La ciudad es grande, de calles amplias, edificios altos en cada esquina y un tráfico de autos y personas que van y vienen de todos lados. A diferencia de ese pueblo escondido, donde los olores de los dulces y las flores pueden percibirse con facilidad. Donde en los paseos entre las calles, no había nadie con quien compartir la acera, y una entrañable tranquilidad llenaba el día a día.
—Ya puedo respirar el estrés —bromea ella. Antes de salir del tren se ha puesto una sudadera con capucha, alegando que así suele vestir cuando sale de casa.
—Si, no extrañaba esto.
Alicia le toma la mano para guiarlo. Sabe que ha vivido en la ciudad, pero está segura de que no conoce del todo el centro.
—Mira ese chico, ¿no se parece al de la banda? ¿el que sale con Alicia? —dice una desconocida entre la multitud.
No puede creer que tan pronto llegaran alguien lo reconocería. A ella le ha pasado con regularidad, por eso casi nunca sale de casa. Se asoma en la calle para llamar la atención de un taxi, es mejor irse antes de que se animen a acercarse. Dentro del auto, Alicia mira el rostro de su acompañante. Parece perdido en sus pensamientos, no hay signos de que se haya dado cuenta de los comentarios. Suspira desmotivada. De todos modos caminar en pleno centro con maletas es llamativo.
Mira con tristeza por la ventana. Ahora está en casa, puede reconocer cada calle por la que pasan. Pero el dolor en su pecho es ajeno, no quería volver con tal desilusión. Y el silencio de Rylan agrega angustia. Voltea a verlo por quinta vez, pero es inutil, él se mantiene concentrado en su lado de la ventana. ¿Ya se acabaron los temas de qué hablar? ¿Cuáles serán sus últimas palabras? Son las preguntas que circulan en su cabeza. Le inquieta saber que es lo que lo hace mantener tanta calma. Siente la desesperación apoderarse de ella.
Bajan del taxi. Han llegado a la casa de Alicia. Desde afuera se observa un pequeño jardín en la entrada. Un lugar de dos pisos, con una escalera a un costado para la primera planta.
—Por aquí —dice ella al subir por la escalera.
—¿No usas la puerta de entrada?
—No, esa no es mi casa. —Arriba el pasillo es angosto, abre la puerta a un costado en la pared, como si estuviera escondido—. Bienvenido a mi casa —Entra, da una vuelta sobre sí misma para señalar. No sabía que sentiría tanta emoción por traerlo hasta acá.
Rylan observa el lugar. Es más pequeño de lo que pensó. La cocina está en un rincón, delimitada por un mesón que luce como si flotara. Al final, un ventanal grande que ilumina su famosa área de trabajo, con estantes grandes llenos de telas.
—¿No tienes sala? —pregunta sin dejar de mirar.
—Por lo general no recibo visitas. —Señala la mesa—. En este comedor recibo a la gente.
—En los videos se mira como un lugar bastante grande.
—La magia de la perspectiva. —Sonríe, está satisfecha de lograr eso.
—Encaja perfecto contigo. —La mira a los ojos—. Pequeño, ajustado, pero lujoso y brillante.
—Yo no soy pequeña, tengo casi tu misma estatura —refuta molesta.
—Así te sentí. —Ella le lanza una mirada confusa—. Me gusta que sea así, se siente acogedor. Y si te soy sincero… —sonríe al ver de nuevo la decoración tan sutil que tiene—. Despertar aquí es agradable para la inspiración.
—¿Gracias?
—Además, dijiste que vas a ver películas, ¿comerás helado sobre la cama?
—En realidad en mi cuarto tengo el sillón. Pero si, pensaba verlo desde la cama.
Rylan camina hacia la entrada. No sabe si esperar aquí, o salir y mirar desde arriba el jardín trasero.
—Abajo vive una familia, no sé porque quisieron vender esta pieza. —Suspira—. Casi nadie quería comprarla, está unida a la casa, pero cuando la vi pensé lo mismo que tú. Pequeña, acogedora, y la luz del día entra, baña todo con claridad, me gusta y me hace sentir motivada a explorar mi arte.
—El atardecer también se ve bien. —Se asoma en la ventana principal, un cristal diminuto, a un lado de la puerta—. Tienes buena visión por allá, y por aquí se ve la entrada.
—Mande a reducir esa, para poder ver quien viene, y que desde afuera no se note que es una ventana. —Toma las llaves del carro—. He arreglado este lugar a mi estilo y gusto. Una madriguera para encerrarme.
—Pensaba que eras una persona social, de fiesta en fiesta.
—A veces con Ana, pero ya tengo mucho tiempo en que solo me quedo en casa. Y cuando quiero socializar me paso por la tienda, mi mamá es la que se encarga. Dice que es mejor que yo me quede acá, buscando mi musa.
Le muestra las llaves.
—¿Listo?
—Si, vamos.
Bajan hasta la cochera. Hay dos puertas, la segunda se abre con el control que tiene Alicia en la mano. Enciende el motor de su camioneta. Que tampoco es un auto de último modelo. Ya tiene sus años de haber salido al mercado. Al contrario de lo que Rylan pensaba de ella, ha resultado diferente. Desde los videos, el apartamento luce amplio y lujoso, pero solo es una buena decoración que logra el efecto. También, este carro luce como el modelo del último año, fue bastante ingenioso de parte de ella nunca mostrarlo por fuera. Los cortes breves, la poca información. Ha sabido crear una imagen. Su vida es mucho más tranquila de lo que aparenta.
—¿Quieres que ponga algo de música? —pregunta ella al encender el reproductor—. Puedes poner algo con tu celular.
—¿Si?
—Si quieres puedes dármelo, para conectarlo.
—¿No te importaría escuchar rock?
—No solía escucharlo, pero tampoco me niego.
—¿Y que escuchas con regularidad?
—¿Lo que está de moda? Bueno, mientras conduzco. —Sonríe cómplice—. Cuando estoy trabajando escucho música deprimente.
—¿Deprimente?
—Si, de esas con letras tristes pero que sientes que la música te revuelve todo.
—Tendría que escucharlo.
—Música de borracho.
—Ya, tengo una idea. —ríe—. Sería raro verte cantando música de despecho.
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Editado: 30.07.2024