonces, aclaremos dudas —se sienta enfrente de Alicia.

—Bien, por dónde comenzar. —Mira las cortinas moverse con la poca brisa que entra por el surco de la ventana—. Cometí el error de expresarme de un modo dramático delante de Ana por mucho tiempo, solo exageraba porque a veces siento que hacer esos dramas me ayuda a drenar. —Entrelaza sus manos sobre la mesa, se siente nerviosa—. Mi ex fue ese primer amor que se suponía que duraría para siempre, nos conocemos desde pequeños y nos mudamos a vivir juntos apenas la edad nos lo permitió.

—¿Aún hablas con él?

Alicia levanta el rostro para ver la seguridad desbordante de Rylan, mantiene los brazos cruzados, apoyados sobre la mesa. Incapaz de mantener el contacto visual, regresa a esconder su rostro al mirar sus manos, que ahora las guarda bajo la mesa.

—No, desde que terminamos no se nada… eso fue hace cinco años. Entonces he vagado entre hombres, pero la mayoría me descartan por ser poca mujer, y los otros restantes, los descarto por interesados. Es cierto que tengo dinero, no sobra pero si abunda, y es molesto que eso marque una diferencia entre mis parejas.

—Espera, no quiero interrumpir, pero, ¿por qué poca mujer?

—Lo siento, estoy dando brincos porque… —Alicia traga fuerte, procesa el nudo que se forma dentro—. Volvamos al tema de mi ex, vivimos juntos y felices hasta que quisimos tener hijos. Pero eso nunca ocurrió. —Su voz se vuelve aguda, toma otro respiro para continuar—... Luego de hacernos los exámenes, descubrí que no puedo, y él no soportó la idea. —Alicia frota sus ojos para eliminar sus lágrimas—. Me dejó, porque soy poca mujer. Desde entonces, he buscado a alguien que me quiera a mí, pero eso no parece ser suficiente. —Cubre su cara, la vergüenza de revelar su secreto la hace sentir el dolor.

Rylan la observa en silencio. Siente su pecho afligido al verla tan rota, llena de espinas difíciles de quitar. No es tan diferente a él. Ahora comprende, que no importa de donde eres, o como te vean, todos tienen dolores que afrontar.

—Lo siento, siempre pretendo ser sincera —dice arrepentida de su confesión. El silencio se vuelve desgarrador. Con el corazón en la mano, a la espera de un rechazo más que agregar a la lista. La ausencia de palabras lo suele definir con una sola palabra: decepción—. Por favor, di algo —súplica. «No seas como ellos, tú eres diferente» piensa, como pedir un deseo de último momento.

—No sé qué decirte —responde al fin—. No me importa en lo absoluto tu condición, pues nunca fue tu elección. —Mira el techo para reorganizar sus palabras—. Es molesto que te llames a ti misma poca mujer por el menosprecio de un grupo de imbéciles, ¿no lo crees?

Alicia sonríe con timidez.

—Gracias —susurra.

—Ven aquí. —Rylan se levanta y le extiende la mano. Se pone de pie, lo acepta curiosa. Él jala su mano para enrollarla entre sus brazos. Ella se sorprende, cierra los ojos y coloca ambas manos en la espalda del chico. Permanecen así en silencio por varios segundos, hasta que Rylan decide hablar—. No te vuelvas a llamar así a ti misma.

—Abrázame por más tiempo y no lo volveré a decir —responde sin soltar su espalda.

—¿Eres buena para cumplir promesas?

—Depende de quien seas.

—¿Y quien soy?

—¿Tú? —Alicia lo mira desconcertada—. Ahora eres alguien muy importante para mí. —Ambos toman un poco de distancia—. Sé que quedamos a esperar un cierto momento, pero, siento que no puedo soportarlo más, te quiero hoy mucho más que ayer.

—¿Por qué? No me conoces, ¿cómo puedes asegurarlo? —Desliza su pulgar por la mejilla de ella, para quitar los restos de lágrimas que aún tiene.

—Lo poco que conozco me gusta. —Sonríe al sentir el calor de su mano—. ¿Acaso tengo que decirlo?

—Sería bueno, si —Le regala una sonrisa al ver la de ella.

—A ver, te lo puedo resumir en una frase. —Vuelve a colocar la mano de él en su rostro—: Tu me haces sentir mariposas en el estómago.

Rylan la mira de forma incrédula, pero ella asiente sonriente para afirmar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.