—¿Nerviosos? Si no fuera por la subasta no estaría tan ansioso —dice Uno, quien camina de un lado a otro.
—Tranquilo, de seguro la chica de las naranjas apostará todo por ti.
—¿Subasta? —pregunta Rylan.
—Me corto un dedo si la señora de las naranjas viene, digo, me gusta recibir mi jugo gratis, pero está bastante mayorcita para mí.
—Me gusta tu técnica para ignorar los nervios Rylan, si no existe, no afecta —bromea Omar.
—No, en serio, ¿qué subasta?
—¿En qué mundo vives? El evento de hoy será para subastarnos por una cita de una hora al público —responde Dos.
—Sería sencillo, si tu mamá no hubiera compartido el video haciéndonos viral —comenta Uno, quien no deja de dar vueltas.
—¿Qué?... ¿Mi mamá? —Rylan siente como si le hubieran tirado un balde de agua fría.
—¿No te han dicho nada? —pregunta Dos—. No me extraña, estos nos han ocultado la cuenta, pensé que nos avisarían si algo así pasaba, pero ayer revise y vi que tu querida madre nos compartió.
—Eso es demasiada atención —agrega Omar.
—Creo que no sabía nada, ni siquiera de la subasta…
—No te creo, ¿acaso no eres cercano a Alicia? —dice Omar, con intención de aligerar el ambiente con un chiste.
—Eso creí —responde Rylan con seriedad, hundido en su tormenta de pensamientos.
—Oh… —Todos miran el suelo con pesar. Uno deja de caminar, se apoya sobre el escritorio. Se mantienen en un silencio incómodo por un largo rato. Ninguno era consciente de todo en lo que le habían mentido.
Rylan se cubre el rostro con las manos. No pensó que su madre se metiera en el paquete. Esperaba una rabieta de su padre, una llamada insultante y una advertencia de cortar la ayuda económica. Pero ahora esto se vuelve más complicado. Le duele pensar en el daño que sentirá la abuela al ver como Sara decide aparecer por la música; tantos años sin una sola palabra, incluso mantuvo silencio aunque se le escribiera para pedirle ayuda.
—Chicos… —Uno rompe el silencio—. Sé que esto es un desastre, pero en realidad estamos comprometidos y no me gustaría quedar mal.
—No te preocupes —dice Rylan—. Seguiremos con el evento como si nada estuviera pasando.
—¡Así se habla! —grita Omar con emoción—. Hay que demostrar que nosotros somos mejores y más profesionales que ellos.
—Nando siempre ha sido un imbécil, pero me sorprende de las chicas.
—Ana se ve bien tóxica. Pero Alicia, tenía esperanza de que no fuera así.
—Más que eso, es una caprichosa que se deja manipular por Ana —agrega Rylan.
—No entiendo, pensé que estabas enrollado con ella.
—¿Y eso implica que no se va a dejar controlar por la amiga? —Rylan responde con molestia.
—No te cae Ana, ¿cierto? —Uno le pregunta con sarcasmo.
—Me cae igual que Nando —responde.
—Como una patada en las pelotas —Omar completa la frase.
Los chicos ríen. Se conocen desde pequeños, la música siempre fue su unión y la profesora que todos querían y tenían en común era Sara. Al irse no solo dejó a su pequeño, sino que, dejó algunos corazones rotos que esperaban con ansias sus clases para aprender a tocar los instrumentos. Ninguno ve esto como lo hace Nando, una manera de entretener por dinero. Para este grupo, la música es un alivio de rutina, un momento de gozo, donde perderse por un momento es válido, sin necesidad de volver a viejos vicios dañinos. Lo hacen por gusto, pero ya no tiene el mismo peso y valor en sus mentes y corazones.
—No quisiera ponerme sentimental, pero extraño cuando el bar no se llenaba —confiesa Uno.
—Yo disfrutaba tocar con el local cerrado —dice Rylan, acompaña la frase con una sonrisa melancólica.
—Mira, si no levantamos nuestros ánimos, no se como van a salir esas citas, pero tampoco quiero aburrirme toda la tarde. —Dos se levanta y da un par de pasos—. Al menos Rylan tiene ese tema resuelto, de seguro Alicia ganará.
—¿No sería raro que la organizadora gane?
—Ella no va a ganar. —Ríe Rylan—. Y todos lo sabemos.
—¿Tú crees que Jesica sepa de este evento?
—Es un pueblo pequeño, dudo que no lo sepa, ¿pero aún sigue detrás de ti? —Omar suspira.
—Si, la vi el otro día en la farmacia, tuve que ir.
—Ah, con razón te fuiste rápido después del toque…
—Hombre, yo si pensé que esos gritos salieron con ganas —dice Uno con tono burlón.
—Chicos —Ana llama a la puerta—. Estamos listos.
—Suerte compañeros. —Dos les estrecha la mano a cada uno—. Lo importante de todo será pasarla bien.
Alicia espera en el pasillo fuera de la oficina. Le desea suerte a los chicos e intenta detener a Rylan, pero este la ignora y sigue de largo.
—Rylan —grita Alicia. Se cruza de brazos mortificada. Hay demasiadas personas en el local. Entre Ana, Sara y ella han hecho mucha publicidad a la banda. Un nudo en su estómago la hace poner mala cara. Este ambiente no le agrada. Mira a las chicas emocionadas por ver a los músicos subir al escenario. Los celos la amargan. Desprecia la idea de que Rylan tenga admiradoras. En el primer evento creyó que fue mera molestia, quizás porque no lo dejaban tranquilo, ahora es distinto, con solo verlas alegres delante de él, se enfurece.
—Eh… —Rylan toma el micrófono. Se encuentra nervioso, aturdido y agobiado entre tantas cosas que le dan vuelta en su mente—. Creo que esta tarde será especial —ríe. El público hace una bulla para animar—. Lo siento si no tengo un diálogo preparado, pero les puedo confesar, que estoy tan sorprendido, como ustedes, de estar aquí. —Las personas ríen, de alguna forma lo toman como un chiste, pero Alicia suspira decepcionada.
—¿Sabe lanzar indirectas, no? —dice Ana al lado de Alicia.
Omar toma la guitarra, se sienta delante con Rylan para comenzar la primera canción. Uno se encarga de la segunda guitarra, y Dos sigue el ritmo con el teclado y un micrófono para el coro.
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Editado: 30.07.2024