La noche es agradable. Aunque el calor del verano inunda todas las calles, la brisa hace ameno el paseo. Caminan uno al lado del otro en silencio. Hundidos en sus pensamientos, tantas ideas sin concluir y preguntas sin respuestas. Alicia mira de reojo a su acompañante, todavía ansiosa, se cuestiona si una carta es suficiente para despedirse. Apenas Rylan armó su maleta, dejó un papel sobre el sillón para la abuela. Sabe que no quería verla, aun así, no deja de pensar en la señora Elisa, que de seguro le caerá fatal la ausencia de su nieto. Ni siquiera quisó esperar por Hamel, como si quisiera huir desde hace mucho tiempo.
Alicia quisiera preguntar, tal vez ayudaría el conversar sobre el tema, y así ambos desahogar todas las ideas que dan vueltas en sus cabezas. Cierra los ojos y los vuelve a abrir para refrescar sus sentimientos. No puede indagar más en la vida de Rylan, debe tomar distancia a partir de ahora y no interferir en sus emociones. La idea de pasar la noche juntos se vuelve ajena, pasa a convertirse en un encuentro angustioso, no muy diferente a otras experiencias que ha tenido. No quiere hacer de este encuentro algo casual. En su mente giran las ideas para encontrar lo especial que sentía hace una hora. Siente que cada paso que dan se ahoga en el silencio, convirtiendo esto en un momento de despecho más que un recuerdo agradable. Ahora comprende, que la realidad es muy diferente a las ideas.
—Que tal si, al llegar al hotel nos cambiamos y salimos a comer… —comenta sonriente, quisiera aparentar simpatía, aunque no la tenga, pues por dentro la carcome el dolor por despedirse de él.
—¿No es muy tarde para tener una cita?
—Sería mejor que esta caminata sin rumbo.
Rylan detiene los pasos. Había comenzado a caminar sin siquiera saber donde se hospeda Alicia. Se encontraba tan aturdido, que olvidó esos simples detalles.
—¿Por qué no me dijiste? —dice él.
—No quería interrumpir.
—Lo siento, estoy en todos lados menos aquí.
—Lo comprendo, por eso, creo que una cena nos ayudará a olvidar nuestros tormentos.
—¿Nuestros? ¿Cuáles son los tuyos?
—Tengo muchos, pero no es momento de compartirlos —sonríe.
Toman un taxi que los deja delante de un alto edificio. Alejado de la calle principal, con una distancia admirable, entre jardines y campos de golf, a la entrada. Rylan sale del auto disfrutando de la vista, no sabía que existía un lugar como este en su remoto pueblo. Las luces que decoran el laberinto captan su atención, suelta una sonrisa al recordar un detalle en particular.
—¿Quisieras caminar luego de la cena? —pregunta sin apartar la mirada del jardín.
—Por supuesto —responde complacida, le alegra ver emoción en el rostro de Rylan.
La claridad del sitio y las luces reflejadas en el brillante suelo ayudan a transportarse a un nuevo lugar. Es como un tesoro escondido; el hotel destaca con elegancia en su blanca y dorada apariencia, con tonos ocres en la estructura rústica de afuera.
—¿Acá es donde siempre te quedabas? —pregunta Rylan sin dejar de observar lo pulcro y pulido que se encuentran todas las decoraciones.
—¿Perdón? —Alicia llama al ascensor.
—Recordé la fiesta de las máscaras, creo que dijiste haber venido otras veces. —Cruza su mirada con la de ella antes de entrar en el ascensor.
—Si. —Mira los botones y sonríe nerviosa—. Elegía este lugar porque quedaba apartado, y siempre venía sola.
—No conozco este lado, ¿quizás por eso nunca te encontré?
—¿Encontrarme? —ríe—. Yo te encontré a ti.
Ambos sienten regocijo al recordar y callan ante la ausencia de palabras que describan el sentimiento. Cohibidos de expresar lo que sienten por temor a olvidar. Rápidamente sus sonrisas se desvanecen. Concentran su atención en el número que va en ascenso, hasta detenerse en el cinco. Rylan sigue los pasos de Alicia. Entran a la habitación. El espacio entre la cama y los muebles es notable, el doble de grande que su cuarto.
—Vaya… —observa con asombro. Desde afuera no luce tan inmenso con tan pequeño pasillo.
—Bienvenido a mi guarida —bromea. Enseguida abre el armario en busca de una prenda—. ¿Quisieras hacer de esta cita una ocasión especial?
—¿Vestir de traje? La única ropa decente que tengo es mi uniforme del bar.
—Me parece bien. —Se acerca sonriente ante él—. ¿Te acuerdas de este vestido? —Rylan sonríe.
—Solo faltaría la máscara —susurra.
Alicia siente un cosquilleo al escucharlo. Le hace recordar porque este hombre la hace morir de un suspiro. «Su voz» dice dentro de sí. Un trago amargo. Se retracta de la idea y regresa con tristeza el vestido al armario. Le consuela saber que podrá seguir escuchándolo cantar.
—No tenía planeado usar mi uniforme esta noche, pero me parece apropiado pasear con traje en ese laberinto. —Toma la mano de ella, invitándola a recuperar el ánimo.
—¿Y sí nos perdemos? —responde en tono burlón, sirve para ocultar su dolor.
—Por lo menos permaneceremos juntos.
—Ese no es el objetivo —ríe—. Si no paras de bromear harás que me enamore mucho más de ti.
Rylan se sorprende ante las palabras dichas.
—Iré a bañarme primero. —Toma una toalla y se encierra en el baño. Habló con soltura y siente vergüenza por ello. Suspira triste, parece que esto será difícil. No pensó que sería una tarea complicada ocultar los sentimientos. Se mira en el espejo. Con sus dedos dibuja el borde de su rostro. No quiere hacer de esta noche una pesada y triste despedida. Y, con un último suspiro, decide aprovechar el tiempo a su lado con alegría. Ya tendrá momentos tristes cuando se encuentre de vuelta y sola en su casa.
Rylan apoya su cuerpo sobre la peinadora. Expande y recoge los dedos volviéndolos un puño, una y otra vez. Se mantiene pensativo. En su mundo, Alicia no estaba realmente enamorada de él. La idea de un capricho tenía sentido para entender su facilidad en soltar la relación. «Enamorarse» repite en sus pensamientos. Desde un comienzo no tenía esperanzas de que esto perdurara, incluso si eso no quita los deseos de querer seguir. No había pensado más allá de una relación en la que solo se verían los fines de semana. Algo que, por experiencia propia, sabe que está condenado, y se apagaría el interés.
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Editado: 30.07.2024