Alicia respira lento delante de la puerta. Su corazón late con prisa; no sabe diferenciar entre la emoción y los nervios. Cierra los ojos y junta sus manos como si una súplica saliera de su boca. Llama a la puerta con un par de toques. Esboza una sonrisa, de esas que siempre usa delante de la cámara. Se encuentra lista para afrontar la despedida.
—¿Alicia? —Hamel abre la puerta—. Pasa, la abuela salió, y Rylan debe estar dormido.
—Hola, gracias. —Deja caer la guitarra sobre el mueble—. Vine a traer esto…
—Yo lo guardo.
—No te preocupes, esperaré a que despierte.
—¿Segura? Yo tengo que salir dentro de poco…
—Quiero verlo —dice nerviosa—. Es que mañana me voy.
—¿En serio? Que tristeza. —Se sienta en el sillón—. De seguro no me dijo nada por todo el alboroto.
—No lo sabe, vine para despedirme. —Alicia toma asiento junto a ella.
—¿Si? ¿Quieres que intente despertarlo?
—No hace falta, mas bien, cuéntame, ¿De qué alboroto hablas?
—Bueno. —Hamel cruza sus dedos en señal de nervios, desvía la mirada, indecisa sobre qué decir.
Alicia la observa preocupada. Siente temor haber sido el tema de conversación. No sabe qué tanto sabe Hamel, pero el silencio que crece entre las dos la hace sentirse desgarrada y culpable.
—Yo… me siento terrible —confiesa al no soportar la tensa atmósfera—. Todo esto me tiene tan nerviosa.
—¿Si? ¿Rylan te contó? —Hamel sonríe aliviada.
—¿Contarme?
—Sería sorprendente que te cuente a ti antes que nada. —Hamel suspira—. Por un momento me emocioné al pensar que ustedes tuvieran esa cercanía.
—¿Qué pasó?
—¿Qué no pasó? —Hamel la mira con ojos tristes. Presiona con las manos sus brazos antes de hablar—. La abuela vendió esta casa hace un tiempo a la madrastra de Rylan. —Mira a su alrededor—. Nosotros trabajamos durante mucho tiempo en este lugar, con la esperanza de que fuera nuestro techo seguro… Ahora resulta que, todo esto, lo de la banda. Ernesto se enfureció al darse cuenta, sin contar que sabe que a Sara le ha gustado.
—¿Ernesto es su papá? Y Sara, su mamá… —deduce Alicia.
—Si. Ese señor estuvo durante años reprimiendo a Rylan para que sea el hijo que nunca será. En ese intento de ser su “papá”, le ha negado hogar, ayuda. Y mucho menos se ha podido acercar a su familia como tal, porque su madrastra hasta lo presentó como un sobrino de ellos. —Hamel infla sus cachetes de aire, sabe que se está desviando—. Claro que Rylan nunca fue tranquilo, pero ese señor lo sigue tratando igual que hace años, como cuando era un niño irresponsable.
—Entonces, ¿se tienen que mudar?
—Solo Rylan… Esa es la condición que le han puesto a la abuela para no sacarla de la casa, pero ella no aceptaría tal humillación. Así que lo mejor que pudo hacer fue escribirle a Sara, que escribirle, le lloró a su hija para irse con ella.
—Pero, ¿no es bueno que se reconcilien?
—Si, en teoría si, eso podría ayudar a la tristeza que carga la abuela… pero, no se siente bien, ¿sabes? —Hamel cubre su rostro—. No lo entiendo, solo sé que duele.
—Tranquila. —Alicia la abraza. Las lágrimas salen con soltura ahora que cuenta con el consuelo.
—Es que… —solloza Hamel—. Yo sé que nunca podría esperar a tener esa importancia, yo sigo siendo una colada en esta casa, pero, de verdad, nos esforzamos por ayudar. —Se frota los ojos—. Creo que lo mínimo que esperábamos era un poco de atención, ¿o quizás algo de consideración? Ya no se que pensar…
—Cada quien mira por lo suyo, son pocos los que velan por otros… —Alicia sonríe vagamente, quisiera tener mejores palabras.
—Claro. —Respira profundo—. En fin, tengo que salir; y lo siento por dejarte, pero te aviso que Rylan anda molesto por todo esto…
—Lo sé, estoy consciente con lo que me encontraré, pero… ¿a qué hora llega la abuela?
—De seguro llegará tarde, Rylan debería estar en el trabajo para cuando ella llegue.
Alicia mira ansiosa la puerta de Rylan. Podría dejar la guitarra e irse, pero el deseo por verlo es más insistente que su miedo a la discusión.
—Si, lo esperaré —vuelve a confirmar.
Hamel intenta sonreír, sin embargo no logra ocultar la tristeza en su rostro. Aunque lo intenta no puede cambiar su estado de ánimo. Se levanta y se va en silencio, hasta desaparecer en su cuarto.
Alicia mira de nuevo la puerta de Rylan, y suspira llena de preocupación. De seguro no querrá verla. Eso es lo que piensa. Entrelaza sus manos y mira a su alrededor. Los pensamientos en su cabeza no dejan de alimentar su inseguridad. Busca en su celular alguna distracción que le ayude a despejar su mente. No deja de deslizar su dedo en la pantalla. Todo es absurdo cuando tienes la mente tan ansiosa como ella en este momento. Cierra cada una de las aplicaciones que abre. Hasta que una en concreto llama su atención. En su correo encuentra una propuesta interesante. Escrita para la banda. Al terminar de leer la carta le toma un par de segundos asimilar el mensaje.
Hamel sale de su cuarto, lista para partir.
—Entonces… —dice apenada—. Supongo que esta será la última vez que nos veamos.
—Por ahora. —Alicia sonríe—. Nunca digas nunca.
—Lo siento, soy muy pesimista.
—No pasa nada. —Alicia se apresura en abrazarla—. No llores, tu maquillaje te ha quedado hermoso.
—Lo sé, intento no hacerlo, pero no puedo dejar de pensar que soy tan patética.
—No lo eres. —Se aleja un paso, le toma los brazos con fuerza—. Eres lo que te propones. Y estoy segura que queremos ser valientes y… —Hace una pausa indecisa al darse cuenta de que habla para sí misma—. Fuertes… ¿si?
Hamel asiente. Su corazón se encuentra mejor, calmado y aliviado. Como agradecimiento le devuelve el abrazo.
—Gracias —susurra—. Eres esa esperanza que me anima a seguir.
—Escuché esa frase un par de veces, ahora comprendo lo que significa.
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Editado: 30.07.2024