Quiero enamorarte

Corazones rotos

El día resplandece. Las nubes cubren el sol, haciendo fresco el día, junto a una suave brisa que logra traer una mañana calmada y relajante. El silencio es el principal protagonista de la tediosa rutina: caminar hasta la parada del autobús que los dejará en el metro. Mientras se mantienen de pie, tomados del barandal del vehículo, escuchan la música. Los conductores tienen un gusto particular por temas de desamor. Alicia suspira obstinada, suficiente tiene con los pensamientos amargos que dan vuelta en su cabeza, como para que una letra simple le estruje un poco más el corazón.

Yo sé que te vas

Tienes que marchar

Y no sé, mi amor

Si volverás

Escuchan el coro de la canción. De inmediato se dan la espalda y evitan cruzar sus miradas por el resto del viaje hasta la estación. Rylan sabe que ella permanece molesta. Su decisión fue apresurada, pero tampoco le emociona el alargar este sufrimiento silencioso, que cobra más fuerza con cada minuto que pasa.

Por fin llegan a su parada, casi la última en la ruta. Alicia se detiene frente al portal de la estación. Con su celular en posición se toma una foto. Procede a hacer público su regreso a casa, lo cual significa también que está de vuelta en las redes. Rylan la observa de lejos. Desde atrás la mira caminar con la vista perdida en su celular. Siempre le ha encantado lo hipnótico que se vuelve su cabello, se desliza de un lado a otro sobre la espalda. Suspira y sonríe al encontrarse embelesado. Está seguro que no será fácil dejar de pensar en ella. Brilla entre todas las personas que los rodean, no necesita de una luz especial para destacar, porque hasta dentro de un cuarto oscuro por la noche, resalta.

Alicia detiene sus pasos. Los comentarios que recibe con rapidez la hacen pensar en las palabras de Rylan. Razón tiene en que recibe muchos halagos, y en algunos, se nota la intención con descaro. Si fuera al revés, ella estaría incómoda y celosa. Voltea en busca de él, una vaga idea de continuar así sea a la distancia toma un ápice de valor. Pero desiste al recordar. Para ella fue un tema de discusión con su expareja, cuando comenzó a tener fama.

—¿Qué pasa? —pregunta él.

—Nada, solo me extrañó notarte atrás.

—Estabas tan concentrada, no quise interrumpir.

—Igual, ya termine. —Toma asiento—. Faltan como dos horas para nuestro tren, pensé que llegaríamos tarde.

—Te dije, que podíamos dormir una hora extra. —Se sienta junto a ella.

—Bueno… —Sonríe—. ¿Por qué gastar el tiempo en dormir?

—Alicia, no —ríe—. De verdad que no podré olvidar ese hotel.

—Podemos hacer una promesa. —Le extiende el dedo meñique—. Si te va mal, regresemos el año que viene a la fiesta de las máscaras.

—¿Y si no me va mal? —Acepta unir su dedo.

—Entonces sigue con tu vida.

—¿Por qué suenas tan segura de todo esto?

—Es que… —Junta los dedos—. Veras, para mi fue complicado atender a mi chico y a la vez estar atenta a toda la atención que requería mi trabajo. Creo que lo mejor para afrontar algo tan grande y abrupto es estar solo. Una pareja puede volverse un estorbo.

—Bien, supongo que puedes tener razón. —Mira distraído hacia el frente—. No tenemos tanto tiempo de conocernos, es tonto desperciar tiempo y energia en algo tan nuevo, como nuestra relacion… pero —Voltea para ver la tristeza que desborda en su rostro. Finge estar feliz solo cuando él la ve—. ¿Y si te digo que podríamos al menos intentarlo? No tenemos nada que perder.

—No lo sé —duda. Toma una pausa breve para meditarlo. Quiere seguir, pero no es suficiente. Un dolor en el pecho le dice lo codiciosa que es—. Lo siento, contigo no puedo —decide responder—. Te quiero a mi lado, físicamente…

—Entiendo.

Los minutos transcurren en silencio. No tienen manera de romper la tensión que generan sus palabras. Con cada frase que añaden, se hace eterna la espera por la despedida. Ahora Alicia entiende el porqué de cortar rápido con esta sensación, es sofocante.

Por fin llega el tren. Se alistan para entrar y tomar sus respectivos asientos, de nuevo juntos, sin decir nada. Por lo menos sienten el alivio de ver tantos puestos libres. Sin gente a su alrededor que moleste o los haga cohibirse.

Por la ventana se ve pasar el mar de sales. Que poco duró lo de la banda, para lo que se esperaba. El consuelo, que los hace mantenerse ajenos a esa experiencia, es que ninguno pretendía hacer de eso una forma de vivir. Estaban conformes con participar, solo Nando quería ir más allá con el proyecto. Aunque es cierto que para Rylan ha sido un golpe, si bien al principio parecía negativo, ahora le puede llamar suerte.

—¿Te reconciliaste con Ana? —pregunta al recordar la banda.

—Estaría con nosotros aquí si así fuera, pero ¿cómo sabes? —Lo mira con curiosidad.

—Omar me contó. —Levanta los hombros—. Fui a una fiesta luego del trabajo, ellos estaban ahí.

—Que responsable suena eso —dice con gracia.

—Totalmente —responde con el mismo tono. Ambos dibujan una leve sonrisa en sus rostros.

—Creo que la perdonaré —retoma el tema—. Si vuelve y pide perdón, lo hago. No sería nuestra primera pelea, pero también es cierto que esta vez abusó demasiado.

—¿Si? Pensé que siempre era así.

—No, desde hace un tiempo para acá está muy altanera. Yo soy su jefa, y me trata como una cualquiera, sin respeto alguno, tan solo por la confianza que le dá nuestra amistad. Todo bien, pero eso no es confianza, se llama abuso.

—Se nota en tu tono que todavía te molesta.

—Claro que molesta —dice exasperada—. Pedía cosas para ella a nuestros patrocinadores en nombre de la marca, y luego se molestaba si lo descontaba de su sueldo. De verdad es una lástima perder a nuestra modelo, pero su capricho es mi límite. Ya no estoy dispuesta a aguantarla.




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