Quiero enamorarte

No pienses en mí

Lee las instrucciones que ha dejado Ana. Han creado un sistema de fichas para la subasta, cada entrada incluye una pequeña cantidad, que puede ser canjeada por comida o para participar en la subasta de los integrantes de la banda. Cada ficha extra tiene un costo, de dónde vendrá la ganancia del evento. Alicia mueve la cabeza en negación. Primero encuentra absurdo que los fanáticos hayan sugerido esto, segundo que Nando y Ana lo acepten, y tercero que los otros músicos estén de acuerdo.

—No sé en qué momento todos se han vuelto locos —dice con pesar, y le entrega el celular a su amiga.

—Locura es poco —responde Ana, sonriente—. Todos ganamos, ¿no crees?

—¿Rylan que gana? ¿Y yo? Parece una idea cruel para sacarme dinero. —Se cruza de brazos ante la cara de asombro de su compañera.

—Amiga, me ofendes —responde, llevándose una mano al pecho—. Pensé que estarías feliz por salir con Rylan.

—¿Por qué das por hecho que ganaré? ¿Acaso crees que gastaré tanto dinero?

—No te armes un drama en la cabeza. —Con el dedo índice, da un toque a la frente de Alicia—. Estamos en un pueblo alejado de todo, ¿quién va a gastar tanto para salir con Rylan? Por eso mismo los otros músicos aceptaron, una cita de una hora no les caería mal, todos están de acuerdo que necesitan conocer personas —ríe.

—¿Te has dado cuenta de los rumores que circulan en las redes?

—¿Tú y Rylan? ¿Qué tiene de malo?

—Y participaré en una subasta por él, ¿no quedaré como una acosadora? —Alicia toca con sus dedos la mesa, una y otra vez. Ana mira los dedos taladrar la madera y sonríe pensativa.

—No lo hagas, deja que salga con otra por una hora, solo eso.

—La solución es sencilla, Rylan no va a participar —comenta Alicia con seriedad.

—Cariño. —Se sienta enfrente—. Tú aquí no mandas, y ni se te ocurra decirle algo a Rylan, ¿si? —Sonríe—. Ahora arréglate, que hay trabajo que hacer.

Alicia suspira derrotada al quedarse sola. Cada día que pasa siente que soporta menos a su caprichosa y mandona amiga. Espera con impaciencia volver a casa. Cuando ambas estaban ocupadas en el trabajo no salían a flote este tipo de actitudes.

 

Rylan despierta aturdido en busca de su celular, para apagar la alarma. Despertar al mediodía es pesado, siente que su cuerpo no descansa igual como cuando duerme de noche, pero esta vez durmió más de la cuenta. Mira en la pantalla la hora marcada: cuatro y media de la tarde. Vuelve a la cama molesto, con la amarga sensación de haber perdido un día. Ahora corre el contador para ir al trabajo. Entre dormir y trabajar se va todo el día, no tiene la menor idea de cómo podrá encontrar tiempo para Alicia.

Estar solo en la casa le trae tranquilidad y esto le ayuda a mejorar su ánimo. Prepara un sandwich, con calma reúne cada ingrediente. Sonríe al no escuchar las discusiones, o las quejas de esperar demasiado para usar la cocina. Disfruta de su comida mientras observa el mesón. El dinero y trabajo invertido en este lugar se nota, se siente reconfortado por el avance. Un esfuerzo pequeño pero constante. Mes a mes aparta un poco de su sueldo para lograr este cambio. Escucha que alguien llama a la puerta. Termina de un bocado y se limpia las manos rápidamente para abrir. Las llaves no están, ni Hamel o la abuela esperan detrás de la puerta. Solo una persona podría ser, y sonríe al comprobarlo: Alicia.

—¿No pudiste aguantar tanto tiempo sin verme? —dice el chico, la invita a pasar.

—¿Hola? —Cierra la puerta—. ¿No te quejas porque no saludo?

—Eso ya no importa —Rylan toma la cadera de Alicia y la acerca.

—¿No pude aguantar? —Lo besa—. ¿Hablas por ti mismo?

—Quizás… —susurra, sin apartar la mirada sobre ella.

—Vine por casualidad, solo quería pasar a saludar. —Se aleja. Frota su brazo con la mano. La culpa la consume, no esperaba ponerse tan nerviosa.

—No llegaste en mal momento. —Rylan se acerca de nuevo, desliza su mano por el cuello de ella—. La casa está sola…

Alicia contiene la risa. Niega con la cabeza, incrédula.

—¿Ahora si? ¿En tu casa si? —Se cruza de brazos, quiere aprovechar este momento para crear una rabieta, y agradece al cielo. Los nervios se esfuman, la confianza regresa.

—Acá me siento cómodo.

—¿Y yo tengo que amoldarme a ti? —Aparta la mano a un lado.

—No… pero…

—Mal Rylan, mal —finge una cara de decepción.

—Bien. —Se tira en el sillón, toma el control del televisor.

—¿Y ya? —Alicia ríe—. ¿Así se resuelve?

—Nada, ¿qué quieres que haga? Me has arruinado el día.

—¿Yo? —alza la voz—. Pero ¿no es una actitud infantil?

—Un poco, si, deja que sufra el rechazo —dice, sin apartar la mirada de la pantalla.

—Lo siento. —Alicia toma asiento en el sillón más lejano. No pretendía crear una mala situación. Pensó que podría ser divertido—. Si te sirve de consuelo, yo quedé peor el otro día.

Rylan alza las cejas sorprendido, suspira con lentitud. Ahora comprende el sabor de la venganza.

—Eres la peor —comenta. Pasa los canales, sin encontrar alguno llamativo.

—Y… ¿ya sabes las canciones? —pregunta Alicia, quien siente los nervios subir por tocar el tema.

—No son complicadas. —Apaga el televisor—. Un concierto acústico con letras románticas… Una elección extraña al compararlo con el último evento, ¿no?

—Si, el contraste es grande… —Alicia mira las estanterías. Sabe que se molestará si le comenta sobre la subasta, tampoco sabe cómo reaccionaría de conocer la interacción de su madre con su video. Quiere decirle tantas cosas. Se muerde los labios, deja que la frustración la consuma.

—¿Qué te preocupa? —pregunta Rylan.

No encuentra respuesta alguna que pueda darle. Ahora se arrepiente de venir, luchó todo el camino consigo misma porque también lo extrañaba.

—Hamel y la abuela me han contado un poco sobre los rumores que se hablan de ti…




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